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El Puerto

Falsos mitos sobre la Feria

  • Existen tantos tipos de ferias como de portuenses y amigos

Jóvenes vestidas de flamenca, en la Feria de Primavera y Fiesta del Vino Fino.

Jóvenes vestidas de flamenca, en la Feria de Primavera y Fiesta del Vino Fino. / andrés mora

Existen tantos tipos de ferias como portuenses y amigos que nos visitan. El feriante de día o los que aparecen a la noche. Los fieles a la tierra que solo beben Vino Fino y los que del ron cola no los saques. Dada su universalidad, es una fiesta para todos los gustos y que, casi sin darte cuenta, te engancha para siempre.

Ciertos estudios concluyen que 9 de cada 10 personas que van por primera vez a la Feria de El Puerto repetirían. El resto asegura que se quedaría a vivir en Las Banderas, esperando al año que viene. Nuestra Feria transforma, incluso hipnotiza y, sobre todo, distorsiona la realidad. Conocida y vivida por tantísimas personas, el paso del tiempo ha fraguado algunas creencias y falsos mitos que dotan a nuestra feria de un idioma propio, basado en la ironía fina y en la hipérbole tan característica de nuestra tierra.

Muchos creen que a la Feria uno puede ir un rato, que cuando quiere se vuelve. Gran error

Hablemos primero de las personas de fuera. El feriante novato piensa que todas las casetas son privadas, que si no vas vestida de gitana te hacen un cerco y que cuando hacemos la comunión la Junta nos regala a cada andaluz un caballo para pasearnos por la Feria e ir al Rocío. Es creencia que la Feria es la cuna del flamenco y que llevamos la guitarra debajo del brazo. Luego escuchan a un grupito en La Cayetana versionando La Bicicleta y adiós mito.

"¿Y a ti, siendo de Donosti, te gusta la feria?", preguntan algunos. Qué ilusos. El de fuera forma parte de esos que se quedarían a vivir en el Real. Cuánto más castellano, cuanto más "guiri", antes aparece la flor en el pelo o el catavino en el bolsillo de la camisa. El no andaluz es presa fácil para la feria, que con tan solo desplegar sus encantos en forma de sevillana, catavino y serranito ya convierte al más ateo a la religión feriante.

Muchos creen que a la Feria uno puede ir un rato, y que cuando quiere se vuelve. Gran error. Tú no mandas, es ella la que manda en ti. La Feria, tan espontánea y caprichosa ella, te lleva en volandas. Porque en Feria no existe la puntualidad suiza. Ella fluye, por mucho que los móviles intenten impedirlo. Otro de los mitos es la típica frase de "en la Feria no hay cobertura" o el famoso "me quedé sin batería". Quién se cree eso. Cuanto más evites a quien no quieres ver, en más casetas te lo encontrarás.

Además, de qué sirve un reloj. En cuanto se pisa el ferial el cuerpo activa uno más natural, el reloj de "cuando te lo pida el cuerpo". Ese no atrasa ni adelanta y marca las horas cuando el hambre aprieta o cuando el Rebujito te reclama.

Porque la feria nunca es previsible. O sí. Porque cuando te montas en el canguro nunca piensas que se te caerá el zapato, y siempre termina por los aires. Porque cuando crees que no habrá gente para coger un taxi porque no es hora de irse, te encuentras una cola que llega a los cacharritos. Cuando dices que a ti los pinchitos no te sientan mal…y al rato te acuerdas de Marruecos y todos sus aliños. Cuando coges la escopetita para llevarte el peluche Bob Esponja más grande…y te tienes que conformar con el llavero de Naranjito. Cuando te comes un plato de pimientos fritos porque el aceite hace una película en el estómago, pero terminas cogiéndola monumental. Así de ingenuos somos en Feria.

Para varios mitos también darían las sevillanas. Cuanto más reniegues de ellas, antes terminarás bailándolas. Es más, aunque digamos que no, nos sabemos las letras de muchas de ellas. Está demostrado que el Fino es beneficioso para la memoria, y al final de la tarde no hay ninguna copla que se resista. Y aunque parezcan todas iguales, no lo son. No todas hablan de Sevilla, el Rocío y el cielo de farolillos. Nada más auténtico que la "margarita sueñe con ser romero" o el homenaje a "cuantas borracheras quita ese caldo del puchero".

Quién no ha tenido alguna vez la sensación al final del día al echar mano a la cartera y pensar que algún billete se debió caer al suelo. Falso. Te lo has gastado en ese espíritu de generosidad que provoca el albero. Aunque uno de los mitos más grandes del feriante es pensar que la Feria es la fiesta del compartir. No siempre es así. Digno de mención es el arte "gañoteril" del que llega a la Feria con un billete de 50 y los lleva de vuelta a casa impolutos, sin atisbo de albero.

Querida Feria, tienes mi venia para seguir engañándome, que siempre caeré rendido a tus antojos. Larga vida a sus mitos, que hacen a nuestra Feria, la de El Puerto, única, auténtica e irrepetible.

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