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J. J. Benítez. Periodista e investigador

"El Che Guevara miraba los fusilamientos fumándose un puro"

Juan José Benítez / ANTONIO PIZARRO

Juan José Benítez / ANTONIO PIZARRO

-Cumple un año desde que publicó libro, vuelve pronto  y con un cambio radical en la temática. ¿Qué le hizo empezar a tirar del hilo del Che?

-Hace ya años que empecé a interesarme por su vida, por pura curiosidad. Durante un viaje me enteré que había un señor que trabajó para la CIA, que había sido agente. Al cabo de varios intentos conseguí hablar con él y me contó que había estado en la muerte del Che, me contó que muchas de las cosas que yo había leído sobre el Che no eran en realidad así. A partir de ahí empecé a investigar.

-¿Por qué ese agente decide hablar con usted?

-Se lo había contado a mucha gente. Pero... o no eran periodistas, o no le dieron importancia, o no sabían qué hacer con esto. Yo dudé si este señor estaba diciendo la verdad, pero según fui avanzando me di cuenta de que las versiones coincidían.

"Después de entregar el libro a la editorial y saber que estaba en marcha me arrepentí"

-El punto de inflexión en el que se dividen su versión y la oficial es un discurso pronunciado por el Che en el que critica a Rusia. ¿Qué temía Fidel?

-No lo sé, empezó a haber posturas irreconciliables, Fidel estaba con el comunismo soviético y el Che se iba más hacia Mao. Creo que ahí empezaron los problemas graves. El Che defendía la lucha armada por encima de todo, guerrilla, sangre y muerte, y conforme pasó el tiempo Fidel se fue convirtiendo en algo más templado. Cuando el Che empieza a darle caña a los soviéticos, hay que tener en cuenta que ellos mantenían económicamente a la isla (Cuba), le llaman la atención, se reúnen y discuten durante prácticamente tres horas, es a partir de ahí cuando Fidel empieza a maquinar la gran traición, empezó a pensar cómo se quitaba a ese chico que tantos problemas le estaba dando, probablemente de acuerdo con los rusos. Empieza por el Congo, de donde sale vivo y posteriormente lo mandan a Bolivia.

-¿El Che era tan iluso? ¿No sospechaba que algo no cuadraba cuando le mandan a la selva boliviana en unas condiciones imposibles?

-Creo que él se da cuenta, todo era un desastre, él incluso había pedido ir a otro lugar más al norte, no había nada listo... pero creo que este tipo estaba tan desequilibrado que no le dijo nada a sus hombres, no podía, si lo hubiera reconocido, ¿qué les dice?, ¿que le han traicionado? Él estaba desesperado, todo había salido mal.

-¿Ese Che sucio, cruel, violento, sádico y cobarde que presenta en el libro, cree que fue siempre así o cree que se acabó desquiciando?

-En el 59, recién ganada la revolución, lo nombran jefe de La Cabaña, que era una prisión para presos políticos y para gente que no estaba de acuerdo con la revolución. En ese lugar mandó fusilar a más de 500 personas y él contemplaba los fusilamientos tumbado en el muro fumándose un puro. Está claro.

-Tengo a papá, el título del libro, es la frase que dice unos de los soldados que apresa al Che. Usted ha dado con los documentos que argumentan que no fue así. ¿Qué dicen?

-Los guerrilleros sabían poco, porque sólo uno estaba con él y lo mataron. Esta parte de la historia la cuentan los militares. La voz de alarma la había dado un campesino que los había visto pasar. El combate empieza en una quebrada, el Che es herido en una pierna y huyen, con la mala suerte de que acaban en el puesto de mando del bando contrario. Es apresado junto a Willy, otro guerrillero. Los llevan a la escuela de un pueblo cercano, una improvisada prisión. Le interrogan, hablan de muchas cosas, él se piensa que lo van a juzgar. Pero la Junta de Jefes del Estado Mayor en Bolivia se reúne para decidir qué hacer con él. La decisión es ejecutarlo, "Fernando 700"; esa frase significaba: mátenlo. El coronel Saturno pide voluntarios, dos suboficiales se ofrecen, todos entran en la habitación, el Che se da cuenta de lo que va a pasar, se pone en pie, intenta levantar el brazo, pero cuando ni siquiera ha llegado a hacerlo, cuando aún lo tiene a media altura, le lanzan la primera ráfaga a las piernas, después de pedir autorización lanzan la segunda al pecho. Nueve balazos.

-¿Que suponía mantener al Che vivo?

-Pensaron que dejarle vivo y hacerle un juicio sería mucho peor que cuando apresaron al guerrillero Debray. La opinión internacional se les había echado encima, y además corrían el riesgo de que intentaran liberarlo.

-¿Intentaron incinerarle?

-Comenzaron a incinerarle, pero no pudieron acabarlo. A mí me dijeron que no tenían gasolina suficiente, al final lo trocean y lo entierran.

-¿Cree que no va a tener repercusiones vapulear la figura del Che?

-Sí, lo temo, de hecho te diré que después de entregar el libro a la editorial y saber que estaba en marcha me arrepentí, pensé, no sé si estoy haciendo bien. Es un libro muy peligroso para mí, nunca sabes, hay muchos fanáticos. Me arrepentí.

-¿Aún hoy siente miedo?

-No es miedo. A mí morir no me importa mucho, sé lo que hay detrás. Es preocupación, porque puede afectar a más gente. Ojalá no pase nada, pero si pasa...

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