Febrero. La final

Diario de un pirata (II)

  • Arrancó el Concurso con una preselección en la que cantamos con Martín. En esta segunda parte de la historia se desvela cómo vivió el grupo aquel febrero

Un momento del homenaje al Comparsista.

Un momento del homenaje al Comparsista. / Joaquín Hernández Kiki

El día del debut en el Falla siempre es complicado. Quedamos por la mañana para vernos, desayunar cerca del teatro, comprobar si hace falta ayudar a Antonio y Ricardo llevando el atrezzo y quitarnos un poco los nervios. No hablamos demasiado. Sólo hay ganas de largar ya. Nos cruzamos con aficionados en La Bella Italia. La que os va a dar Martín esta tarde piratillas. Hombre claro, como todos los años, ji ji. Hemos quedado para vestirnos en la tienda de electricidad que tiene Edu en los callejones, cerquita de la Peña Nuestra Andalucía. Vamos llegando y Paco Leal se pone al lío entre ocurrencia y ocurrencia. Un genio irrepetible, una persona auténtica y bondadosa. Perico qué cara de cabrón te han puesto joé. Antonio está tranquilo. Al menos aparentemente. Ángel tenso. Como le gusta. Sereno pero concentrado. Cuando cae la noche iniciamos el pasacalles. Encendemos unas antorchas y marchamos por Diego Arias hacia el teatro. Paquito le ha soltado el bordoneo a la caja, que suena destemplada, pom, pom, popopopom, el bombo y el platillo callan. Al frente de la banda el capitán y Paco el Catalán, con la bandera pirata, detrás el resto. Serios, miramos mal a la gente, que no sabe si reírse o echar a correr. Algún niño se asusta. Hay que meterse en el papel y tampoco tenemos ganas de bromas en esos momentos. Vamos a saquear la Tacita. Detrás de nosotros Antonio, Begoña, Jesús, Paco Leal, nuestro recordado Miguel el de la Cruzcampo, El Piru con su chaquetón marinero y su brillantina en el pelo, Chicuelo cargado de bártulos y disfrazado como un pirata más... La llegada al Falla es como siempre. Mucha expectación. Fotos, muchas fotos. Reportajes, entrevistas, fírmame aquí. Nos encerramos en el camerino grande. Hacemos voces. Pocas, como de costumbre. Ángel toma la palabra. Señores, tranquilos. Ya estamos aquí. Cantamos con la cabeza. Hoy no vamos a poner el Falla boca bajo, hoy no es el día, ya lo sabemos, no hace falta que diga más na. Somos los mejores. Cantamos pa nosotros y pal que nos quiera escuchar con los oídos limpios. Esto es mu largo, ya habrá tiempo. Ea, vámonos pa abajo, y ya nos concentramos. No hablamos con nadie. Después de cantar, lo que quieran. De repente nos encontramos en el escenario. El barco pirata ya está allí, esperándonos. Antonio y Ricardo parecen tener seis brazos cada uno. Nos escondemos detrás del galeón. Unimos nuestras manos como si fuéramos un equipo de chiquillos. Un, dos, tres....iiiiiin. ¿Ángel va telón? Dale. Javi Osuna anuncia la comparsa. El Falla ruge. A medias claro. Hoy no es el día. El telón sube. Pero no salimos. De repente, los que llevamos sandalias hemos decidido quitárnoslas y cantar descalzos. A última hora. Muy propio de nosotros. Alguno casi se cae con los nervios al intentar liberar la hebilla. Mariano suelta una de las suyas. Nos da un ataque de risa justo antes de salir a cantar, no podemos parar. Pasa un minuto y no aparece nadie por el escenario. La gente se impacienta. ¿Qué pasa? Pero la risa tiene un efecto terapéutico. Se lleva la tensión. Ea, ya vale. Serios. Edu, dale. Suena un bombazo. La, lalalalalalala, la, la la la la lala... Por las barbas de Neptuno...

