Elecciones

Salte a la palestra la vieja guardia

  • Los ex presidentes González y Aznar entran en escena y se aplican con distinto estilo e intensidad en la campaña electoral · El "imbécil" de Felipe al candidato popular desata la indignación en las filas del PP

Vuelve la vieja guardia. Con canas y kilos extra. O con menos bigote y más laca, según el caso. PSOE y PP han encomendado parte del ingrato trabajo electoral a sus ex líderes y ex presidentes, aunque con matices diferenciadores. Felipe González (monclovita entre 1982 y 1996) desempeña un papel activo de rockero curtido, se prodiga en actos y mítines, saborea una segunda juventud política. José María Aznar (al mando del 96 al 2004) trabaja en la sombra, acomodado en su posición de pensador a sueldo multinacional, y sólo a veces -una ocasión hasta la fecha- se deja ver en el fragor de la batalla. Ambos son todavía marcas ideológicas. Ambos conservan parte de su antiguo tirón.

Felipe está embalado. Por primera vez admite cierta sintonía con Zapatero. La mejor prueba es que se deja la piel por él. Incluso con insultos al rival. Suyo es el trabajo sucio, el que encallece las manos, el que revienta los pulmones de gritar tanta consigna. Suya es, pues, la antítesis del talante. Aznar no ha cambiado en la esencia pese a su perfeccionamiento estético, impensable en sus años de diputado flaco y bigotudo. Dispara a la misma diana, compuesta por el anagrama de ETA, las presuntas complicidades del Gobierno, el eterno España se rompe y su obsesión por las peligrosas amistades exteriores del presidente. La materia prima que utilizan los ex jefes es idéntica: el rencor, antesala del revanchismo.

Ferocidad multiplicada por dos, aunque con estilos diversos. Aznar es tan refinado que normalmente no se permitiría un simple y rústico "imbécil". Prefiere acusaciones más enrevesadas. González va al grano. Se le calienta la boca -fácil ante públicos entregados y quizás añorantes- y le dice a Rajoy lo que piensa. Si la espontaneidad fabrica un "imbécil", pues adelante, dicho queda. Lo gracioso viene después, cuando el PP monta en cólera y exige rectificaciones y desautorizaciones que el PSOE formula desganado, a medias, aceptando este juego de profilaxis diplomática tan ajeno a la política del día a día, donde el Congreso ejerce de gran escaparate de la descalificación. Aquí sí existe afinidad con la vida real. España es el país del insulto automático.

Retomemos el hilo. El "imbécil" pronunciado por González revuelve estómagos y enciende iras. Intolerable. Horrible. Pecado. Herejía. Pero, ay, cuatro años dan para muchos antecedentes. Zapatero se atrevió con aquel poético "patriotas de hojalata". Por contraste, todo un culto a la sutileza. Lo de Rajoy es más difícil de asimilar. Su legislatura en la oposición ha sido fecunda, excesiva, casi hedonista en el cultivo de esta disciplina. Ha llamado al presidente "bobo solemne", "indigno", "grotesco", "zafio" y hasta "amigo de los terroristas".

Ante un intercambio tan descompensado, sería ideal crear una especie de Boletín Oficial de la Mofa y el Ultraje. Lo gestionaría un funcionario bien empapado del espíritu neutral del señor Marín cuyo cometido básico sería procurar la compensación entre rivales. Te cambio este "lerdo" de octubre por aquel "inepto" de septiembre y así sucesivamente. A la audiencia le ahorrarían el teatrillo del enfado y las disculpas. Y también le dejarían claro quién es más aficionado a traspasar la línea del respeto y la educación. Z será muchas cosas -buenas, regulares y malas-, pero no es un faltón. Y si R es tan inteligente como dice, seguro que puede desbaratar ideas sin ofender a nadie.

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