El orden de los tiempos

El redero más longevo de El Puerto

  • Luis Ayala Naviero ejerce de redero desde los once años. Sus 74 años de vida avalan toda una trayectoria dedicada a una profesión del pasado que observa con mirada agónica su cercano final.

NACIDO en la calle Alquiladores en el seno de una familia de origen humilde y trabajadora, el pequeño Luis aprende pronto que la vida no es un camino de rosas, y a los once años recién cumplidos y con las cuatro reglas asimiladas en el cercano colegio de El Polvorista, emprende su camino vital con la aguja y con la red, con el sol y con la lluvia, y con el penetrante olor a mar y pescado que ya nunca le abandonará de por vida. Algo debió ver en aquél chiquillo el maestro redero José Palacios, cuando entró por primera vez por el cuarto de redes y lo vio desenvolverse con la soltura de un adulto entre los curtidos hombres de mar que le rodeaban. Desde ese momento lo acogió primero como mandadero, más tarde como aprendiz y finalmente como redero con todas las de la ley. La primera peseta que llevó a su casa le supo a gloria bendita, no en balde eran seis hermanos varones que junto con sus padres, hacían una familia amplia y numerosa en donde de vez en cuando la cáscara de plátano con tomate y la 'poleá' eran los únicos platos del día.

Su oficio de alfayate de redes, de sastre de las artes de pesca con la maña propia de una encajera de bolillos, ha conseguido que la aguja de este maestro redero nunca deje de moverse. Durante más de cuarenta años su afilada navaja cortaba los hilos que no servían, y nudo tras nudo entrelazaba las mallas que más tarde faenarían en alta mar. Cortar, dar hechura y volver a coser.

La Casa-palacio de Vizarrón o de las Cadenas, residencia ocasional de los Reyes de España Felipe V e Isabel de Farnesio, convertida en cuarto de redes por necesidades del guión, ha sido testigo silente entre bambalinas durante más de quince años, de las costuras trenzadas por las expertas manos de Luís Ayala, quedando por fin dignificada con el sudor de este marinero en tierra. Casado desde los veinticuatro años con doña Francisca González Raimundo -toda una vida-, y con una prole de cuatro buenos hijos, ha sabido llevar adelante con la cabeza bien alta pero no exenta de dificultades, a una familia que siempre le ha apoyado, y a la que él ha respondido con su esfuerzo y con su hombría de bien. La parte y media del cincuenta por ciento de las ganancias de un barco no daban para muchos lujos.

Los armadores Jaime Soler, Pedro Martí y Juan Morató; los barcos Paquita y Andrés, Mar del Plata, Andrés y Agustín, Madre de la Paz y Manolé entre otros, junto con Antonio Pomares, Salvador Ayala, Antonio López, Joaquín Bellido, Manuel Vélez y José Grados, han constituido su universo mundo de hilos y aparejos de los que ahora se siente fundamentalmente orgulloso.

Este redero de tierra, ecuánime y solidario, tomó partido con los de su clase en el conflicto laboral del sector que aconteció a finales de la década de los 70 del siglo pasado. Como representante de los de su gremio durante doce años en la Cofradía de Pescadores, fue el bálsamo al que acudía todo el que necesitaba algún tipo de ayuda, con la seguridad de que el maestro Ayala no le iba a dejar en la estacada.

Compartir un rato de charla con Luís, hoy día, es un lujo que no suele estar al alcance de cualquiera, no por él, sino por lo que significa para todo el que lo ha conocido o ha tenido y tiene la inmensa fortuna de tratarlo personalmente. Su bonhomía, la serenidad que transmite y la certidumbre de haber llevado una vida acorde con sus principios más elementales, le convierten en un claro ejemplo para todos los que le rodean. Recientemente ha sido galardonado con la rosa de plata por parte de los socialistas de El Puerto al ser el representante de mayor edad, de un oficio artesanal que se pierde con la bajamar de más alto coeficiente. Este redero de manos sensibles y piel blanquecina dignifica ese galardón. Todavía sigue enamorado del arte de hacer redes para la pesca. Tras infinidad de años acoplándose a los vaivenes de la historia, el oficio de Luís parece estar en peligro. En una sociedad donde las máquinas han tomado el poder y todo se fabrica a gran escala, los productos de autor no encuentran su hueco a pesar de ser en muchas ocasiones imprescindibles. Es el caso de los rederos, que después de miles de mareas atraviesan una complicada situación, ya no tanto por la mecanización de su oficio, que se desempeña de forma parecida desde hace siglos, sino por la falta de relevo generacional y en El Puerto concretamente, como bien dice Luís Ayala por la falta de la materia prima: los barcos. El hombre sabe trabajar el mar desde hace miles de años, fabricó anzuelos y redes, y navegó las aguas con balsas mucho antes que llegaran los conquistadores. No debemos dejar que este oficio perteneciente al patrimonio cultural de la Andalucía marinera se nos muera lentamente.

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