SEGURAMENTE habrán visto ustedes a esos sátiros de playa que se dedican a mirar a las parejitas. En lenguaje culto son los voyeurs, pero como Cádiz es tan particular, tan especial, tan trimilenario y sobre todo tan fino, aquí se les llama morsegones.

Pues eso es el Carnaval de Cádiz, una fiesta de morsegones, de gente que le gusta mirar. Todo consiste en mirar y aplaudir, mirar y ser visto.

Mirar ensayos generales, mirar a ver si hay mucha gente en la cola y podemos pillar un platito en las ostionadas y erizadas; mirar a ver si me cuelo en el concurso, mirar las agrupaciones en el Falla por Onda Cádiz o por Metropolitan Tv; mirar el pregón; mirar los coros en la plaza; mirar los concursos en los tablaos; mirar de qué se han disfrazado los demás, mirar la cabalgata, mirar los fuegos artificiales y mirar el suelo para no pisar una vomitadura.

Por si fuera poco, miran el Carnaval chiquito el domingo siguiente y las hiperlacias chirigotas ilegales. No hay cosa más tonta que una pandilla de malages vestidos de chirigota ilegal cantando un cuplé -el más largo del mundo y sin gracia- a otros tontos que miran con cara de necios, en Correos.

Y yo también miro. Estoy mirando a ver si TUGASA tiene habitación libre para mí en Carnavales en alguno de sus hoteles de la Sierra.