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España

¿Cuánto pesa la voz de Zapatero en el mundo?

ZAPATERO ya sabe lo que quiere en la juguetona y narcisista escala internacional. Un discurso siempre queda resultón con El Jardín de las Delicias como postal de fondo y Kofi Annan de telonero, pero, efectismo aparte, lo que importa es la sustancia. Por desgracia, el presidente tiende a patrocinar organismos a menudo menos voluminosos que las palabras que los envuelven. La Alianza de Civilizaciones es un buen ejemplo con justos herederos en el horizonte 2008-2012. La idea es crear una Agencia Internacional de las Energías Renovables y una comisión mixta sobre asuntos diplomáticos. Los políticos deberían acostumbrarse a aparcar nuevas iniciativas hasta que las viejas se consoliden o mueran. De lo contrario, corren el riesgo de ser eternamente asociados a la temida incontinencia verbal, preludio habitual de los delirios de grandeza de corte presidencial.

El objetivo estrella -porque siempre hay uno- será la abolición de la pena de muerte. Una abolición light, porque su validez apenas se estiraría hasta 2015. ZP es un optimista empedernido. Para esta empresa, la comunidad ya cuenta con la ONU, un aparato presuntamente más potente y disuasivo que el Gobierno español. Si los sucesivos secretarios generales no han conseguido que EEUU o China, por citar a dos gigantones, desmonten sus cadalsos, parece improbable que el presidente rompa la tendencia. Ni siquiera todas sus reservas de talante le alcanzarían.

Luego está Cuba, donde la tradición confiere a España una alta dosis de protagonismo en el limitado emporio europeo (ya saben que la última palabra la tiene, también en este particular, Estados Unidos). Las quinielas consideran viable la apuesta por levantar las sanciones a la isla. Parece que aquí ZP sí lleva la batuta. Hasta que Merkel tose y la imagen se congela. Alemania sigue siendo Alemania. Incluso si se habla del Caribe. Así que una levísima incógnita planeará sobre la cabeza más pensante de Moncloa hasta que la Cumbre Europea de mañana desvele qué diablos pasa.

¿Y los ejes territoriales, tan de moda en la Península? Zapatero, Sarkozy y otros amiguetes ya inventaron el Proceso de Barcelona, ente de dificilísima digestión y peor comprensión cuya finalidad teórica es estrechar lazos entre ambas riberas mediterráneas (como si nunca hubieran existido) y alentar el desarrollo de la parte pobre, que casi siempre es el sur. Suena tan bonito que por un instante uno olvida que a veces la predisposición de los implicados cuenta. Que se lo pregunten a Marruecos.

Lo curioso es el poco tiempo dedicado a asuntos que sin duda este miope cronista no acierta a calibrar. Venezuela y sus desaires; las FARC y su hipotético parentesco con ETA; la presión populista de Evo Morales, Daniel Ortega o Rafael Correa; el contencioso de Gibraltar; el limbo del Sahara, y, en un orden más cósmico y culturalmente menos cercano, el laberinto palestino o el desaguisado iraquí. Tal vez ZP sepa lo que su voz cuenta realmente.

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