Nos adentramos en una estación que, en su nombre encierra el resurgir de la vida, renacer cíclico que también implica alteración climática, del ánimo y de las hormonas, mientras que cada vez más comunes alergias nos inundan. Es evidencia científica que la vida se refunda a partir de la contradicción. Nuestros clásicos lo anunciaron: la historia es continua síntesis, resultado de continuas batallas entre lo contradictorio, sin esas luchas y esas síntesis todo se reseca o muere.

El ambiente socio-político también se contagia de este espíritu contradictorio y, ojalá, vivificador. En el Congreso se ha producido alguna votación que cuestiona iniciativas del Gobierno. No es una catástrofe, lo excepcional es lo vivido durante décadas: un parlamento que no revisa un Decreto del Gobierno desde 1979 no hace su trabajo. El Congreso despierta de años de dejación y sí, la oposición, acordando con racionalidad sobre lo importante y proponiendo alternativas, debe cumplir su tarea. No deberíamos olvidar que en un sistema parlamentario es el legislativo, sin mordazas, el que legitima al ejecutivo y no al revés.

En Jerez seguimos en nuestro círculo vicioso y se repiten los debates estériles. La mediocridad consigue que olvidemos las faenas y nada nace. El debate presupuestario reproduce los mismos argumentos de cada año. El Gobierno se enroca, distraído en sus guerras intestinas. Las oposiciones repiten sus discursos anuales centradas en formales protestas por la falta de información o con propuestas poco explicables como la de inyectar dinero para que Urbaser cubra los puestos necesarios y cumpla con su deber. Parece que seguimos sin estar a la altura de la primavera, no hay brotes que nos marquen la salida del atolladero socio-económico, cultural o de integración urbanística en que vive la ciudad.

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