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Cultura

Contra la distopía capitalista

  • Miguel Brieva publica la novela gráfica 'Lo que (me) está pasando', el diario ficticio pero veraz de un joven que sólo ha conocido el paro y la precariedad.

Escribió Chesterton, tan aficionado a las revelaciones del pensamiento paradójico, y lo recuerda ahora Miguel Brieva, que "loco es aquel que lo ha perdido todo, salvo la razón". En torno a esa idea nació Lo que (me) está pasando, la primera novela gráfica como tal del dibujante e ilustrador sevillano, también integrante de la banda Las Buenas Noches, que se atrevió por fin, después de muchos años publicando fanzines, recopilaciones de sus tiras de humor gráfico para diversas publicaciones y cómics más breves o fragmentarios, a contar "un relato más pausado, más desarrollado, que respondiera a otra manera de comunicar ciertas emociones". Eso es lo que hace en un libro con aires de crónica urgente del presente, con su habitual tono político corrosivo, aunque sin renunciar a su característico sentido de humor, entre negro y absurdo, ni a ciertas vetas reflexivas, que se combinan con algunas fugas oníricas en una historia durísima que deja abierto, no obstante, un resquicio para la esperanza.

"Es necesario que volvamos a pensar en lo que nos hace esencialmente humanos, y eso no es la tecnología, sino la imaginación, la capacidad de crear nuevos mundos, que es justamente lo que necesitamos en este momento. Sólo lo que imaginamos puede llegar a ser posible, si tenemos la audacia y la fuerza de intentarlo", dice Brieva, que este jueves presentó Lo que (me) está pasando en la librería La Extravagante de Sevilla junto a los cineastas Alberto Rodríguez y Santi Amodeo, amigos y compañeros durante muchos años de los partidillos de fútbol junto al colegio de los Salesianos de Triana, y este viernes presentará, también en Sevilla, a las 20:30 en Espacio Abierto (Pasaje Mallol, 8), una pequeña exposición de dibujos utilizados para esta última obra, publicada por Reservoir Books.

"Al final ganan los buenos, sí", admite Brieva sobre esa luz que finalmente acaba por matizar la negrura de esta historia que se inicia con su protagonista, Víctor Menta, derrumbado en la oficina de (des)empleo, aparentemente muerto, sin que nadie a su alrededor parezca siquiera percatarse de su presencia. Como miles y decenas de miles de jóvenes españoles "sin expectativas de futuro y apaleados socialmente", Víctor tiene poco más de 30 años y lo único, literalmente, que ha conocido del mercado laboral es el paro o trabajos precarios cuando no abiertamente infamantes e indignos. Terriblemente deprimido, ante la insistencia de su psiquiatra, aunque sin mucha fe, decide llevar un diario en el que poco a poco, casi imperceptiblemente al principio, "tras volverse loco, la locura le muestra la realidad". "El problema -dice Brieva- es que nos han adoctrinado de tal modo que es más fácil imaginar la destrucción del mundo que la desaparición del capitalismo".

Para el autor es evidente que vivimos "un punto de inflexión": hay, enumera, "una crisis energética, una crisis humanitaria sin precedentes y una crisis climática que probablemente sea la madre del cordero". Ante este "colapso de la civilización industrial", tan sólo queda saber si el mundo "se convertirá en una especie de caos a lo Mad Max o si por el contrario tratamos de aprovechar la coyuntura para constituir un sistema sostenible y más humano". "A mí me hace gracia cuando Rajoy nos advierte contra las ideas irrealizables: y el capitalismo qué es; es la mayor locura, pensar que no existen límites, creer en el crecimiento infinito en un mundo finito... Para mí, el capitalismo en sí es una distopía", dice Brieva, que quiso permitirse un poco de optimismo en su novela gráfica porque el "derrotismo" lo agravaría todo aún más, y porque incluso quienes no comparten el grueso de su discurso político, combativo y claramente escorado a la izquierda, estarían de acuerdo en lo esencial: "Hay un fantasma que recorre el mundo -dice, haciendo un guiño marxista-, y es la incomodidad con el modo en que vivimos; y tan sólo quienes se benefician patológicamente de la situación, que ya sé que los hay, podrían no empatizar con esto...".

De todo esto habla Miguel Brieva en su último trabajo, en el que "nada está basado en hechos reales y todo está basado en hechos reales", dice sobre la perspectiva radicalmente personal desde la que se cuenta esta historia que, "precisamente por ser tan subjetiva, puede conectar con el yo profundo de los demás". Porque está claro, dice, que ciertas cosas no se comprenden a fondo "hasta que no se convierten en evidencias personales", como le ocurre al padre del protagonista, quien tan sólo cuando se queda él también en la calle después de varias décadas de abnegación entregadas a su empresa, comprende, por fin, que sí, que puede que sea el mundo el que está loco.

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