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El orden de los tiempos

El capitán Juan Camacho Jayna

  • Gobernador de El Puerto desde 1690 a 1696, fue alcalde mayor de San Luis de Potosí en México, de donde se trajo el retablo de plata del sagrario de la Iglesia Mayor Prioral

NO es la primera vez, ni será la última que traiga a estas páginas la riqueza que encierra nuestro templo por excelencia, la Iglesia Mayor Prioral. Pretendo en este caso dar a conocer los trazos de un portuense que tras el poder que ejerció en la población mexicana de San Luis de Potosí, se trajo a nuestra ciudad un magnífico baldaquino o retablo de plata repujada que hoy podemos contemplar en la capilla del sagrario. Me refiero al capitán Juan Camacho Jayna, alcalde mayor de la ciudad de San Luís de Potosí y curiosamente primer editor de Sor Juana Inés de la Cruz, que en 1687 donó dicha pieza, realizada por el orfebre José de Medina sobre plata de las importantes minas de San Luís de Potosí. Está considerada como una de las más importantes obras de orfebrería que se conservan en la provincia de Cádiz.

Camacho Jayna llegó a la población mexicana de San Luis de Potosí en 1680, y según Octavio Paz, "era cercano a la casa de los Medinaceli, posiblemente familiar, amigo o protegido del Duque o del Marqués de la Laguna o de algún otro de esa poderosa familia". Ostentando el preciado título de capitán y caballero de la Orden de Santiago, formaba parte del séquito de Tomás Antonio de la Cerda y Aragón, marqués de la Laguna y conde de Paredes, nombrado virrey de la Nueva España por el rey Carlos II el 8 de mayo de 1.680.

De su paso por la ciudad azteca, la impronta que dio a la cultura y la educación. Así entre las muchas crónicas de la ciudad encontramos estas líneas, que no tiene desperdicio: "A la par de los logros y también los quebrantos de la educación pública, entre el siglo XVII y el XVIII, San Luis llegó a convertirse en un centro de cultura, afectado sensiblemente por la expulsión de los jesuitas. Muchos destacados intelectuales y artistas de la época nacieron vivieron, enseñaron o realizaron su trabajo en la región".

Pero vayamos a la historia de este portuense universal. Carlos II nombra a Jayna tanto alcalde mayor de San Luis de Potosí como teniente capitán general de esta ciudad. Por entonces los alcaldes mayores de San Luis gozaban de singulares prerrogativas, así de manera curiosa los distinguían de otros virreinatos porque "en los sermones se les tomaba venia, se les daba la paz y se les ponía cojín y silla". Especialmente habilidoso, el capitán Jayna presentó sus reales títulos ante el cabildo de la ciudad mexicana el 1 de diciembre de 1680, y a partir de ahí - según el cronista Primo Feliciano Velázquez- dos acontecimientos de importancia pusieron en evidencia su prudencia, habilidad y eficacia. Así "en 1863 intervino en el litigio suscitado entre el gobernador y los naturales del pueblo de Santa María del Río; estos últimos inventaron con descaro que habían sido despojados de sus tierras, ante lo cual habían recurrido en amparo ante la Audiencia de México. Intervino el alcalde mayor, se presentó en el lugar de los hechos y ordenó a los indios que en su presencia pusieran cruces a modo de mojoneras para que entraran en posesión de sus tierras".

Es casi al final de su gobierno, cuando a principios de 1685 Camacho Jayna, y con ocasión de andar inquietos los ciudadanos de Río Verde, propuso al virrey la formación de seis compañías de milicia, "que sin paga estuvieron como de presidio", teniendo en cuenta "el mucho cuidado que podían dar a la ciudad de San Luis y sus fronteras, además de dictar algunas medidas para contener a los indios" sería el germen de una auténtica policía de fronteras.

El 3 de julio de 1687 el capitán Camacho se despide de la ciudad y el estado que lo acogió durante siete años. A su regreso aparece como gobernador de nuestra ciudad. Trayéndose consigo desde México el irrepetible retablo de plata labrada que mandó hacer en 1685. De espléndido arte barroco, se hizo con plata de las ricas minas de San Luis de Potosí. Si nos acercamos por unos momentos al sagrario de la Prioral y nos recogemos en el silencio de sus piedras, podremos apreciar que tras esa impresionante obra de orfebrería existe la vida de un portuense que trató de exportar sus conocimientos al otro lado del Atlántico y que aportó nuestra manera de ver y sentir las cuestiones cotidianas.

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