Fútbol l Primera División

Sigue la maldición 'perica'

En un derbi vibrante, la intensidad del Espanyol acabó por congelar al Barcelona, incapaz de cerrar el partido cuando lo tuvo al alcance de la mano gracias a la extraordinaria inspiración de Messi. El clásico barcelonés acabó en tablas porque el Barça no supo imponer su jerarquía sobre el partido. Se dejó igualar por el empuje del Espanyol, un equipo de menor rango, pero con más sangre.

A falta de Ronaldinho, nuevamente en el banquillo por decisión técnica, por primera vez en el campeonato de Liga, Messi sostuvo al Barcelona. Pero el brillo del argentino no le alcanzó al equipo azulgrana. Le faltó pegada y capacidad de definición pese a su línea de ataque, formada por tres gourmets, Bojan, Iniesta y el propio Messi.

Muy pronto se vio el Barça con ventaja. Demasiado pronto, a tenor de cómo se desarrolló el partido. En el minuto 6, Messi dinamitó el derbi. De la nada, el argentino se inventó el gol. Con el balón cosido al pie, tumbó a Clemente Rodríguez y Torrejón, que se movieron a cámara lenta en comparación con la punta de velocidad del delantero azulgrana, un maestro en el cambio de ritmo. El balón, retrasado desde la línea de fondo, lo remató con suavidad Iniesta.

El Barcelona comenzó a transmitir su mejor imagen. Combinó el esfuerzo de sus centrocampistas con la movilidad de sus delanteros. Fue un equipo más solidario y menos previsible, brillante por momentos, pero le faltó la constancia de los grandes.

El descanso le sentó fatal al equipo azulgrana. Le cortó el ritmo de su juego y la inspiración de sus mejores hombres. Enfrente, el Espanyol firmó un auténtico auto de fe. A falta de inspiración futbolística, el equipo de Valverde le imprimió una marcha más al partido.

La apuesta le salió a la perfección porque el Barcelona no supo cómo reaccionar al cambio de escenario. Las triangulaciones en el centro del campo y su dulce dominio del partido se quedaron en el vestuario. Aguantó el tipo, sostenido por un excelente Milito, pero apenas hubo noticias del conjunto de Rijkaard en la segunda parte. Sólo un arreón final, un par de llegadas del aparecido Ronaldinho y una carrera de Messi, cuando el Espanyol ya se había desfondado.

Apareció Ronaldinho en el partido, pero su entrada fue sintomática. Tres minutos después de que el brasileño saltase al césped, el Espanyol empató. Lo hizo en una excelente incursión de Riera por la banza izquierda. El mallorquín habilitó a Coro, autor nuevamente de un gol muy importante para su equipo.

Al final, ambos equipos dieron por bueno el empate en un partido de alto voltaje, jugado siempre a la velocidad que requieren los derbis. Al Espanyol le cabe el consuelo de haber igualado un partido que pintaba muy feo. El Barça recuperó por momentos sus mejores sensaciones, pero acabó diluido por la fuerza de un equipo con más corazón.

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