-¿Qué debería saber de la malaria?
-Que ha condicionado la historia. Mató a Dante Alighieri y a varios papas: Gregorio V, Dámaso II, Alejandro VI y León X.
-¡Se ensañó con la Iglesia!
-Roma era muy palúdica hasta que Mussolini desecó sus alrededores. También Carlos V murió de malaria, y casi seguro que Felipe II. Cervantes tenía malaria el día de la batalla de Lepanto.
-¿Alguna otra víctima ilustre?
-Cromwell murió de malaria por negarse a recibir quinina, la mejor aportación de España a la farmacopea mundial.
-¿Rehusó el remedio por ser español?
-La quinina se extraía de un árbol peruano y fue mucho tiempo monopolio de los jesuitas. Cromwell era puritano: no quería nada de los católicos.
-¿Hay más malaria ahora?
-Hubo mucho paludismo en áreas de Europa y Estados Unidos. Pero nunca se expandió con tanta intensidad como en África.
-¿A cuántos mata al año?
-Da vergüenza decir que no sabemos si hay uno o tres millones de muertes. Sabemos que por lo menos hay uno.
-¿Y los otros dos?
-La malaria hace estragos en países sin registro civil y con sistemas sanitarios frágiles. En Mozambique, la mitad de la población no tiene acceso a ningún sistema de salud.
-¿Mueren sin que se sepa?
-Hay niños que nacen y mueren sin ser registrados. Los centros premiados con el Príncipe de Asturias hemos puesto en marcha una red de vigilancia demográfica, que nos permite calcular el porcentaje de muertes.
-¿Cuál es el índice de riesgo?
-De cada mil nacidos vivos mueren doscientos antes de los cinco años. De estos mueren cien en el primer año. Y de estos la mitad, en los primeros 28 días.
-Son niveles muy altos.
-La comunidad internacional debería rebelarse para impedir que el lugar donde uno nace determine las posibilidades de vivir.
-¿Qué relación hay entre enfermedad y pobreza?
-Toda. Eres muy pobre y trabajas el campo para que tu familia coma. Si enferma el bebé, dejas de trabajar para atenderlo.
-Y cuanto más pobre eres...
-Enfermas más. La malaria reduce el crecimiento del producto interior bruto un 1,2% en los países que la sufren. A África le cuesta doce mil millones de dólares al año.
-Es mucho dinero.
-Es un círculo vicioso. Algunos creemos que estos países no se podrán desarrollar si no somos capaces de mejorar la salud.
-¿Desde cuándo combate la malaria?
-Hace 24 años, al llegar a Gambia, observé que una sola enfermedad suponía la mitad de los ingresos hospitalarios. Me pregunté qué era eso tan grande y cómo combatirlo.
-¿A qué conclusión llegó?
-Se investigaba poco, porque es una enfermedad de los países pobres. Además, nos enfrentamos a un parásito muy complejo.
-¿Por qué es complejo?
-Va cambiando de traje. Tras la picadura del mosquito pasa unos minutos en sangre y luego se esconde en el hígado, donde se multiplica por veinte mil. Después invade los glóbulos rojos.
-O sea, que nos despista.
-El sistema inmune se desconcierta. Desarrolla una protección contra el parásito, pero en sus distintas fases. Para lograr una vacuna hay que entender el proceso.
-¿En qué momento nos encontramos?
-Si todo va bien, habrá una primera generación de vacunas parcialmente eficaces en 2011. Ahora se repetirá el ensayo de Manhiça con dieciséis mil niños.
-¿Será suficiente?
-También habrá que desarrollar fármacos y herramientas contra los mosquitos, que tienen una enorme variedad según su grado de antropofilia y endofilia.
-¿No todos pican igual?
-A algunos les gustan más los humanos. Otros pican más en la casa. Se han llegado a contar hasta 6.000 mosquitos en una habitación.
-¿Se erradicará la enfermedad?
-El objetivo es que el parásito desaparezca de la biología de la tierra. Ello requerirá un gran compromiso político y financiero, una pasta gansa que tendrá que pagar usted.
-¿Yo?
-Es el dinero público, que sale de sus y mis impuestos, el que tiene que tapar los agujeros que deja la economía de mercado en una parte importante de la humanidad.
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