Sebastián de la obra. Jefe de Documentación y Archivo del Parlamento de Andalucía.

"Pensábamos que el Parlamento era vital, pero eso ha cambiado"

"Pensábamos que el Parlamento era vital, pero eso ha cambiado"

"Pensábamos que el Parlamento era vital, pero eso ha cambiado"

-Entró en el Parlamento andaluz con 24 años.

-Era un Parlamento de juguete. Unos pocos funcionarios y muchos políticos. Pensábamos que era una institución vital para el desarrollo de Andalucía, pero eso ha cambiado con el tiempo.

-¿Por qué?

-Hay un deterioro ético y estético. Al principio suponía tener el órgano de la soberanía andaluza. Un instrumento para construir el autogobierno y que era básico para controlar al Ejecutivo. A lo largo del tiempo se fue deteriorando esa concepción del parlamentarismo, pero no sólo en Andalucía.

-¿Cuando empezó sí cumplía esos requisitos?

-Claro, porque era un proyecto. Al margen de las diferencias ideológicas, era como estar en un viaje y en un viaje te emocionas. Si ahora estamos en algún viaje es hacia ninguna parte.

-¿Le ve solución?

-No. Soy un hombre pesimista. Los antiguos se han apropiado de la historia y la bloquean y los nuevos vienen con la ingenuidad peligrosa de pensar que con ellos empieza la historia. Hay un utilitarismo en el uso del Parlamento que no me gusta y se debe a que no se creen su función.

-Igual deberían pasarse más por el archivo para conocer su historia.

-Antes venían mucho. Era una época de esplendor en la que los componentes de los grupos se sentaban en la biblioteca a buscar citas y estadísticas. Ahora parece que la red ofrece todos esos datos, pero es falso. Lo que hay es despreocupación.

-¿Quiénes eran?

-Manuel Chaves, por ejemplo, es un gran lector. Como Amalia Gómez, Julio Anguita o Luis Carlos Rejón.

-Son de todos los colores.

-Yo de eso no tengo queja. No puedo hacer un elogio ideológico hacia la curiosidad, pero tengo que reconocer que es muy escasa.

-¿Ya no se acercan?

-Hay algunos. Estaría bien decir sus nombres y apellidos, pero quedarían en evidencia los que no vienen.

-¿Viene gente de fuera a ver los archivos y la biblioteca del Parlamento?

-Mucha. Investigadores, gente de los movimientos sociales, ecologistas. Disponemos de unos recursos excepcionales, pero poco conocidos. No se conoce el archivo y lo peor es que fuera de estos muros se conoce muy poco al Parlamento.

-¿Por qué cree que ocurre?

-Por un abandono de la conciencia política.

-¿Y eso es culpa de los políticos o de los ciudadanos?

-De los políticos. La ciudadanía es indolente, pero nuestra clase política es frívola. No se da cuenta de que con su actitud la distancia entre el ciudadano y su representante es cada vez mayor. Y hablo de los antiguos y de los nuevos.

-¿De dónde le viene su querencia por lo judío?

-Por mi interés por los fenómenos migratorios, la exclusión social y los derechos humanos. Con el proyecto de la Casa Sefarad estoy pagando con mucho placer una deuda de este país con parte de su memoria. El problema de este país es que nunca ha sabido digerir su propia identidad múltiple.

-Explíquese.

-La identidad española se ha creado exterminando parte de sus miembros. Hemos negado a nuestros gitanos, musulmanes, protestantes, liberales y judíos. Y así seguimos. Con esquizofrenia desde hace 500 años sin saber muy bien quiénes somos porque cuando nos miramos al espejo nos faltan partes.

-¿Hay diferencias entre España y Andalucía?

-Sí, porque Andalucía es una tierra de frontera y disfrutamos de lo mejor que tienen esas tierras: el intercambio. No es que seamos mejores o peores, pero el hecho de ser una tierra de frontera la hace diferente. Cuando presumimos de nuestro origen lo hacemos porque debajo de nuestras piedras hay civilizaciones, pensamientos e identidades. Bajo las piedras de otros pueblos del Estado español sólo hay piedras.

-Blas Infante dijo que Andalucía no necesitaba copiar a ningún otro pueblo porque "sabe crear originalmente".

-Sin lugar a dudas tenemos una identidad, pero otra cosa es que tengamos consciencia de ella.

-¿La falta de consciencia es lo que lastró al andalucismo políticamente?

-Eso es una responsabilidad de lo mal que lo ha hecho la clase política. Los que fueron andalucistas en su momento participaron en su propia autodestrucción. Y los que no lo eran cogieron la bandera y al no creer en ella la han banalizado.

-¿Tiene eso que ver con que el franquismo se apropiara de lo andaluz como símbolo de lo español?

-Hay muchos factores, pero Andalucía, de manera natural, protagoniza casi todo el desarrollo cultural del país en determinados momentos. Ahora hemos desaparecido del panorama, pero no porque no haya actividad creativa, sino porque no hay soporte sociológico y político que le dé protagonismo a esa identidad.

-El himno dice que los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos.

-Eso es un mito. Y los mitos están bien si sirven para hacer futuro. Si sirven para dormirse en los laureles son una estafa.

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