Submarino amarillo

Del Black Power al tiro al blanco

  • Afilaban los autores carnavalescos el ingenio urgente, para dar la bienvenida cuchufletera a Patrick Ogunsoto, y ahora han cambiado los cromos por Bangoura. A ver si se da en la diana con Kosowski...

Afilaban los autores carnavalescos el ingenio urgente, para dar la bienvenida cuchufletera a Patrick Ogunsoto, y ahora han cambiado los cromos por Bangoura. Surgían de la calenturienta mente de la afición los primeros motes, las rimas más o menos inspiradas, y la gente contaba con los dedos de la mano los representantes del Black Power que han jugado en el Submarino a lo largo de su veleidosa historia. Y ahora resulta que Ogunsoto prefiere el griego, el fútbol griego, y ha mandado a por tabaco a Barla, que a este paso se va a recorrer todos los países que comiencen por b, a ver si tiene suerte. Barla a Brasil, Barla a Bélgica. Pronto llegarán noticias de futbolistas bielorrusos, búlgaros y de la parte septentrional de Burundi. Siempre nos quedará el Congo belga o el Congo de Huelva. Está la cosa negra con los fichajes buenos, poquitos y baratos. A última hora, Muñoz tira al blanco, a ver si da en la diana con el polaco Kosowski, otra víctima de las rimas malévolas del Carnaval callejero. El nota, además, es ambidiestro, o sea, no es un sieso.

Malcolm X en la quiniela. Los jugadores de raza negra suelen caer en gracia en Cádiz. No por su color, claro, que aquí la hermosa luz que baña el Atlántico no distingue entre la paleta de tonalidades que ofrece el arco iris, sino porque habitualmente son rápidos, certeros, generosos y, por qué no decirlo, exóticos en su forma de actuar. El propio Congo, cada vez que visita Carranza, recibe elogios de todas las hechuras. Pero no hay suerte con los morenos, oiga. El primero de ellos, el gran Mosquera, pelotero peruano que no aguantó más de una temporada. Formó con Marcelo, Bolea, Almagro y Soriano una delantera chiquitita pero matona, anotó goles de bella factura, pero no se adaptó a la humedad. Tenía ya 34 años cuando recaló en Cádiz, en el verano del 62, aunque los intermediarios le quitasen seis tacos de un plumazo. El Cádiz no perdió un solo punto en casa, estuvo a punto de ascender. Por algo la afición había acuñado, en honor del peruano, aquello de Mosquera, Mosquera, mete un gol y a Primera. Gran estribillo. Mosquera tenía frío en Cádiz, usaba guantes en entrenamientos y muchos partidos, y además no pudo soportar la nostalgia y se marchó de aquí a Lima. Pero dejó huella en Cádiz. Cuentan que era una gran persona.

Los nigerianos Obiorah y Babangida, los inéditos Atiba Harris y Samba, y por supuesto Pintinho y Tilico, lucieron la camiseta amarilla en distintos pasajes de la historia cadista, aunque Harris y Samba sólo en los partidillos de los jueves, pues no llegaron a debutar. Los dos primeros no dieron el resultado esperado de ellos y los dos últimos sí que ayudaron al equipo. Pintinho con su calidad y desparpajo, y el impar Tilico con su oportunismo. Quizá quede alguien en el tintero; Benjamín Jaloguín o el mismo Yago Yao; el que lo tenga en mente que pegue el cromo en su colección mental. Los cromos de Lobos, Pavoni, Sesma y lo que te rondaré morena ya pertenecen al pasado remoto. Se busca ídolo para los chavales, a ser posible apuesto para llenar también las carpetas de las niñas. Kosowski, witamy. A ver si aprende idiomas el guachisnai.

Del mismo color, aunque no parece que tenga el cabello teñido de rubio a pistola, aparece un menda que compartió medio campo con Mauro Silva el siglo pasado, Samy Bangoura, natural de Guinea Conackry, número 99 del Boavista portugués, un gol en lo que va de temporada. Estuvo en el Stoke City inglés y en el Standard de Lieja belga aunque no coincidió entonces en la Liga con Ogunsoto, que llegó al Westerloo hace un par de temporadas en sustitución del fichaje getafense Jajá. Mira tú que gracia. Vámonos pa Guinea, Barla. Tampoco estaría malote pillar una de esas ofertas de vuelo tiradas de precio y plantarse en la Copa de África para rematar la faena y ampliar el Black Power con más veras. Hay futbolistas sin equipo enrolados en algunas selecciones, y un guineano llamado Bangoura que a lo mejor es primo del Bangoura de la Bahía. Vámonos pa Ghana, Barla. Cádiz-Ghana, suena bien, puntuando de tres en tres.

La gente está negra por mor de este Cádiz que cada día se asemeja más a la tienda de la esquina de Columela con el Palillero. Liquidación, 40% de descuento. Menos mal que Muñoz se ha estirao una mijita, sin que sirva de precedente, y se ha encajao en la fábrica de Mahou pa traerse un cinco estrellas, eso dicen del tal Kosowski. Premio a la paciencia, dos cajas de capricho andalú. Menudo mosqueo habrá cogido Cruzcampo, proveedor oficial de birras amarillas, mira que agenciarse un gachó de la competencia. En fin. polacos, lo que se dice polacos tampoco han recalado muchos en Cádiz, más bien ninguno, si acaso rumanos semafóricos, pero los menos jóvenes recordarán el verano del 74, cuando el Cádiz de Carvallo y compañía se presentó oficialmente ante su público con un amistoso frente el Legia de Varsovia, que llegó con su rutilante estrella Deyna, el diez de la selección de la tierra de Walessa y Woytyla, semanas después de su extraordinario papel en el Mundial de Alemania, quizá uno de los mejores de la historia, junto a los míticos Lato y Szarmach, entre otros. Y con Tomasewski de portero. Kosowski tenía tres años. Tendrá casi la edad de Jesucristo cuando se dispute el Mundial de Sudáfrica, el mundial contra el racismo, por la gloria de Nelson Mandela. En un país multicolor ...

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