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Javier Bauluz, fotógrafo

"Fotografías al chaval con el cerebro levantado por una bala y lloras"

  • Este reportero asturiano de 50 años es el único español que ha sido galardonado con el prestigioso premio Pulitzer de Periodismo, del que le hizo merecedor en 1995 su trabajo fotográfico en el conflicto de Ruanda.

-Le bautizaron como el fotógrafo del dolor.

-No se quién me llama así. Sólo soy un periodista que quiere contar historias desde el punto de vista de las personas.

-Siempre le hemos visto en los puntos negros del planeta.

-He procurado trabajar desde el lado de las víctimas. Nadie es, como dice Eduardo Galeano, de los que valen menos que la bala que los mata. ¡Pero no por eso soy Santo Javier de Aquino!

-No todo el mundo tiene esa preocupación.

-Hay muchos periodistas en las zonas de conflicto. Aunque quizás antes no fuera consciente, como ahora, de que toda mi vida he hecho periodismo humano.

-¿Y qué periodismo es ése?

-El que tiene como único marco ético la Declaración Universal de los Derechos Humanos y no intereses políticos, económicos y particulares.  

-¿Quiere decir que el periodismo actual está sometido?

-Para la mayoría de los medios tradicionales el objetivo no es ya la información, ni el servicio público, ni la función social… Se impone el ánimo de lucro, con objetivos económicos o políticos. Es el todo vale por la pasta.

-¿Y cuál es su propuesta?

-Propongo un periodismo humano frente a un periodismo tóxico. Algo tan revolucionario y subversivo como que los periodistas hagamos la función social para la que nació esta profesión.

-¿Y cómo piensa lograrlo?

-Ya lo estamos haciendo a través de un medio digital, sin ánimo de lucro. Internet es una oportunidad de volver a los orígenes, buscando apoyos sociales para ejercer un periodismo de calidad, independiente, veraz y honesto.

-¿Pero el periodismo no está en crisis por internet?

-Es al revés. Los ciudadanos y los periodistas ya no necesitamos a los grandes grupos de comunicación. Se les ha acabado el chollo a los que han ganado miles de millones en los últimos años, utilizando la información como espectáculo.

-Dénos un ejemplo de su diferencia.

-Cuando el terremoto de Haití abrimos una sección que se titulaba: ¿Tu banco te cobra por ayudar a Haití? Lo publicado se convirtió en una bola de nieve que llevó a miles de personas a protestar ante sus bancos.

-¿Pero le salen las cuentas?

-Nosotros tenemos ya tantos seguidores en Facebook como muchos medios tradicionales en cien años de historia. Sólo con que cada seguidor pusiera un euro tendríamos garantizado el trabajo por un año.

-Aun así, informar es muy caro.

-Los costes son ahora muy inferiores. Ya no necesitamos una rotativa de mil millones, ni costosísimos equipos de televisión. Podemos llegar a millones de personas sin nada de eso.

-¿Qué le interesa contar?

La verdad de lo que pasa. Me repugnan la injusticia y la falta de libertad.

-¿Contra eso se ha llegado a jugar la vida?

-El riesgo es un gaje del oficio. Hay que saber moverse y ser consciente de ese riesgo. De esa forma consigues seguir vivo.

-¿Cuál ha sido su experiencia más peligrosa?

Las situaciones de peligro son habituales. En Palestina estuve bajo el fuego de balas israelíes. En Bosnia, en un coche tiroteado por francotiradores. En El Salvador, en medio de un combate entre la guerrilla y el ejército.

 -¿Ha visto morir a mucha gente?

-He visto morir a gente de cólera, a dos metros de mí, mientras les hacía fotos. 

-¿Y por qué no ayudarles, antes de disparar el objetivo?

-No soy enfermero. Mi trabajo es contar lo que pasa para que la gente de aquí lo sepa y, a lo mejor, mande enfermeros. No puedes estar todo el día justificando tu profesión.

-Se habrá sentido impotente.

-A veces se puede ayudar. Una de las fotos mías del Pulitzer es una madre muriendo, con su hijo buscándole el pecho. Fue durante el éxodo masivo de los hutus a Zaire. Ahí tuve tiempo de avisar unos médicos y les atendieron.

-¿Se salvaron?

-Ese niño y esa madre unos días después estaban bien. Pero ¿y el millón de personas que había alrededor? Los vimos morir sin poder hacer nada.

-¿Una experiencia tan dura se supera?

-Al regresar de Ruanda me pasé cuatro meses con lo que ahora se conoce como síndrome de estrés postraumático. No sólo lo sufrí yo, sino un montón de médicos, enfermeras, militares y periodistas.

-¿Ver la realidad tras el objetivo no inmuniza?

-Te distrae mientras estás ocupado. Pero cuando terminas te pones a llorar en una esquina. Me ocurrió en Palestina, tras fotografiar a un chaval de 14 años con el cerebro levantado de un balazo por los soldados israelíes.

-¿Ha sufrido pesadillas?

-He conseguido llegar a un equilibrio para no sufrir las consecuencias posteriores a la cobertura de un conflicto. Lo curioso es que, al regresar de Ruanda, tenía pesadillas sobre Bosnia.

-¿Qué pesadillas?

-Soñaba con una niña de 10 años y su primo, de 8, que cruzaban el cementerio de Sarajevo para ir a buscar los restos de comida del hospital Kosovo, bajo la atenta mirada de los francotiradores.

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