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Carnaval

Concierto más que pregón

  • La atípica proclama del gaditano Pablo Carbonell no termina de conectar con el público Los fans de Los Toreros Muertos lo pasaron de miedo

Si nos ceñimos a su promesa, Pablo Carbonell no defraudó. "No seré quien no soy", aseguraba. Y cumplió. Fue "el chico más travieso que se fue de Cádiz y volvió", como diría su amigo Javier Ruibal; fue el actor extravagante y fue, sobre todo, el cantante de Los Toreros Muertos. Fue él y solo él durante el pregón del Carnaval 2016. Pero, a juicio de la reacción de asombro y de frialdad de buena parte del público que anoche se reunió en la plaza de San Antonio, ¿quería Cádiz que el pregonero se comportara como él mismo? La respuesta la tienen los asistentes a una cita que, y fuera de toda duda, se asemejó más a un concierto de Los Toreros Muertos que a un pregón al uso.

A tu casa, Hoy es domingo ("¡hoy es sábado!", le gritaba una señora muy enfadada), Qué buenos son los padres salesianos, Tu madre tiene bigote, Falangista, Manolito, la imprescindible (esperable y deseable) Agüita amarilla... Los grandes éxitos del renacido grupo se convertían en la espina dorsal de la proclama. Los fans de Los Toreros asistían al espectáculo extasiados, claro está; pero el público habitual del pregón apenas entendía a ese tipo con la cara pintada de zombie, chaqueta, bermudas y rodilleras de serpentinas. Si Chicho, del cuarteto del Gago, tuvo que explicar al respetable de la Gran Final algunos de los golpes de su cuarteto, imagínense el cuadro de ayer, un público aún más familiar descifrando las locuras (ya nada transgresoras, por otra parte) de Carbonell.

"Aunque haber nacido frente a La Caleta no convierte a nadie en caletero, ser caletero es una gracia que espero alcanzar en esta vida y como no creo en la reencarnación ni en la resurrección mi única oportunidad la tengo puesta en este pregón", se encomendaba Carbonell a la bondad del gaditano al comienzo de su proclama donde acuñó una bella sentencia: "Donde te cortan el cordón umbilical, ahí, te dejan pegado para toda la vida".

Y es que el texto desnudo del pregón no estaba falto ni de hermosura, ni de inteligencia, ni de crítica. Sin embargo, la ausencia de reminiscencias carnavaleras levantaba una pared invisible (pero rotundamente tangible) entre el protagonista de la escena de San Antonio y los miles de personas que fueron a escucharlo. De hecho, si hubo un momento en el que el público se decidió a aplaudir con fuerza y entusiasmo fue cuando apareció sobre las tablas José Luis García Cossío enfundado en el tipo de pesao y tomando a Carbonell como a la estrella indiscutible de este Carnaval, Juan. "Venga ese aplauso fuerte", animaba Selu a los asistentes recordándoles la condición de gaditano retornado de Carbonell y el cariño (eso ni se nos pasa por la cabeza dudarlo) con el que había preparado la actuación.

Para ser justos, también fue bastante bien recibida la versión que Los Toreros Muertos hicieron de Los Duros Antiguos momentos después de que Javier Ruibal cantara a dúo con Carbonell el Atunes en el Paraíso que le confeccionó para su película Atún y Chocolate. Pero Ruibal no era Ruibal... "Recorría estas calles un vagabundo de largas barbas y largo pelo, cubierto con mil andrajos de un color indefinible. Todos los niños lo conocían y le gritaban Marchena Pigüito. Marchena Pigüito era un ser mítico, un desfile de una sola persona, la cabalgata de los reyes olvidados, la procesión de los que purgan en la tierra, Marchena Pigüito. Estas palabras son mi homenaje a todos los locos y a todos los desheredados del mundo", lo presentaba el pregonero mientras que muchos de los asistentes de más allá de Puerta Tierra que hoy tienen la edad de Carbonell reconocían al instante al personaje callejero.

Porque Pablo habló de su infancia, entremezclando datos que, suponemos, reales con anécdotas paridas por su imaginación desbordante y desquiciante. Como en sus canciones, como en sus conciertos. Torero Muerto hasta el final. "El pato que sale en la canción -acababan de interpretar Hoy es domingo, sí, la que indignó a la señora del público por la ocurrencia de cantarla un sábado-es uno que vive en el estanque del parque Genovés. Por favor cuídenlo. Lo quiero mucho; es más le puse nombre, se llama Manuel. El pato Manuel. Denle pan duro y no echen colillas en el estanque, que le sientan fatal", suplicaba ante un anonadado público.

La luz de Cádiz ("un acontecimiento, un suceso extraordinario"), el recuerdo a todos aquellos que se tienen que ir de la ciudad, su más preciado don, el de la humildad ("Cádiz tiene el don más grande que hace grande a la humanidad: es humilde. No se las da de nada. No lo necesita"), la librería Manuel de Falla, La canción del pirata de Fernando Quiñones... En imágenes, en fogonazos, saltaban en el pregón destellos de brillantez que pasaban desapercibidos por el ritmo entrecortado del texto que se veía tapado (capado) por las canciones que poco tenían que ver con el hilo del pregón, por una escenografía desangelada (apenas un telón pintado con las estrellas que decoran la contraportada de su últimod disco) y por instantes anacrónicos como en los que se hizo acompañar de las ninfas y diosa de este año como cuerpo de baile o en la intentona de metáfora final utilizando el cañón de papelillos (un ejemplo de irreverencia fallida ya que hacer símiles fálicos a estas alturas tiene bien poquito de transgresor).

La aportación del grupo maño Los Gandules -que versionan con letras de humor temas muy conocidos- tampoco terminó de conectar con el público. Y es que aquí pecó Carbonell de inocente. En un pregón de Carnaval a los gaditanos nos gusta que nos recuerden que no hay más gracia e ingenio que el nuestro. (No somos tan humildes, Pablo). Aunque el Cuidame al pato Manuel (el pato del parque Genovés del que hablara minutos antes) cantado en la melodía de We are the champions, my friends, realmente, fuera cautivador.

Pero el pecado máximo cometido fue que faltó Carnaval (bien coplas versionadas por Los Toreros, bien alguna callejera canalla...), faltó esencia, que dirían los puristas a los que, como también adelantó hace unos días en estas mismas páginas, pidió perdón de antemano. (¡Pero vaya concierto molón!)

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