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Empujado al pozo en París

  • El Barça toca fondo ante una exhibición del PSG que lo ridiculiza en su competición favorita

  • Los de Emery, con noche mágica de Di María, obligan a los culés a una gesta para remontar

Rabiot presiona como un lobo a Ter Stegen, que recogió el balón cuatro veces de su portería.

Rabiot presiona como un lobo a Ter Stegen, que recogió el balón cuatro veces de su portería. / yon valat / efe

Los signos que indicaban que el Barcelona no andaba fino irrumpieron ante el PSG, que desarboló a los azulgrana y los condenó a una remontada épica en el Camp Nou para poder jugar sus décimos cuartos de final consecutivos. Sin ritmo, sin personalidad, sin recursos, sin la aparición de sus estrellas... el Barça fue intrascendente ante un pletórico rival, muy superior, sustentado en un enorme Matuidi en el centro del campo y con un Di María que firmó un doblete.

Al fin pudo sonreír Unai Emery contra el Barça. En 23 partidos anteriores sólo le había ganado una vez, con el Sevilla. En el 24 le propinó una sonora goleada que infla su crédito en París y le convierte en favorito para jugar, por quinto año consecutivo, los cuartos de final.

Fue un triunfo sin contemplaciones, con una enorme superioridad de los locales, que anestesiaron al tridente, durmieron a Messi y convirtieron al Barcelona en un equipo menor.

Y eso que los prolegómenos del duelo no les eran favorables a los jugadores del equipo francés, con la baja de última hora de su capitán Thiago Silva, que dejaba su defensa en manos de cuatro veinteañeros a merced del tridente más envidiado del fútbol mundial.

Pero ni ocasión de fallar tuvieron los jóvenes defensores del PSG (Meunier, Kimpembe, Marquinhos y Kurzawa), que apenas intervinieron. Al igual que el meta Trapp. En el duelo táctico, Emery apostó por centrar sus cañonazos en la banda derecha del Barça. Por ahí desgastó a los de Luis Enrique, que había optado por cubrir a Sergi Roberto con Andre Gomes en lugar de apostar por Rakitic.

Fueron golpes al hígado, de los que debilitan y dañan, de los que generan dudas, hacen temblar, descosen al equipo. Sólo Ter Stegen mantuvo al Barcelona en pie, pero a merced de los ganchos. Agazapados en las cuerdas, los de Luis Enrique estaban a merced de los golpes del rival. El primero llegó de falta, una clara que le hizo Umtiti a Draxler y que Di María aprovechó a los 18 minutos.

El dominio del equipo parisino tenía su premio y el Barça se tambaleaba. Tiró de orgullo, más de garra que de calidad, pero tímido. Solo Andre Gomes dispuso de una clara oportunidad de igualar. Fue un espejismo. Cuando faltaban 5 minutos para el descanso, Messi perdió un balón frente a Rabiot y éste como una exhalación, acertó a servir a un Verratti, que vio solo a Draxler, quien no tuvo piedad de Ter Stegen.

No cambió el guión en la reanudación. O si lo hizo fue para empeorar aún más al Barça. En el minuto 55 volvió a golpear Di María. Recibió el balón a 20 metros de la portería, amagó el pase y se inventó una rosca que coló por la escuadra de Ter Stegen. Ya nada parecía que podía ser peor para el Barça, pero faltaba el gol de Cavani, que no se pierde una cita con el tanto y no iba a hacerlo en una noche mágica en la que cumplía 30 años. El uruguayo marcó a su estilo, con potencia y velocidad, más astuto y ágil que Piqué. La noche soñada.

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