Los cañones

Ley de vida

La ley de vida más real y dura es la de que nacemos y morimos. Hay otra tan clara y real como esta, y es que Los Viejos copleros nunca Mueren. Me refiero a esos viejos copleros que sintieron pena por aquella gente que le reprochara que a la Caleta se dirigiera porque ya tuviera quien la venerara. De esos copleros capaces de jurarte por la mare que lo parió de estar con su Cai hasta que la muerte nos separe.

Esos copleros con arte para aconsejar al que tenga mal de amores o malos presagios de una enfermedad, que vaya a la Caleta una noche cualquiera, precisamente esa Caleta que solo Dios puede ser su dueño. Copleros con fuerzas para sacar de dentro un nuevo soplo de vida y seguir considerándose un principiante, un buscavida y trotamúsico que si esto le faltara se moriría para que lo quemaran a fuego vivo. Esos copleros que siendo quijotes del sur son hijos de la libertad y han llegado a ser héroes del tres por cuatro. Porque es verdad que nacemos y morimos pero el viejo coplero nunca muere. Que en todas las reuniones de los mayores en el bar acabamos con lo que se va a quedar como Himno del Carnaval; la presentación de 'Voces Negras', le pese a quien le pese. Copleros que empezaron como un mayordomo y ya son hasta invencibles.

Es una pena que la gente se muera, pero aún es peor que después de muerto nadie se acuerde de él. Por eso un coplero que fue charlatán de feria y que ha sido ángel y demonio nunca va a estar entre rejas de silencio y olvido, porque nunca estuvo tras la máscara y cantó siempre las verdades del barquero.

Por eso, hoy veintiséis de enero, en este patio vecinos que es el Falla vamos a darnos el gusto de oír a esos viejos copleros que nunca mueren, esos caballeros de la piera reonda, esos copleros de la comparsa del genio. Todos nacemos y todos morimos, solo algunos nunca morirán. Es ley de vida.

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