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Crítica 'Con la magia en los zapatos'

Hermoso cuento 'yiddish' malogrado

Con la magia en los zapatos. Comedia dramática, EEUU, 2015, 99 min. Dirección: Thomas McCarthy. Guión: Thomas McCarthy y Paul Sado. Intérpretes: Adam Sandler, Dan Stevens, Steve Buscemi, Ellen Barkin y Dustin Hoffman. Fotografía: W. Mott Hupfel III. Música: John Debney y Nick Urata.

Un precioso arranque, con perfume de cuento mágico de Isaac Bashevis Singer y una encantadora música klezmer. Un soberbio reparto en el que junto a un contenido (y envejecido) Adam Sandler aparecen Ellen Barkin, Steve Buscemi y Dustin Hoffman. Un buen director, Thomas McCarthy, autor de las aplaudidas Vías cruzadas, The visitor y Win Win. Una idea bellísima llena de posibilidades. Una pequeña zapatería mantenida en vida por cuatro generaciones de modestos artesanos judíos en un barrio de Nueva York amenazado por la especulación que está quitándose de encima vecinos y negocios antiguos para convertirlo en zona de lujo. El zapatero actual es un ya maduro hombre tímido y pacífico que vive con su anciana madre. Una avería en la máquina eléctrica de coser suelas le obliga a sacar del sótano el viejo artilugio a pedal de su abuelo. Y este resulta tener la propiedad de hacer que quien se calce los zapatos cosidos por ella se transforme en su propietario. Hasta aquí todo excelente, muy bien dirigido -con delicadeza y sin cursilería- e interpretado. Ha pasado casi una hora de película. Se acaba lo excelente.

El problema de tener una buena idea para un argumento es que hay que desarrollarla en un buen guión. Thomas McCarthy y Paul Sado no lo han logrado. La segunda parte de la película pasa del cuento al disparate. Hubiera bastado trabajar la idea -tan americana- de convertirse en otro calzando sus zapatos en la forma en la que se hace durante la primera parte: mostrando el secreto brillo de las vidas comunes. En vez de eso se escoge el camino de la acción y del truco. Cuando, en las últimas imágenes del vuelo nocturno sobre la ciudad, se retoma esta idea de Nueva York como la metrópolis con tantas historias fascinantes que contar como habitantes tiene, es demasiado tarde. Esta película que hubiera podido ser más (y que probablemente Adam Sandler ha coproducido para recuperar el prestigio que le dio Embriagado de amor de Paul Thomas Anderson) se queda en menos.

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