Diario del Carnaval

"Bonito es todo lo que hizo y la prueba es que sigue cantando"

  • José Gómez Gómez recuerda como el "gusanillo" y los erizos convencieron a Paco para escribir este año

La chirigota de Paco Alba 'Los abuelitos chirigoteros', del año 1974.

La chirigota de Paco Alba 'Los abuelitos chirigoteros', del año 1974. / d. c.

José Gómez Gómez, 'El Titi', después de 30 años en la calle, hace sólo unos cuantos que dejó de salir en chirigotas, aunque todavía participa en la charanga familiar de la peña Paco Alba. No obstante, su centro habitual de tertulia es la peña Nuestra Andalucía, donde se habla de Carnaval todo el año, pero al llegar estas fechas se convierte en un hervidero de comentarios y discusiones, en las que participan tanto veteranos comparsistas, coristas y chirigoteros como miembros de la nueva hornada.

Ese año de 1974 en que Paco Alba había pensado no escribir, llegó, como siempre, el tiempo de los erizos, "que a Paco -recuerda El Titi- le gustaban mucho. Nos reuníamosos todos aquí en la Viña y le llamábamos siempre que había".

Fue en una de esas reuniones cuando Paco notó que el gusanillo de "su pasión" como él le llamaba, podía más que las decisiones más razonadas y me dijo: 'Este año te voy a escribir una chirigota'". José Gómez ya había salido con la comparsa de Paco el año de 'Los julianes' y en la chirigota 'Los romanceros', que escribió en 1965.

Del mes y medio que estuvieron en Madrid 'Los julianes' recuerda que "allí, con el cielo tan bajito, nos asfixiábamos todos, no sólo Paco. La mayoría caímos malos y hasta tuvimos que ponernos inyecciones. Otra cosa que extrañaba era esa agua tan fina que, cuando te lavabas, parecía que nunca se te quitaba el jabón. Dicen que eso pasa porque allí el agua es más buena, pero yo prefería la de Cádiz".

En 1974 José Gómez volvió a disfrutar de esos peculiares ensayos con Paco Alba, en los que "nos reíamos mucho, porque, aunque a simple vista no lo parecía, tenía mucha gracia. Nos enseñaba todos los gestos que teníamos que hacer, no se limitaba a decirlo. Yo seguía sin entender como podía identificar nuestras voces cuando se iba a la calle a escuchar como sonábamos para corregir los errores de cada uno".

"En comparsa -afirma- fue el mejor. Todo lo que ha hecho me gusta y lo que se sigue cantando por ahí es lo de Paco. Yo he salido con casi todos los autores, pero sólo hablo de dos: Paco Alba, que fue un maestro en los pasodobles, y Eduardo Delgado, el número uno en los cuplés, algo que reconocía el propio Paco, que le admiraba mucho".

Recuerda que "a Eduardo le decíamos 'que nos hacen falta más cuplés'. Entonces él hacía un gesto muy característico, se ponía la gorra al revés, cogía un papel y se ponía a escribir uno detrás de otro. Era capaz de sacarle punta a cualquier cosa. Igual le pasaba a Paco en su estilo, no como ahora, que te encuentras a algún autor y te dice: 'Oye, a ver si se te ocurre algún tema'. "Tampoco lo de la calle -asegura- tenía comparación con lo de ahora. El tipo había que pagarlo y sacar algo para nosotros, por lo menos, así que no parábamos. Yo he llegado a mi casa más de una noche a las cuatro o las cinco de la mañana, nada más que para lavarme la cara y a cantar otra vez. Y después, cuando terminaba el Carnaval, a los contratos por la provincia".

"Pero cantar -añade- le cantábamos a todo el mundo. Recuerdo un día que nos encon tramos en la plaza de San Juan de Dios a una mujer gitana, con cuatro niños, que había venido de fuera y nos dijo que le cantáramos algo, que llevaban todo el día dando vueltas, despistados, y no habían oído a nadie. Los metimos en el bar de Los Pabellones, compramos pescaíto frito, los invitamos y le cantamos todo el repertorio. Con el dinero que recogimos pagamos el pescado y el resto se lo dimos a ella". Y es que "el dinero era importante, porque nos hacía falta, pero no era lo único y tampoco nos gustaba que la gente, por tener dinero, se creyera que era nuestro dueño. Otro día un tío muy chulo nos llamó, con un aire muy autoritario: 'venga, cantarme', y, como veía que dudábamos, se sacó un gran fajo de billetes. "¿Cantar ahora - le dijimos- pues ahora menos. Y allí se quedó esperando".

El Titi no puede resistirse a la tentación de contar la divertida anécdota de aquella actuación en San Fernando, años atrás, de la chirigota 'Los romanceros', que dirigiera su hermano, Enrique 'El Molondro': "El había ido a comprar pescado, pero por el camino se tomó alguna copita. Nos tenía que indicar el cuplé que teníamos que cantar y empezó por ese que comenzaba 'por culpita de los celos', pero cuando lo terminamos, vuelve a decir 'por culpita de los celos' y no había quien lo sacara de ahí". La gente se moría de risa porque se creía que era una parodia que teníamos preparada, pero nosotros acabamos gritándole: 'Enrique, vete'. Se enfadó, cogió su cartel de romancero y se vino andando hasta Cádiz. Nosotros desde el autocar, al lado, íbamos llamándolo, pero no hubo forma de que se subiera".

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