Feria de El Puerto

Una fiesta rural que fue marinera para volver a los pagos agrícolas

  • La Feria comenzó su moderna andadura en los campos del Palmar, para pasar posteriormente a Crevillet, donde fue urbana y marinera, y hacerse vinatera junto a la campiña, en su ubicación de Las Banderas

La Feria de El Puerto siempre se ha movido entre lo rural, lo urbano y lo marinero. Aunque poco conocemos de cómo debieron ser aquellas antiguas ferias medievales concedidas en la Carta Puebla por el Rey Alfonso X El Sabio en el siglo XIII, no debían ser muy distintas a la que se instalaba en 1871  en el Pago del Palmar, frente al actual Carrefour, junto a la antigua carretera N-IV. Aquella feria tenía sobre todo un  carácter ganadero, era un escaparate donde  se mostraban ganados y caballerías, donde las transacciones comerciales se festejaban con una copa de vino bajo los precarios toldos instalados en mitad del campo. Según quienes la conocieron, ya a mitad del siglo pasado la fiesta del Pago del Palmar era semejante a una “romería sin santo y sin ermita”, ya que no estaba consagrada a ninguna imagen religiosa “ni tampoco  podía considerarse una feria en su sentido tradicional”.  Cuando caía la noche,  se trasladaba a la ciudad y se hacía burguesa, la feria alcanzaba su continuidad en el paseo de La Victoria, donde se celebraban animadas veladas nocturnas, embellecidas por una rudimentaria iluminación extraordinaria, “magníficos candelabros como alumbrado ordinario,  y multitud de adornos, pedestales con estatuas y jarrones”,  que junto al ambiente en las casetas y El Cortijo contribuían a transformar las noches en “una mansión  de delicias”.  Posteriormente, cuando se desvió la carretera N-IV y el parque de la Victoria quedó cortado por el asfalto, se vio la necesidad de trasladarla a otra ubicación, eligiéndose entonces Crevillet,  en 1969.  Crevillet fue una feria de transición,  una fiesta urbana y marinera por la cercanía del río Guadalete y la playa de La Puntilla, entre la romería de cantes y toques de guitarra y la fiesta multitudinaria a golpe de decibelios. Durante años,  mantuvo un recinto ganadero de muestras, que seguía dando una dimensión comercial al festejo. Finalmente, aquel recinto ferial fue absorbido por el crecimiento urbano, y en 1981 el Ayuntamiento decidió habilitar el Real de Las Banderas,  un amplío espacio con el que la fiesta volvía a los pagos agrícolas, hacia la campiña, de donde procede el carácter de la feria actual: vinatera,  hípica y taurina.

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