La noche después del estreno llegamos al local de ensayo para comentar la jugada. Antonio se encuentra con algunos perfectamente afeitados. ¿Qué pasa que ya ha terminado el Concurso?, vaya tela. La comparsa ha gustado mucho, pero no ganará de calle. Los angelitos vienen fuerte. A la gente le gusta ese estilo más suave, sin estridencias. Y Martín es Martín. Nunca se le puede descartar de nada. En la primera semifinal de tarde pegamos más, la gente empieza a hacer sus quinielas, las músicas del popurrí van quedándose. En la segunda semifinal abrimos telón con un Falla aún frío. No conectamos. Cantamos demasiado relajados. Al Barba no le gusta. Parece que ya habéis ganado.Ángel sale del Falla ese sábado con la mosca detrás de la oreja. Mientras nos encaminamos hacia el estudio de grabación de Mario, en La Laguna, para dejar listo el CD de ese año, nos mira serio. Hoy se nos ha podido escapar el primer premio. No para de darle vueltas. Al día siguiente pasamos a la gran final.

La noche del lunes vivimos uno de los momentos más tensos que recuerdo en mis años en la comparsa. Desde que en diciembre su marido asesinara a Ana Orantes prendiéndole fuego, después de que esta denunciara en Canal Sur la situación de maltrato continuado que padecía, Ángel le ha pedido a Antonio un pasodoble sobre ese tema, sobre la violencia de género. A tres días para la Final, el Barba aún no lo ha traído. Los gritos inundan el local. ¡Si no traes ese pasodoble no ganamos, te lo digo para que lo sepas. Van a llegá los angelitos y nos van a dar un revolcón gordo! ¡Pues no me sale! ¡Pues ponte oé, ponte, inténtalo! ¡¿Y por qué no lo haces tú?!, ¡que tanto sabes, hazlo tú, si tan claro lo tienes, y si no cantad lo que os dé la gana! Tenéis pasodobles de sobra. ¡Sí, pero necesitamos Ese pasodoble, el que la gente espera de nosotros, el que rompe en la Final, como el del Papa, como Acércate torito! ¡Po nada. Si queréis cantar en la Final bien, y si no po no cantéis. No es mi problema. Yo tenía que hacer un repertorio y lo he hecho, 11 pasodobles nada menos. Escoged los que queráis y cantarlos!Condió. Y se va. Echando chispas por los ojos, con una mezcla de rabia y pena, Antonio se va de la nevera. Esa noche apenas si ensayamos. Intentamos interpretar el popurrí pero Ángel lo para a la mitad. Mira, sin ganas esto es pa na. Vámonos. Mañana será otro día. Y así es. Cuando vamos llegando a la nevera José Luis nos anuncia con una sonrisa que el Barba ha hecho Ese pasodoble. Saluda más relajado. Coge la guitarra. Bueno, cabrones, a ver si os gusta. Se coloca un papelito con la letra en el muslo y casi en un susurro entona: Con permiso buenas tardes... vengo pa que me detenga. En entrevistas y biografías autorizadas posteriores Antonio relata que se le ocurrió el pasodoble mientras quitaba un fregao de en medio. Será. El caso es que es difícil entender la comparsa 'Los Piratas' sin ese último pasodoble que cantamos en el Concurso y que, igual, sin la presión de Subiela no hubiera visto la luz. O al menos no la hubiera visto ese año, porque está claro que Antonio lo llevaba dentro y que algún día lo hubiera vomitado. Barba eres un... si sabes hacer esto porque esperas hasta el último momento. Ahora es cuando me ha salido, ¿qué le hago? Ea, pues tenemos dos días para meter un pasodoble y cantarlo en la Final señores. Vamos a dejarnos ya de tonterías que nos lo jugamos todo. Y eso hacemos, martes y miércoles nos dedicamos casi exclusivamente a meter el pasodoble. Antonio lo escribe en la pared de la nevera con un rotulador rojo y le damos diez, veinte, treinta veces... hasta que sale perfecto.

