Cuesta de la murga

La pascua del diablo

SI hay una ciudad que por historia y tradición tiene derecho a recuperar un concurso de Carnaval, es Sevilla. Obsérvese el verbo usado: recuperar, es decir, volver a adquirir lo que antes se tenía. ¿Razones? Las que usted quiera y más.

Dos joyas bibliográficas de 1606 y 1667, conservadas en la Biblioteca Nacional de España y en la Real Academia Española, hablan de las carnestolendas hispalenses del siglo XVII. De la siguiente centuria hay constancia del primer baile de máscaras al estilo italiano celebrado en 1768, según hallazgo de la historiadora Rocío Plaza; bailes que están profusamente documentados por ella en los años 1811, 1813 y 1820.

La escritora Fernán Caballero en su obra Algunos recuerdos de Sevilla, recreó el tradicional baile de los Seises del Domingo de Carnaval. El comediógrafo hispalense Antonio Enrique de Zafra compuso la pieza teatral El Carnaval de Sevilla, idéntico título que después daría vida a una zarzuela estrenada en 1873. Por su parte el autor francés Pierre Louÿs retrató el Carnaval sevillano en su obra La mujer y el pelele, como más tarde hiciera José Mas en su novela La orgía de 1919.

El historiador sevillano Eloy Arias estudió las actitudes del republicanismo federal ante el Carnaval de Sevilla de 1868 a 1874. Hace pocos años, Paco Eslava y Antonio Lería aportaron un exhaustivo trabajo sobre el Carnaval carmonense.

Hasta aquí la literatura. Veamos los hechos.

Muy conocida por su ya amplio estudio y divulgación es la relación de 'Las Viejas Ricas' con la ciudad hispalense a través de sus cafés. Menos lo es su consecuencia y la huella de su periplo triunfal, donde surgen los primeros nombres de agrupaciones sevillanas decimonónicas como 'Las Niñas Garateras' (1885), 'Los Discípulos de las Viejas Ricas' (1885) y 'Bandoleros Sevillanos' (1887). Lo cierto es que en 1893 el ayuntamiento hispalense obligó a sacar una licencia a todas las comparsas que desearan cantar por sus calles, previo pago de 10 pesetas de arbitrio.

Una segunda agrupación le echará fertilizante a la semilla gaditana que depositaron años atrás. Es 'La Murga del Siglo XX', a partir de la cual se crearán las murgas sevillanas, como 'La Popular' que en 1905 actuaba con el cantaor Manuel Escacena; por no hablar de Los Rondán o Los Medina.

En 1906 Sevilla tiene 15 coros, en toda regla, cantando tangos por sus calles; uno es de 'El Tío de la Tiza' (Cádiz tiene dos menos).

Cientos de años después, el gaditano demagogo, aldeano y recalcitrante no quiere regar la semilla que sus tatarabuelos plantaron en la ribera del Guadalquivir, como si ésta fuera el germen de la pascua del diablo.

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