Un gol a contragolpe de Gameiro en el minuto 66 rompió el plan defensivo del Athletic Club y dirigió al Atlético hacia un triunfo insistente e indispensable, completado luego con el gol de Diego Costa.

El pase del 2-0 también correspondió al atacante francés, la solución desde el banquillo de un partido áspero para el conjunto madrileño, atascado cuando el encuentro le requirió posesiones largas frente al repliegue de su oponente y eficaz cuando el equipo bilbaíno permitió su contraataque: los dos primeros, dos goles. Porque el Atlético se encontró ante un partido más que habitual en los últimos tiempos en su estadio. El Athletic le entregó la pelota, como suelen hacer últimamente sus oponentes y cuando también suele tener más dificultades para profundizar entre la estructura defensiva rival. No es nada nuevo ya para el conjunto madrileño, que necesita el pensamiento rápido y el espacio para desbordar a sus contrincantes. El Atlético es menos Atlético sin contragolpe y sin velocidad, también, en su defecto, cuando no encuentra entre líneas el fútbol de Griezmann.

¿Griezmann? Tenemos que empujar para que nadie quiebre la unión del club"

Más aún cuando su oponente tiene tan claro lo que quiere del encuentro, como el Athletic, medido al milímetro tácticamente, ajustado al detalle, indudablemente más preparado en el Metropolitano para limitar daños en su portería que para provocarlos en la otra. Sin Aduriz ni Raúl García, con Iñaki Williams como único hombre en punta, con el centro del campo bien armado, alertado por las cinco jornadas consecutivas sin ganar y por las cualidades del Atlético, entendió que su partido estaba ahí, en un duelo largo, con un ritmo cansino. Atrincherado por momentos, sostenido por ese rigor para saber cuándo y cómo debía replegarse o cómo y cuándo debía evitar la superioridad por las bandas, sin más proposición ofensiva que tener la pelota porque le tocaba en ese momento, más que para crear algo inquietante ante Oblak, el Athletic contuvo todo el primer tiempo la insistencia del Atlético. Entre otros asuntos porque al conjunto colchonero le faltó más precisión de tres cuartos para adelante, donde se resuelven los ataques, porque González González no observó penalti en el minuto 18 en la maniobra dentro del área de Diego Costa, derribado por Unai Núñez, y porque Giménez envió fuera una ocasión. Nada más en 51 minutos.

Ni tampoco nada ofensivamente del Athletic: apenas un amago de remate de Iñaki Williams, al que se interpuso Lucas Hernández, de nuevo imponente y titular, como los doce encuentros de 2018. En esa jugada se lesionó, aguantó hasta el descanso y fue reemplazado por Diego Godín.

La primera parada de Kepa llegó ya con la segunda parte en juego, con una volea de Diego Costa que atrapó sin excesivos apuros el meta; al menos algo en una ofensiva a ratos desordenada, intermitente, que tropezó a menudo con el muro que había edificado el Athletic en su campo e irrompible... Hasta el minuto 66. Una de las mínimas oportunidades que concedió el equipo bilbaíno para el contraataque del Atlético. Pero ahí no perdona el bloque local: un robo de balón en el medio campo de Saúl, que conectó con Griezmann, éste con Gameiro y éste con el gol, con un certero tiro cruzado.

El 1-0. ¿Tenía plan para remontar el Athletic? No. Ni con el 0-0, cuya mejor opción fue un doble regate de Jan Oblak que solventó con inesperada agilidad, ni con el 1-0, sin un solo acercamiento, ni menos con el 2-0 de Diego Costa, que aprovechó el servicio de Gameiro para sentenciar el triunfo del Atlético, que insiste en la Liga, a siete puntos del Barcelona.