Y llega el jueves de la Gran Final. 19 de febrero de 1998. Nos toca actuar en el segundo bloque, justo después de la chirigota 'Club de Fans de Estrellita Castro' de mi amigo Sánchez Reyes y antes del segundo descanso. Una hora ideal para hacer lo que no habíamos hecho hasta entonces: poner en pie el teatro. Esta vez nos preparamos en la peña Nuestra Andalucía, rodeados de fotos de comparsas míticas, con nuestra gente, con el caldito de Chari, la madre de Carli y Edu, con el apoyo de nuestra gente y con muy buen humor. Nos vamos para el teatro con la hora justa, sin hacer pasacalles porque llueve. Llegamos al Falla y hacemos voces. Le damos a la presentación y los cuplés. No cantamos los pasodobles. Pepe Chulián se concentra. Se sienta en un banco, cierra los ojos y mentalmente interpreta todo el repertorio. Es una superstición. Antonio tiene muchas. Entre ellas la de saber si ese año he tenido ese sueño en que me veo cantando con la comparsa en el Falla y de repente se me olvida la letra. Más que un sueño es una pesadilla, pero una pesadilla que siempre tiene un final feliz. Otra manía es ver hasta los cuplés en un lado del escenario y la pieza final en el otro. El Barba está contento. Presiente algo grande. Se abre el telón y empieza la actuación. Esta vez sí, esta vez la conexión es inmediata. El primer pasodoble es Carnecita de gallina. Carli lo acaba a duras penas. Su piratilla, Javi, está ingresado en el Puerta del Mar. La gente no lo sabe pero nosotros sí. Se enjuga una lágrima con el dorso de la mano. Ángel le da un beso. Jose un cate cariñoso. Javi, Pablo, el hijo de Miguel García Cossío, y Álvaro, el de Antonio, han nacido con pocos meses de diferencia. La familia crece. Nos preparamos para el segundo pasodoble. Porque por primera vez, no tengo, no tengo miedo... Cuando acabamos se oye casi un rugido que nos eriza el vello. El aplauso es largo, larguísimo, histórico. En ese momento somos conscientes de que será difícil que nos quiten el primer premio. Nos venimos arriba. Cantamos los cuplés como nunca, el Falla corea los dos estribillos, el popurrí sale perfecto, disfrutamos cantando, interpretando, nos sentimos piratas, lo que tantas veces Antonio nos ha pedido y tanto nos ha costado. El Barba ha visto la actuación entre bambalinas. Al acabar todo son abrazos, risas, besos. Volvemos haciendo pasacalles por Diego Arias y vivimos uno de esos momentos mágicos. Son las dos de la mañana pero a nuestro paso las ventanas se van abriendo, la gente aplaude, nos piropea, Edu hace sonar el platillo constantemente, Mariano grita oles que despertarían al mismísimo Morfeo. Subiendo la calle nos encontramos con 'El cielo de Cádiz', con Tino, Bienvenido, Kichi, Fali Figuer, los Obregón, buena gente, buena comparsa. Nos dan la enhorabuena por la actuación de manera sincera, nosotros les deseamos suerte para la suya del mismo modo. Llegamos a la peña y nos cambiamos. Quedan aún horas para que el jurado dé su veredicto. Mariano, que nunca escucha los premios, decide no ir esa noche a trabajar a la Lonja de la Fruta y se queda para liarla. Nos tomamos unos vasos. Nos reímos tanto que alguien dice: Reirse que como os den un tercer premio vais a llorar. Pero no hay forma de parar. Hemos empezado una celebración por anticipado hasta que casi a las ocho de la mañana el jurado sale a escena. Comparsas. Cuarto premio, El Baratillo; Tercer premio, Patiovecino; Segundo premio... silencio que se hace largo, Ángel y yo estamos sentados uno al lado del otro, nos agarramos por los hombros mientras, casi sin querer, nos vamos levantando de la silla... 'El cielo de...'. La locura. Se desata la locura por otro primer premio. Buscamos a Antonio. Ha vuelto a hacerlo. Ha compuesto una obra magnífica, nueva, fresca, una de esas comparsas que quedará para el recuerdo de los aficionados y que supondrá un antes y un después en la modalidad. No hablo de la mejor de la historia, aunque así fuera considerada en una macroencuesta realizada entre 123 autores y publicada por el Diario del Carnaval el 8 de febrero de 2010, sino de una de esas agrupaciones que queda para siempre y que resiste el paso del tiempo.

¿Y después?, ¿qué pasó después? Pues después pasó lo esperado. 'Los Piratas' cogieron carretera y manta y cantaron en cien y un lugares, desde el galeón de Isla Mágica hasta unas bodas de oro de unos abuelos jerezanos, desde la comunión de la ahijada de Paco Leal en Los Dedócratas a un auditorio con capacidad para miles de personas en Estepona. Fue un gran año. Una gran comparsa y un gran grupo de amigos. En ese momento pocos habríamos podido pensar que esa unión y ese vínculo que parecía entonces irrompible se resquebrajaría apenas dos años después. Pero esa es otra historia.

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