Cádiz | nástic · la crónica

Crisis abierta con viso de drama

  • Impotencia El Cádiz toca fondo con una derrota en la que muestra ser un equipo en descomposición Reacción A un punto del pozo, debe encontrar salidas para frenar in extremis la caída al vacío

A falta de tres jornadas, pensar en la salvación es una cuestión de fe. Realmente, el equipo no da motivos para pensar que va a ser capaz de salir airoso sacando los cuatro o seis puntos que necesita para salvarse. Todavía no está entre los cuatro últimos, pero la impresión que transmite este equipo es que vaya cuesta abajo y sin frenos. Se jugaba la vida contra un rival directo y a éste le bastó plantarse con orden para dejar al Cádiz en evidencia. El conjunto de Raúl Procopio carece de recursos en estos momentos para superar la menor adversidad, va a menos de una forma alarmante y para conseguir la salvación habrá que hacer muy bien las cosas tanto dentro del campo como en los despachos...

La de ayer fue otra demostración de que el Cádiz no necesita jugadores que corran más. Lo que necesita es tener un equipo. Por más que Raúl Procopio haya intentado inculcar algo de coherencia a ciertas facetas del juego, o no se le ha entendido por parte de la plantilla o no ha tenido la capacidad para lograrlo. Desde fuera, el Cádiz sigue pareciendo un equipo guiado por la improvisación, que a balón parado recibe goles y no es capaz de marcarlos, que apuesta por el pelotazo por orden directa de su entrenador y que está completamente desbordado por las circunstancias en el plano anímico.

Al inicio del partido era lógico pensar que habría que sudar sangre para superar al Nástic, pero había que esperar que el Cádiz hubiera estado la fórmula para hacer daño a su rival. Se supone que lo hizo, pero de nada sirvió porque todo quedó en un dominio estéril en la mayor parte del encuentro. Y eso que el comienzo no fue malo del todo, con alguna aproximación al área del Nástic con cierto peligro, aunque el rival también llegaba con demasiada facilidad a las inmediaciones de Limia.

Al cuarto de hora, ya era palpable que la pelota nunca llegaba a los delanteros en ventaja. Jugando así, de nada vale apostar por el juego directo con Natalio y Dani como referencia ofensiva. Pero tampoco se puede cargar contra el entrenador como único culpable porque son los futbolistas los que están completamente atenazados y se muestran incapaces de demostrar la calidad que se les supone. Antes del descanso sólo se puede contabilizar un contragolpe desaprovechado por Natalio, demasiado individualista en muchos momentos, y un disparo de Gustavo López que se marchó alto. Pero lo peor estaría por llegar.

No salió por ningún lado el Cádiz que diera la talla contra el Sporting o la Real Sociedad. En este caso fue un equipo previsible, plano e insolvente, que ni crea ocasiones ni es capaz de enroscarse para dejar su portería a cero. El Cádiz de la segunda parte fue un conjunto vulgar, entregado a la clarividencia de Gustavo López jugando por el centro y a las subidas de Cristian, un recurso ofensivo por ser de los pocos que se atreve a regatear y a jugar el uno contra uno. Gustavo López, Dani y Kosowski crearon alguna ocasión en el primer cuarto de hora de la segunda mitad, casi siempre después de algún robo de balón al disponer de más espacios que en el ataque estático.

El Nástic se había plantado con un 4-1-4-1 que le hacía estar muy cómodo sobre la hierba. Raúl se había dado cuenta de que sus hombres carecían de recursos para ir a por el triunfo con el mismo sistema y mandaba a Gustavo López al centro, a ver si era capaz de enganchar con la gente de arriba con algún buen pase o con alguna pared. El argentino está lejos de su mejor forma, podría decirse que en un equipo al alza sería más lógico que esperara su oportunidad en el banquillo para aprovechar su calidad en la segunda parte, pero en este Cádiz tiene que jugar sí o sí, dada la incapacidad de la mayoría de sus compañeros.

Este partido no se podía perder, pero se perdió. A falta de 20 minutos para el final llegó el primer tanto del Nástic en una falta lanzada por Campano y rematada por Moisés. Lo más previsible del mundo, pero imposible de atajar por los amarillos. Si hasta el momento había sido una quimera llegar al área rival, lograrlo con el nerviosismo de ir perdiendo sonaba a utopía. Sólo se puede contar un disparo de Gustavo López como una ocasión en el tramo final del partido. El resto fueron pases sin sentido e intentos frustrados en los que salía a relucir la impotencia de un equipo en descomposición. El segundo gol fue la puntilla a un Cádiz que necesita reaccionar. Le va la vida en ello.

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