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El Puerto

Polvo de estrellas y emociones

A priori, un texto adaptado por Yolanda García Serrano -con un Goya a sus espaldas al mejor guión por 'Todos los hombres sois iguales'-, te puede hacer pensar que en la cama además de polvos se pueden hacer otras muchas cosas. La música de Antonio Orozco y la sencilla pero efectista escenografía diseñada por el premio MAX 2007 a la mejor escenografía, Ricardo Sánchez-Cuerda, amparan una producción en la que estamos seguros que la directora de más éxito del teatro español de los últimos años, con trabajos como El 'Método Grönholm' o 'Gorda', ha intentado sacar el jugo de un texto que ya el cine había exprimido convenientemente con la exitosa película del chileno Matías Bize. En esta ocasión la versión teatral por ella dirigida, llega un tanto anémica de recursos que sean capaces de enganchar satisfactoriamente con el espectador.

Es usanza común de las productoras que mueven la telegrafía sin hilos de la escena nacional, recurrir a elementos mediáticos para mejor vender sus piezas teatrales, cuestión por otra parte legítima pero un tanto embaucadora con el público objetivo. En este caso Maskarada y producciones Come y Calla retoman la carrera teatral de la hija de uno de los mitos cinematográficos -muy a su pesar- del anterior Régimen, Pepa Flores, la Marisol de muchas infancias, que no obstante defiende su papel, difícil de interpretar, dentro de un espacio pequeñito e íntimo como es la cama, en el que se esconde todo un universo de emociones.

María Esteve da frescura y verdad a un personaje como el de Daniela Hernández, que en un principio busca tan solo una relación sexual esporádica y que, poco a poco va encontrándose con sus alegrías y sus miserias abiertas de par en par.

En cambio Roberto Sanmartín, actor que nos sorprendió a todos en la película de Benito Zambrano 'Habana Blues', pierde fuerza en su desparpajo interpretativo por la simpleza de no entendérsele parte de sus réplicas a la compañera ocasional de catre.

La división de opiniones no es exclusiva de la fiesta nacional por excelencia, en el teatro también suele ocurrir. Con un sobrero se pueden cortar orejas y rabo y por el contrario, fuertes expectativas creadas ante una buena terna se desvanecen con los toros metidos en el corral.

Una parte del público del Muñoz Seca, todavía no se ha enterado que los espectáculos teatrales se diseñan para ser percibidos por el público asistente sin interferencias ajenas al mismo. Parece ser que dentro del nuevo coliseo portuense debe haber algún bichito que propicia el estruendo de toses y estornudos cada vez que comienza una función. Sería recomendable se advirtiera de este despropósito por la megafonía del propio teatro, o por cualquier otro medio que se estime oportuno.

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