Yo maté a Martínez Ares

El silencio de mis corderos

  • La revolución. La idea nació en uno de los viajes que mi antiguo grupo hacía con 'Flamenkito apaleao' l Canté el primero el pasodoble al Piru porque así lo sentía, no entendí el cuplé de 'Los ángeles caídos'

LA afición volvía a estar dividida pero contenta porque tenía dos comparsas por el precio de una aunque, en ocasiones, la pasión se convertía en fanatismo y ésta en una falta de respeto absoluto. No obstante cada grupo iba a lo suyo, sin amistades de por medio ni un hola ni un adiós, con las miradas puestas en ganar el próximo concurso y en cantar cuanto más mejor, que llevar a casa un sueldo haciendo lo que te gusta es como que te toque la lotería y llevarte un sobresueldo más mejón todavía. Salvi entró en la formación y se hizo cargo del bombo, ese gran desconocido y a la vez temido instrumento gaditano. La idea de la comparsa 'La revolución' surgió en uno de tantos viajes que hacíamos en autobús 'La Milagrosa' y 'Flamenkito apaleao', cuando todavía mi ex grupo era mi grupo y la chirigota de Juan Carlos Aragón no era su comparsa. Camino de Adamuz, provincia de Córdoba, se me ocurrió que además de que cada uno hiciera su agrupación uniésemos las dos formaciones para crear un coro revolucionario gaditano-cubano. Esa tarde entre risas y cubatas todos dijimos que sí y meses más tarde, cosas de la vida, yo me quedé con la tienda y Juan Carlos con los niños.

Creí que sería una buena idea hacer una comparsa de viejos músicos revolucionarios ya vencidos por la edad que habían llegado a Cádiz, a lo mejor contratados por la Diputación, quién sabe, y que entre canción y bolero, entre guaguancó y guaracha contaban y cantaban a los gaditanos cómo se sobrevive a una revolución que huele a dictadura. El diseño del vestuario fue obra de Teresa Torres bajo la supervisión de Paco Catalán. Francamente, no era eso lo que yo tenía en la cabeza, pero bueno, no había más remedio que aceptar que la comparsa era muy colorida, muy lucida, muy vistosa, muy primorosa, muy Batista, pero nada revolucionaria, éramos, como bien dijo Juan Carlos Aragón un día a un amigo mío, los hijos secretos de Gloria Estefan. Es lo único de su repertorio de ese año en lo que estoy de acuerdo.

Comenzaron a desfilar las primeras tensiones por el local de ensayo de la lonja, tensiones que volvían a tener como protagonistas principales a autor y director. El grupo volvió a trabajar muy duro para competir un año más en el Falla y yo empezaba a abrirme un hueco cada vez más grande en el mundo de la música. He de apuntar un dato, el año de 'La niña de mis ojos' el decorado de los ciegos que representaba la cuesta de la Catedral Vieja fue obra de Manué, otro de los grandes artesanos de esta fiesta. Recuerdo que me alquiló una pequeña habitación, pared con pared con su taller, en un patio al fondo de un larguísimo pasillo, que tenía toda la pinta de haber sido entrada y salida de caballos en épocas anteriores, en la Plaza de España. Al año siguiente el atrezzo cayó en otras manos artesanas, las de los hermanos Rube, que también llevan años y años terminando las obras que empiezan los autores del Carnaval. No sólo confeccionaron el decorado sino que además nos facilitaron el cuartel general para que nos maquilláramos los días de concurso. Ha sido el año que más cerca hemos estado del teatro, justo enfrente, en un bajo de la Casa de las Viudas, en plena Plaza de Fragela; te salías a fumar un cigarro y tenías el Falla enfrente, estaba tan cerca, tan cerca que no podíamos salir a la calle porque sabíamos que se nos llenaría el local de curiosos y fanáticos, que ahora se llaman así.

Durante cuatro meses intenté convencer al grupo de la importancia de llevar instrumentos. Yo quería llevar un contrabajo y no había manera; que si era muy caro, que dónde lo metemos, eso no es práctico, total, pa un momentoý al final me conformé con unas maracas y, ésa es otra, las maracas pasaron por un montón de manos hasta que llegaron a las mías. El resultado fue una orquesta que llevaba además de guitarras, bombo y caja, maracas, timbales y una trompeta que no pudo tocar mejor el Pájaro todos los días de concurso. Ah, y un baile que se quedó porque era simple, que si no ni eso. No, no era esa 'La revolución' que yo tenía en mi cabeza pero no había más remedio que aceptar que uno era el autor y punto. La presentación: un despliegue de voces, uno a uno íbamos sumando gargantas hasta que la trompeta ponía los vellos de punta del personal. Los pasodobles eran melódicos, muy espíritu bolero. Para esta comparsa compuse dos estribillos y un popurrí con músicas originales pero basadas en todo lo que había escuchado y que me sonaba a Cuba, un país que todavía no he tenido la suerte de conocer, desde Compay hasta Ibrahim Ferrer, de Omara Portuondo a Barbarito y particularmente una colección de música cubana que Faustino Núñez me regaló en cuanto se enteró de mi proyecto comparsero. El primer día de concurso, estábamos a punto de iniciar el pasacalles cuando alguien de mi grupo me aseguró que los de Juan Carlos nos tenían preparada una letra por si cantábamos el pasodoble al Piru. Yo dije: "Vale, que lo canten" y no le di mayor importancia. ¿A qué venía eso? ¿Tan importante era para los nuevos de ese grupo la memoria de un hombre que había fallecido y que no conocían de nada? ¿Tan importante era aquello que hasta los nuevos me guardaran rencor por dedicarle una copla al Piru? No lo entendí entonces y todavía lo entiendo menos, lo único que sé es que lo canté el primer día y el primero de todos los pasodobles porque así lo sentía y volvería a hacerlo, pese a todo. Me regalaron un cuplecito con dardos envenenados. Yo, sinceramente, no lo escuché, estaba durmiendo, pero me despertaron algunos amigos para decirme lo que había ocurrido. Y después dicen que las cuestiones personales que se cantan en el Falla no puntúan, ¡Ja!. Y poco más, ganaron, y a cuenta del pasodoble y el cuplé tuvimos en ocasiones más que palabras, una vergüenza. Y hablando de vergüenza, hay que mirarle el lado positivo a todo en esta vida si no ¿cómo es posible ver hoy a muchos de aquellos que casi se mataban unidos por los lazos del Carnaval?

Ya lo dice el refrán: "A perro flacoý". Sí, la revolución también llegó a mi vida personal, a mi casa, a mi matrimonio y yo no podía hacer nada para solucionarlo. Fue un verano especialmente crudo, difícil y muy tenso porque el Carnaval, que me lo había dado casi todo, también me estaba quitando lo que había construido. Siempre dije que el día que el Carnaval entrara en mi casa lo dejaría, pero lo que no podía imaginarme es que entrara y me echara de mi hogar. Para mí este año y el de 'Calle de la Mar' fueron los peores de mi vida y sinceramente, tengo dos hijos y no quiero remover el pasado. Eso sí, jamás perdonaré a algunos componentes de mi comparsa que sabían que mi matrimonio estaba roto pero prefirieron callarse para aumentar su currículum y, de paso, la cuenta corriente. Y se acabó. Si alguien quiere más sangre que se corte las venas.

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