Reportaje

La tragedia de los 'Busby Babes'

  • El miércoles se cumplió medio siglo del siniestro aéreo que le costó la vida en el aeropuerto de Múnich a un prometedor equipo del Manchester United

6 de Febrero de 1958, aeropuerto de Reim (Múnich), primera hora de la tarde. En medio de una tormenta invernal, el vuelo chárter 609 de la BEA (British European Airways), procedente de Belgrado, realiza una escala técnica para repostar. A bordo viaja la plantilla del Manchester United, una partida de chavales que se apodan los Busby Babes. Es la época en que los equipos latinos, comandados por el Real Madrid, dominan en el Viejo Continente, y el carismático míster escocés, Matt Busby, intenta devolver la hegemonía a los inventores del fútbol. Aplicando un intenso trabajo de cantera, el Manchester ha ganado los campeonatos de Liga de 1956 y 1957 con un equipo cuya media de edad no supera los veintidós años. El defensa internacional Roger Byrne, con veintiocho, es el más veterano de un grupo de chicos que está empezando a forjar su leyenda: Johnny Berry, Jackie Blanchflower, David Pegg, Bill Foulkes, Dennis Viollet, Liam Whelan…

Los Bebés de Busby regresan a su país eufóricos. Acaban de eliminar, el día anterior, en los cuartos de final de la máxima competición continental (cuando todavía se denominaba Copa de Europa) al Estrella Roja. En un trepidante partido, el Manchester se había adelantado 0-3 antes del descanso, luego el equipo yugoslavo consiguió igualar el choque, pero el empate a tres clasificaba a los ingleses (vencieron 2-1 en el encuentro de ida) para las semifinales de la Copa de las orejas. Allí les espera el Milán, y en el horizonte se asoma el todopoderoso Real Madrid. La final más esperada y revancha del año anterior, cuando en semifinales los reds cayeron ante los merengues.

La aeronave, un bimotor Airspeed As. 57 Ambassador, bautizado como Elizabethan, concluye su carga de combustible. El tiempo empeora. Nieva en Múnich, con fuertes vientos, y los pasajeros soportan mal la perspectiva de volar en esas condiciones. Entre ellos Duncan Edwards, la estrella del equipo, pues es conocida su aprensión a los aviones. El piloto realiza dos intentos de despegue, pero se ve obligado a abortarlos debido a problemas en los motores. En una tercera tentativa, a las 14:20 horas, el Elizabethan no consigue levantarse, se desliza por la pista helada, atraviesa la valla del recinto e impacta contra una casa, incendiándose a continuación. Marca lo relató así: "Testigos presenciales del accidente informan que el aparato rozó las copas de algunos árboles en un extremo del aeropuerto, para después caer sobre el tejado de unos hangares. Al chocar, la sección de cola se rompió y se deshizo". Uno de los supervivientes, Peter Howard, fotógrafo del Daily Mail, escribió en su diario: "Los asientos comenzaron a vibrar. Todo parecía hacerse pedazos… con otros viajeros vi un hueco en los restos del avión y por allí arrastrándonos pudimos salir. Harry Gregg no paraba de gritar: 'Vamos muchachos, salgamos de aquí'".

El suceso conmociona al mundo futbolístico. Mueren 23 de los 43 pasajeros. Ocho jugadores: Colman, Taylor, Byrne, Jones, Whelan, Pegg y Bent. Edwards fallece de sus heridas pocos días después. Blanchflower y Berry se salvan pero, debido a sus lesiones, no podrán volver a jugar. También pierden la vida: tres componentes del cuerpo técnico; ocho periodistas, entre ellos Frank Swift, antiguo portero internacional; dos miembros de la tripulación; un seguidor que viajaba con el equipo y el delegado de la agencia de viajes. Matt Busby manda un mensaje por radio a los aficionados: "Damas y caballeros, les hablo desde una cama en el hospital de Múnich. Después del accidente sufrido hace un mes, les gustará saber que los jugadores que quedan y yo mismo nos estamos recuperando poco a poco".

Nunca terminaron de aclararse las verdaderas causas del siniestro. Al principio se atribuyó a la presencia de hielo en la parte superior de las alas del aeroplano. Más adelante se supo que el accidente había sido causado por la formación de aguanieve al final de la pista, lo cual provocó una desaceleración en el avión, impidiendo que alcanzara la velocidad necesaria para ganar altura. A pesar de estas conclusiones, las autoridades de Alemania Occidental emprendieron acciones judiciales contra el piloto, capitán James Thain, señalado como el culpable directo de la catástrofe. Thain fue despedido por la BEA, no volvió a volar y se estableció como granjero. Once años más tarde, una investigación oficial le levantó todos los cargos, siendo declarado inocente de cualquier responsabilidad del accidente.

El equipo tiene que ser reconstruido completamente. Un jovencito de veinte años, un tal Robert Charlton, al que llaman Bobby, queda herido de gravedad pero logra recuperarse: es uno de los jugadores con más proyección del momento y en torno a él se rearmará el United. Busby retomó el cargo de entrenador la temporada siguiente. Con una plantilla en transición, intentó gestar una nueva generación de Babes, pero no pudo repetir los éxitos logrados antes del desastre. Hubo que esperar hasta una década después, en 1968, para que el Manchester, liderado por el inimitable George Best, ganara la Copa de Europa derrotando al Benfica. La dedicatoria, no podía ser otra: "A los héroes de Munich". Jóvenes, brillantes y con carisma, el recuerdo de ese conjunto pervive 50 años después de la tragedia. Su guardameta Gregg define muy bien los sentimientos que provocaban sus compañeros: "La magia del Manchester pudo morir en Múnich, pero las emociones que generó aquel equipo permanecen imborrables en la memoria de los aficionados".

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