OBITUARIO

Rosas blancas. In memoriam de la madre Belén de la Cruz

Rosas blancas acompañaban a la hermana Belén en su sencillo féretro en la clausura del monasterio de San Calixto. Rosas blancas a los pies de la Virgen de Fátima en su Capelina. Rosas blancas le llevó el Ángel a María cuando le pidió que fuera la Madre de Dios, en su humilde morada de Nazaret, como celebra hoy la Iglesia en la fiesta de la Anunciación. El sábado pasado despedíamos a la Madre Belén de la Cruz, me hubiera gustado estar en su monasterio junto a sus hermanas del Carmelo para despedirla, pero la Providencia quiso que, con un buen grupo de antiguas alumnas de Grazalema, su colegio, estuviera en el Santuario de Fátima. Allí, junto al corazón de la Señora, estaba Belén y tantas "rosas blancas", esas estupendas mujeres, que son un regalo de Dios.

Muchos recuerdos afloraron en las horas pasadas en el Capelina. La alegría, la paz y el buen humor de esas monjas del Carmelo de San Calixto. Las horas de conversación, oración, risas y cantos en el locutorio. ¡Cuánta paz y ganas de vivir y servir nos infundían! ¡Cuántos chicos que han decidido vivir una vida de seguimiento a Cristo, de amor, al verlas! Belén, una chica que teniéndolo todo en el mundo decide vivir una vida escondida, pobre, humilde en un lugar perdido de la sierra. FrÍo, calor, pobreza… Un día de frío invierno les comenté ¡qué frío estarán pasando!, y la Priora, con gracia, me dijo:" ni mucho, ni poco, don Juan Luis, el que hace," y cambio la conversación. Rosas blancas.

Otro día, esperando en el torno, se acercó una señora del pueblo con unas castañas en las manos. Son para las monjas, me dijo. Verá qué contentas se ponen. ¡Qué feliz se puede ser con tan poco! Belén era un tesoro para el convento, la necesitaban sus hermanas, pero el Señor la quería para Él. Más pobreza y riqueza para el Carmelo ¡Dios sabe más! Una rosa blanca en el cielo.

Rosas blancas, un buen ramillete subidas en un autobús. Once horas de viaje. Un montón de antiguas alumnas de Grazalema de peregrinación a Fátima. Madres a pedir por sus hijos, a rezar por sus esposos, padres, hermanos, amigos. A dar gracias a la Virgen porque esa hija ha vuelto al redil, porque la madre está mejor… Un tesoro de mujeres que son felices rezando juntas, que se apoyan unas a otras, que calladamente, sin ruidos sacan tantos hogares adelante. Rosas blancas que son el alma de la sociedad. Rosas blancas que piden que celebre la misa por Belén en Fátima, en el día de la Divina Misericordia.

Rosas blancas, mis alumnas de Grazalema, las de bachillerato, mujeres que piensan, que quieren servir a la sociedad, que quieren hacer un mundo mejor. Que no se conforman, que sueñan con ser libres. Que estudian y se preparan. Que rezan. Que son modernas, alegres, guapas. ¡Todavía quedan rosas blancas! Por ellas, para que cambien el mundo, hay otras rosas blancas, las profesoras, que se gastan con ilusión. Rosas blancas, sus madres, que quieren lo mejor para sus hijas. Que, porque las quieren bien, tienen que decir muchas veces que no y escuchar: "eres la peor de las madres". Benditas rosas blancas.

En el Santuario de Fátima se acerca un chico a una religiosa y le pide que rece por su hermano seminarista al que van a operar del corazón y por su primo de catorce años, que lleva en coma un año. Y la buena mujer se conmueve, le da un beso, le promete su oración diaria y le regala su rosario. Rosas blancas.

Una corona de flores blancas llevaba Belén adornando su cabeza. Una corona le espera en el cielo. Ha alcanzado la meta. La Priora, cuando se estaba apagando, le preguntó si tenía paz, completamente, le respondió, y que la Cruz era muy suave. Una rosa blanca y un beso en la frente le dio el Esposo al recibirla en el cielo. Un ramo de rosas blancas, de las que estaban adornando su féretro, le entregó la Priora a la madre de Belén. Rosas blancas que adornarán para siempre el Carmelo de San Calixto. Rosas blancas para esas mujeres fuertes, para esas madres, esposas, hermanas. Rosas blancas para el colegio Grazalema que pronto tendrá a una alumna en los altares. Juan Luis Selma

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