Cine

¡Viva 'er sine andalú'!

Madre amadísima. Drama, España, 2009, 105 min. Dirección: Pilar Távora. Guión: Santiago Escalante. Fotografía: Marc Cuxart. Música: José Miguel Évora. Intérpretes: Ramón Rivero, Gala Évora, Gloria de Jesús, María Alfonsa Rosso, José Burgos, David Lora, Julio Vargas.

La tercera película de Pilar Távora (Nana de espinas, Yerma) parte al fin de un material a la altura de sus posibilidades. Se trata aquí de una muestra de ese teatro andaluz independiente (subvencionado) con muy poca chicha dramática y mucha grasia, mucho chiste local y mucha guasa endogámica.

Madre amadísima adapta la pieza-monólogo del mismo nombre creada por Santiago Escalante y protagonizada por Ramón Rivero, acumulación de tópicos sobre un mariquita de pueblo, figura tragicómica elevada aquí a la categoría de símbolo (sic), que se pasa hora y media larga relatándole a una virgen los avatares de su condición y los detalles de su vida en una improbable España durante la época del franquismo.

Para que no se diga que estamos ante una obra de teatro filmada (lo que no hubiera sido mala opción), Távora y Escalante urden una cansina estructura en flash-backs que va dando cuenta de los periodos cruciales de la vida del mariquita (la infancia apaleada, el padre ausente, la madre santa, el primer amor, el descubrimiento del sexo, el desengaño, la vida loca, la mili…) entre imágenes horribles, encuadres espantosos, musiquillas de sintetizador y una fotografía a la que cuesta llamarla por ese nombre.

No es eso lo peor. Más allá de Rivero, que defiende a su personaje (el único que hay realmente en la película) como sólo puede hacerlo quien lo lleva dentro después de muchas funciones, los actores de esta Madre amadísima no debieran haber aprobado nunca en la Escuela de Arte Dramático de la que proceden. Amanerados y excesivos hasta decir basta, caricaturas involuntarias aún cuando no quieren serlo, incapacitados para decir sus líneas de diálogo sin evidente esfuerzo, no digamos ya penosamente caracterizados (los hay que hacen de jóvenes y ancianos con un simple retoque de talco en el cabello, mientras que otros, inopinadamente, son reemplazados sin que importe el parecido), la mayoría de los que desfilan por la película hacen pensar en una función de aficionados o en un mal corto de estudiantes de cine.

Con un tono oscilante entre el costumbrismo rural de sainete rancio y el humor cuartelario de Historias de la puta mili, Madre amadísima nos reserva lo mejor para el final. Ahí cuando quiere ponerse seria, citando sin pudor alguno al Visconti de Muerte en Venecia en el momento más trágico de su triple desenlace, estalla al fin esa carcajada de vergüenza ajena que tanto trabajo nos ha costado soltar en hora y media de suplicio.

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