Opinión

El bienestar según Rajoy

EL peor error posible es analizar el discurso de Rajoy desde la perspectiva del ciudadano de clase media-baja. A Rajoy hay que interpretarlo en clave elitista, en onda financiera, en sintonía casi especulativa porque su radiografía apunta únicamente al cuerpo macroeconómico, y no a todo sino a aquellos órganos que encajan con su teoría de la recuperación. Al ciudadano de clase media-baja, al poblador mayoritario de España, la fanfarria del presidente le suena sencillamente a insulto por una contundente y constatable razón: sigue sin notar en su bolsillo el más mínimo indicio de mejora.

Pero Rajoy vino a hablar de su libro y se subió al estrado titulares de esa prensa extranjera que, a tenor de sus propias confesiones ("yo sólo leo el Marca"), deben recortarle sus afanados asesores para lucimientos esporádicos y poco sentidos. Su concienzudo repaso a las reflexiones editoriales del trienio ominoso 2011-2013 avalan en su opinión el acierto de unas recetas que podríamos compendiar más o menos así: recortes de servicios sociales, pensiones y salarios públicos; inyecciones multimillonarias a coste cero a la banca; descenso de las becas; abaratamiento del despido; y subidas de impuestos al núcleo duro de la población, que no es precisamente el que más ingresa.

Los medios -especialmente los anglosajones, es decir, los vinculados a la City y Wall Street-, tampoco piensan en la clase media-baja española. Son los inversores, estúpido, exclamaría probablemente Ben Bernanke ante la maliciosa sonrisa de Jordan Belfort. Pero ellos son al parecer los jueces del bienestar y los causantes de algunas de las frases más hilarantes pronunciadas jamás por Rajoy. "Hoy se percibe a España como parte del motor de Europa". O "no es que el árbol vaya bien y prometa, es que está dando sus primeros frutos". Incluso "no reivindico el mérito del Gobierno; éste es un triunfo de los españoles, de sus sacrificios y su confianza". Desde que el PP llegó al poder se han perdido un millón de puestos de trabajo, la deuda pública roza ya el 100% del PIB, la privada el 200% y el crédito a pymes y familias se ha contraído en 250.000 millones.

Como la vida no es únicamente dinero, convendría recordar que la alucinógena España de Rajoy retrocede a pasos kilométricos y al socaire de la mayoría absoluta en el cualitativo terreno de lo social, con una reforma de la ley del aborto que ha escandalizado a media UE, proyectos cuando menos arriesgados en relación a la libertad y la seguridad, una tasa Google que podría condicionar la independencia del periodismo, y una reforma educativa contestadísima casi artículo por artículo, entre otros frentes. La misma Constitución reformada para acomodar la sacralización del déficit cero (un objetivo legítimo y hasta saludable en un planeta habituado a crecer desde el endeudamiento y no desde el ahorro) podría introducir una cláusula que exija al menos un 75% de los escaños en las Cortes para pactar aquellas iniciativas que tocan el núcleo funcional de una nación.

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