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Gran alegría en una semifinal desangelada

  • El Cádiz rompe los pronósticos y tumba al Athletic (2-0) gracias a una completa segunda parte · Tras el descanso, el equipo amarillo anula a Yeste, que se desespera y acaba expulsado

No era una labor fácil ilusionar a la afición del Cádiz después del espantoso ridículo del descenso. Como no se cansa de decir Javi Gracia: es cuestión de cultivar ilusión. No acertó tanto el entrenador cuando señaló en la previa del partido que percibe que los seguidores están con el equipo. Lo de ayer siembra más que dudas. Y es que no se recordaba en años un estadio tan vacío, por no decir que no ha ocurrido nunca, siendo un partido del Trofeo de los trofeos con el anfitrión como protagonista.

El Cádiz comenzaba el encuentro perdiendo moralmente por culpa de esa buena parte de su masa social que ayer no quiso o no pudo estar en el coliseo de la capital. Era un handicap gordo superar esa criba que a buen seguro amargó la tarde a los consejeros, ya que la repercusión en caja será para temblar.

Pero centrándonos en el duelo entre un Segunda B y un Primera, hay que señalar que el conjunto amarillo logró la hombría de sacar más color al rojo vertical de la elástica bilbaína. David tumbó a Goliath, que se suele decir en estos casos. Dos goles pusieron una justa diferencia que pudo ser mayor si entre un tanto y otro, una sucesión de ataques locales se hubieran definido de otra manera.

En el primer periodo el juego dejó mucho que desear con un Cádiz en preparación y sin definir, y un Athletic que se atasca en el tramo final de pretemporada sin un rumbo fijo.

Javi Gracia optó por el once previsible a tenor de sus ensayos en los entrenamientos de esta semana, colocando un novedoso triángulo por delante de la defensa en el que parecía que Fleurquin no estaba cómodo del todo. Positivo los galones asumidos por Fran Cortés, que puso la creatividad, la chispa y las mejores intenciones de la primera parte. Pero al Cádiz le faltó encanto en la misma cantidad que público a la primera semifinal.

Era previsible que los pupilos de Joaquín Caparrós tomaran el mando aprovechando la clase y visión de Yeste, por lo que sólo quedaba ampararse en alguna ación esporádica para hacer daño. La tuvieron Enrique, Acuña y Fran Cortés, que casi sorprende a Iraizoz con un lanzamiento desde el centro del campo.

No hubo mucho que destacar en una primera mitad aburrida en líneas generales y de las que no se recuerda en el Trofeo. Tampoco el Athletic demostró ser un digno participante en el prestigioso cuadrangular.

En cuanto al rendimiento de las caras nuevas en los primeros 45 minutos, destacar al portero Casilla, que derrochó seguridad y presencia en todos los balones que le llegaron. A David García se le vio que le falta y que quizá era precipitada su alineación ayer. Dani Fragoso intervino poco, aunque dejó muestras de saber qué quiere y cómo lo quiere. Juanma estuvo gris y apenas pudo demostrar más al retirarse con un golpe en el rostro. En cuanto a Rubiato, en el sitio para rematar balones y no correr detrás de ellos como pasaba hasta hace tres meses. La principal conclusión es que por detrás de Fran Cortés hace falta un Carlos o un Ormazábal que esperan para demostrar lo que son: organizadores.

Tras el descanso, el Cádiz cambio porque, entre otras cosas, empezó a presionar y a no dar tantas facilidades al rival. De hecho, en el segundo periodo desapareció Yeste, al que sólo se vio cuando fue expulsado. La grandeza y miseria de un gran futbolista.

Con balón, el equipo de Gracia tuvo la virtud de moverlo al primer toque y eso empezó a romper al Athletic y, además, dio paso al primer gol. Rubiato estuvo en su sitio para cazar el centro de Dani Fragoso. Los mejores minutos duraron hasta el final, que ya es noticia en un equipo que la temporada pasada se evaporaba diez minutos después de marcar. Entre un gol y otro el equipo de casa le cogió la espalda al adversario y tuvo en botas de sus jugadores buenas ocasiones. Vaselina de Enrique, segundo remate de Acuña, lanzamiento de Cristian al lateral de la red...

Pasaban los minutos y el Cádiz se gustaba y se animaba. Esa mezcla llegó al poco público presente, que sintió lo que añoraba como parte de los mejores y recientes años. Caparrós no paraba de meter a todo su arsenal para evitar el cuarto descalabro consecutivo en una segunda mitad de verano canalla para él y su equipo. Etxeberria, Orbaiz, Gurpegui, Aduriz..., y no había manera de comprometer a Casilla, que vivió un adelanto de lo que le puede esperar en Segunda B con los continuos balones al área de los bilbaínos.

Con el juego casi roto, el Cádiz se aprovechó de la frescura, mando y presencia de Bezares en la zona ancha -es un delito sólo pensar que debe salir del club- para fabricar contragolpes que en varias ocasiones le llevó en superioridad al área del Athletic. En uno de ellos, muy cerca del final, Yeste sacó a relucir su lado menos afortunado y vio la cartulina roja.

La balanza estaba inclinada pero con el temor de que una postrera acción de los visitantes igualara la semifinal en lo que se antojaba en ese momento algo inmerecido. Pero los dioses no permitieron otro castigo y Acuña, que siempre moja en el Trofeo, sentenció en boca de gol cerrando una buena segunda parte y un inesperado billete para la final.

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