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España

Sonrisas que matan

"Lo peor de todo fue su sonrisa". Es la demoledora conclusión de la hermana de Miguel Ángel Blanco al rememorar en un programa recientemente emitido en televisión el juicio a los etarras Txapote y Amaia por el secuestro y asesinato del concejal del PP, condenados a la postre a cincuenta años de prisión. Mari Mar Blanco no puede entender que una madre se alegre del dolor de otra, un alborozo que pasa de lo grotesco a lo puramente malvado si tenemos en cuenta que la que lloraba había perdido a su hijo a causa de los dos tiros que le pegó en la cabeza hace once años el hijo de la que se reía, pero así están las cosas en este nuestro País Vasco.

Con cuarenta años de sufrimiento a cuestas, ya no es raro que la lógica se venga abajo y que la sinrazón campe a sus anchas. Otro buen y candente botón de muestra lo tenemos en los empresarios humillados (investigados y hasta detenidos) en su calidad de víctimas de la extorsión etarra. Es evidente que el impuesto revolucionario sirve para subvencionar el horror, pero abstenerse de abonarlo te otorga numerosas papeletas para ser el siguiente de la macabra y larga lista, así que tratar como delincuentes a víctimas del miedo entre la espada de ETA y la pared de la ignominia de financiar a la banda tampoco parece encomiable, que los cementerios están rebosantes de valientes.

El caso es que la violencia es el pan nuestro de cada día en el País Vasco y que para algunos se ha convertido en un negocio y hasta en una forma de vida. Cuesta imaginarse a individuos como Txapote o Thierry -ese ideólogo cesáreo de la banda terrorista que gritaba como un animal herido cuando fue detenido el pasado mes de mayo en Burdeos- cumpliendo las rutinas y servidumbres cotidianas que debe afrontar todo quisque con dos dedos de frente para salir adelante en el tinglado vital, que se resumen básicamente en trabajar, trabajar y trabajar. A nivel laboral y mental. El gran reto diario se supone que es estar a gusto contigo mismo. Cualquiera, del más bobo al más inteligente, lo puede conseguir . Y si el ego está por las nubes y la autocomplacencia marca el ritmo, la cosa es más sencilla. Incluso asesinos consumados son capaces de sentirse bien y hasta de reírse de sus condenas. Y no están locos.

Esto, o es pura fachada o aquí falla algo gordo. Patxi López volvió a entonar ayer la vieja letanía: la asignatura pendiente del País Vasco es deslegitimar la violencia. Justo lo contrario de lo que hace Ibarretxe con una consulta abocada, como bien sabe el lehendakari, a ser carnaza para el victimismo de esos animales.

Un despropósito en el que Zapatero tampoco se quedó manco alimentando una negociación a pesar de pesares como el de Barajas y al que tampoco fue ajeno el PP con esa violencia verbal -que relataba hasta traiciones del Gobierno a los muertos- que ya le pasó factura en las urnas y que ahora intenta desterrar.

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