DOÑA CUARESMA

Mansos corderitos

Perdonen mis seguidores que les confiese una cosa: hasta hace unos pocos años la gente del Carnaval tenía su punto simpático.

Eran una pandilla de catetos, gritones y cursilones, pero no dejaban de tener cierto atractivo. Era gente díscola y bronquista y ello siempre tiene algo de atractivo.

Pero hoy han perdido hasta ese punto rebelde que los convertía en simpáticos. El público, por ejemplo, ya no es el mismo. El público de antes era bronquista, abucheaba a los grupos más malos y participaba de forma crítica en el espectáculo. Comía y bebía en los palcos y hasta las escaleras del Gallinero olían a ciertos aromas de Melilla. Hoy el público está formado por mansos corderitos, que todo lo aplaude, que todo lo perdona y que hasta se chiva si hay alguien fumando un cigarrito.

Igual ocurre con los comparsistas. Antes mantenían polémicas entre ellos y las actuaciones se contaban por incidentes; piñas, atragantás y broncas en los camerinos. Hoy los autores han confundido las tablas del Falla con un salón de Versalles. Todo el mundo es bueno y los rivales se han convertidos en viejos y queridos camaradas. De feroces críticos a mansos corderitos.

Un aburrimiento. Las beatas de la penitencia del Nazareno son más díscolas y rebeldes que esta gente del Carnaval.

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