Eurocopa 2008

Rüstü y la fe del último minuto

  • El portero turco ha sido capaz de lo mejor y lo peor en la clasificación de Turquía a semifnales gracias a su religiosa lucha hasta el final.

No podía ser de otra forma. Turquía lo ha vuelto a hacer, y esta vez, mejorando lo increíble. Haciéndolo, si se podía, algo más que emocionante que contra Chequia, y sin abusar de Nihat. Épico. A un minuto del término de la prórroga, para casa. Llanto y unas caras en los turcos de la grada imposibles de imaginarse con una expresión de alegría desmedida. Un minuto más tarde, todas las caras cambiaban. Sobre todo la de un hombre, la del portero turco Rüstü.

Es el tópico, se puede cambiar de héroe a villano en tan sólo segundos, pero no tantas veces. Del abismo al cielo, del cielo otra vez al precipicio y vuelta a empezar. Y cuando el golpe parece definitivo para quedarse tumbado, otra vuelta a la tortilla. No se sabe si el cancerbero otomano ha pasado alguna vez por una situación similar (su porterto titular, Demirel, sí. Precisamente en los octavos de la Champions contra el Sevilla), pero las maldiciones y las alabanzas de sus compatriotas se le cruzaron por delante varias veces contra Croacia.

En la primera parte no muchos problemas. Alguna mala salida propia de un portero viejo, sin reflejos, con un claro que otro que se deja ver entre la melena, pero bien colocado bajo los palos. Pero en la segunda parte empezaba haciendo de las suyas. Una salida lenta, miedosa le dejaba el balón franco para el remate a Olic y la defensa turca sacaba bajo los palos. No sabía donde meterse. Era sólo un anticipo de lo que haría en la jugada del gol croata. Una salida incomprensible ante Modric en un balón sin mucho peligro le daba la clasificación en bandeja a Bilic. Su cara era un poema. Habría echo un boquete en el césped para meterse dentro, pero afortunadamente para los otomanos no lo hizo.

Por el camino ya se había dejado antes un par de paradas que decían que no era del todo una mala noche para el portero ex barcelonista. Le sacó a Srna con una estirada de sus mejores tiempos un balón en una falta al borde del área que se dirigía derecha a la escuadra . Luego otra falta a bote pronto, otra vez a Srna, el único que luego le batió en los penaltis, y un balón a bocajarro en el área pequeña que se encontró bajo palos.

Y llegó su momento. Aunque parezca imposible, su largo minuto de gloria empezaba con el pase de gol que dio a Senturk en el milagroso empate del 122, con un pelotazo colgado al área. La pelota entraba por la escuadra, otra vez gracias a la religión turca del descuento. La de luchar hasta el último minuto. La que se convertirá en una leyenda en Turquía gracias a los últimos partidos contra Suiza y sobre todo Chequia. Pero aún le quedaba por vivir lo mejor al guardameta otomano. Quizá su último momento irrepetible como profesional.

Se reía en confianza con sus compañeros a la espera de la tanda de penaltis. El primero en enfrentarse a él, Modric, del que se ansiaba vengar por el ridículo que había echo en el gol. Primer penalti, fuera. Luego Srna, que saldaba con él su cuenta pendiente de la falta que había despejado a mano cambiada. Adentro. Rakitic también fuera. Las semifinales a tiro, y se desquitaba de todo lo sufrido parando el penalti que zanjaba la tanda a Petric.

Ahora es el héroe. El mesías de la fe del último minuto, de la que todos los turcos hoy ya son confesos devotos. Está en semifinales, aunque es muy posible que no juegue. Allí, Alemania espera a los conversos.

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