Si en los días anteriores el recinto ferial había sido tomado por multitud de isleños, durante el fin de semana no podía ser una excepción. Ya el viernes podía notarse que aún quedaba ganas de más. El tiempo además acompañó con sus temperaturas agradables. El lugar de encuentro, a pesar de los problemas que conlleva, sigue siendo la portada de la Feria. Una marea de personas dificulta encontrar a los acompañantes de la velada.
A diferencia de en días anteriores, el viernes, quizás por ser el día de la Patrona, podía encontrarse un mayor número de mujeres vestidas con el traje de flamenca. Aunque entre los hombres el vestir de corto sigue sin atraer demasiado, en los más pequeños sí que resulta algo más normal. Este año la moda flamenca ha traspasado fronteras llegando incluso hasta las mascotas que iban conjuntadas con sus dueños.
Dentro de las casetas, en algunas, resultaba una odisea salir de la mesa y acercarse a la barra a pedir algo. Sin embargo, la mayor concentración se encontraba en torno a las atracciones, verdadera joya de la corona de la Feria, al menos para niños y no tan niños.
Parece que este año las tómbolas y casetas de tiro han perdido algo de protagonismo, quizás por que la crisis hace pensárselo a más de uno a la hora de gastar el dinero.
A pesar de las risas y las calles completas había que tener cuidado, con un ojo mirando al cielo, para evitar que alguno de los juguetes voladores que han tomado el cielo de la Feria de este año acabase dándole a más de uno en la cabeza.
Se nota que en los festivos la gente deja de tener toque de queda ya que hasta los más pequeños permanecían hasta altas horas de la madrugada intentando convencer a sus padres de que les dejasen montar otra vez en alguna de las atracciones.
Entre los jóvenes lo más destacado sigue siendo el paseo. Cargados con bolsas y botellas en pocas horas lo tomaron y muchos sin la idea de dejarlo hasta la hora de irse a comer los churros.
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