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El orden de los tiempos

El Rocío, historia de una hermandad

  • Su sede originaria estuvo establecida en la desaparecida ermita que se encontraba en la calle Santa Lucía núm. 9. Documentos encontrados del pago de misas en el siglo XVIII así lo atestiguan.

DE todos es sabido que el Rey Sabio Alfonso X, tenía costumbre de levantar ermitas en los lugares recién conquistados al Islam. Este fue el caso de la Ermita de Ntra. Sra. de las Rocinas, erigida en un lugar de encrucijada de caminos, de paso obligado y lugar frecuentado por pastores y ganaderos de Almonte, villa onubense, distante tres leguas y en cuyo término se enclavaba. Situado el lugar de peregrinación, pasemos a narrar los inicios de la Antigua y Real Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de El Puerto de Santa María.

El Gran Puerto de Santa María, como así viene referido en los más antiguos pergaminos rocieros, figura desde tiempo inmemorial entre los lugares donde primero arraigó la devoción a Nuestra Señora de las Rocinas. La de El Puerto se relaciona entre las diez primeras de las hermandades que "tenían establecida cada una su Regla", buen modo de Gobierno y Hermano Mayor, cuando en 1758 se publica la Regla Directiva de la Hermandad de Almonte, elaborada en 1757.

Acudiendo a las fuentes del historiador portuense Don Hipólito Sancho, sabemos que en 1586 ante la gran necesidad de hospitales que se experimentaba en la ciudad, los hijos de San Juan de Dios crearon sobre la ermita sede de la Hermandad y terrenos colindantes el hospital de Santa Lucía, fundado por el hermano de la misma Orden Amador de Orellana, cuya labor en el Puerto fue la de fusionar todos los hospitales que existían en la ciudad y centralizarlos en uno sólo. Este hospital se dedicaba fundamentalmente a la atención médica y piadosa de gente de galeras, pescadores y soldados.

Todas estas dependencias pasaron luego, por licencia otorgada por el Arzobispo don Luis Salcedo, a la Orden de las Madres Capuchinas, según viene recogido en la Crónica de la Fundación de dicho convento de nuestra ciudad. El 15 de octubre de 1729 la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío acudió al recibimiento dispensado a las monjas procedentes de Sevilla, junto a otras tres hermandades locales, celebrándose a continuación Función de Gracia, con asistencia del clero, militares y vecinos de la localidad. Como testimonio de esta antigüedad queda como vestigio un cuadro al óleo que data de 1768, que recibía culto en la ermita de Santa Lucía.

Por eventualidades no determinadas, la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de El Puerto dejó de asistir a la Romería, perdiendo su turno de entrada y su lugar en la celebración entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. Probablemente la situación política de la época, los hechos históricos que ocurrieron en Cádiz y más concretamente en la Bahía, tuvieran mucho que decir al respecto.

Es en el año 1953 donde se renueva de manera firme el deseo de reorganización de la Hermandad. En esta ocasión bebemos de las fuentes manuscritas de la persona que fue clave en todo este proceso: Don Rafael Sevilla López. El estar casado con una almonteña hizo que su curiosidad se convirtiera en proyecto, y éste, años más tarde, en inequívoca pasión.

Rafael Sevilla investigó lo que no estaba en los escritos hasta que dio forma y propició el ambiente necesario, para que a finales de los 50 y amadrinada por la de Villamanrique de la Condesa, se aprobaran los Estatutos de una Hermandad tricentenaria adormecida durante casi dos siglos.

Junto con los señores Caballero Noguera, Py Bononato, Ojeda Cantera, Emilio Sánchez, Rascón Macías, Sánchez Pece, Torrent Sánchez, Tejada Prieto y Felices Morro, consiguieron que su nueva sede canónica se situara en la Parroquia de San Joaquín, siendo su director espiritual el Rvdo. Padre don José María Rivas Rodríguez. El primer Simpecado que llevó la Hermandad, fue un lienzo de la Virgen, de forma ovalada en el centro, pintado por el artista portuense Guillermo Silóniz y que donó posteriormente a la misma.

Desde aquél entonces hasta nuestros días cada jueves anterior al Domingo de Pentecostés, después de haber celebrado su Misa de Romeros, en la capilla de la Virgen de los Caminantes, en el Paseo de la Victoria, la Hermandad recorre varias calles de El Puerto, con su carreta y Simpecado e insignias, entre caballistas, carretas y romeros al son de la "gaita" y tamboril, y al término de la finca, llamada "Las Marías del Rocío", a la salida de la ciudad en la carretera de Sanlúcar, hace su primer rengue de despedida ante el monumento erigido en honor de la Virgen del Rocío. Entre cohetes, salves y vivas se despiden a los hermanos-romeros que marchan hacia las Marismas.

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