El análisis

De una campaña pésima a una trágica

  • La temporada del Cádiz nació torcida y sólo ha hecho empeorar l Algunas de las claves del fracaso pueden encontrarse en la 'espantada' de Baldasano, el desequilibrio de la plantilla o la ausencia de futbolistas clave en el pasado l Las apuestas por entrenadores de la casa tampoco salieron bien

TODA buena historia que se precie ha de tener presentación, nudo y desenlace. La actual temporada del Cádiz también. Nació con vocación de superproducción, se desarrolló con pobreza argumental y altibajos de película mala, y amenaza con acabar como un melodrama de lágrimas y pañuelos al viento. Las claves que han llevado a la peor crisis de la entidad en los últimos cinco años son varias y merecerían un estudio casi antropológico, aunque podría decirse que han tenido tres causas principales: un proyecto irreal, nacido de los delirios de grandeza de Arturo Baldasano; una plantilla desequilibrada y sobrevalorada; y los errores a la hora de la elección del mandamás del vestuario.

La plantilla

Félix Carnero y Vicente del Bosque fueron los encargados por Baldasano de construir su proyecto faraónico, ése que pretendía convertir al Cádiz en un par de años en un equipo UEFA. "No quiero hacer del Cádiz un Villarreal, quiero hacer un Valencia", llegó a decir en una entrevista concedida a este periódico. Sobran los comentarios.

Su ambición de lograr la cesión de algunos futbolistas del Madrid o el Valencia se fueron rápidamente al traste y acabaron firmando a los Yago, Gastón Casas, Parri... jugadores avalados por su trayectoria pero que no han encontrado la continuidad ni la tranquilidad necesaria para ofrecer su mejor versión.

Tras las primeras cuatro derrotas, Baldasano, en una de sus últimas decisiones, destituye a García Remón. Desde el Ayuntamiento se le aconseja que fiche a Jose González, que incluso llega a viajar a Madrid y a reunirse con Moisés Israel, aunque no hay acuerdo y Antonio Calderón se hace cargo del equipo.

la crisis institucional

Arturo Baldasano amaga con marcharse el 19 de julio y Antonio Muñoz llega a expulsar de la sede del club a sus lugartenientes: Moisés Israel -el ideólogo del proyecto- e Iván Baldasano. Tras la mediación de la alcaldesa, ambos firman el traspaso de poderes. Después de perder con el Éibar en el Carranza, Baldasano, consciente de que su plan de ascender se desmorona como un castillo de arena, anuncia que abandonará el club porque, según él, la situación económica que se ha encontrado es diferente a la prometida; amenaza con hacer pública una auditoría que demostrará que el Cádiz está en quiebra. Aún no lo ha hecho.

Muñoz recupera el control el 31 de octubre, con el equipo en puestos de descenso tras perder en Elche 1-0. Es ahí donde comienza la remontada, que llega a su punto culminante en enero, cuando el Cádiz se sitúa a cuatro puntos del ascenso tras vencer al Sevilla Atlético en el Pizjuán. A partir de ahí, la debacle.

la marcha de lobos

Otro de los factores que ha podido influir en la situación actual es la venta en el mercado invernal de varios futbolistas importantes. Lucas Lobos, quien, hay que decirlo, lleva casi toda la temporada en el dique seco tras practicársele una artroscopia en una de sus rodillas; Pavoni, Armando y Vella abandonan la entidad. El fichaje de Lobos por el Tigres mexicano salva la crítica situación económica de la sociedad. En el momento de la venta, el consejo, que ya entonces tenía claro que el ascenso era inalcanzable, decide prescindir de sus servicios por una buena suma de dinero. Seguro que no se le pasó por la cabeza que cinco meses después el Cádiz oliera tan de cerca la fetidez del pozo de la Segunda B. El caso de Armando es especialmente sangrante para la afición, que no entiende cómo un portero al que aburren García Remón y Calderón se hace con la titularidad en el Athletic de Bilbao, en Primera División, nada más llegar. Acaban de renovarle una campaña más.

los refuerzos

Los refuerzos que llegan en enero no funcionan. Bangoura es un tanque, demasiado torpón con el balón en los pies, Kosowski aparece a arreones para exhibir una calidad que no prodiga y Natalio, aún siendo el de más nivel y marcar algunos goles importantes, se muestra sumamente inconstante y roza la apatía en sus actuaciones. La ausencia de futbolistas como Jonathan Sesma, un pulmón por la banda, una ayuda en defensa y un peligro constante en el ataque, se antoja fundamental para la desaparición de las señas de identidad del Cádiz de Jose González y Víctor Espárrago.

repetición de errores

Si algo se le puede achacar al consejo cadista, que se encontró con una papeleta complicadísima en otoño, es no aprender de los errores. Las apuestas arriesgadas con los técnicos sólo le han salido bien con Jose González, cuando lo elevaron del juvenil al primer equipo y se logró el ascenso a la categoría de plata. Luego han llegado los fiascos de Oli y de Calderón y Procopio en una misma temporada. Cuando se vislumbró que el equipo ofrecía síntomas de descomposición, hubiera sido lógico tirar de Jose, que el año pasado, con un equipo similar, fue capaz de clasificarlo en un plácido quinto puesto. Se tardó en destituir a Calderón y se eligió mal a su sustituto.

la ansiedad

La cercanía de la Segunda B bloquea a los jugadores, que sólo han sumado un punto de los últimos 15 posibles, ante la Real, perdiendo en casa ante el Sporting y el Nástic y fuera con el Celta y el Ferrol. A falta de tres jornadas, el Cádiz está obligado a manejar una situación dramática para evitar que una campaña pésima se convierta en trágica.

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