Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Conciliando

Calipo de mi vida

Me emocionó mucho el otro día que la chirigota del Love se acordara de los Drácula, uno de los polos más innovadores que se han inventado y también de los que más disgustos daba a las madres por los lamparones que te dejaban en las camisas de acuadrito. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de un mundo en vías de desarrollo, en el que no existía el KH-7 y el calvo de Don Limpio todavía iba al bárbero cada 3 meses.

Pero además de El Drácula, hay otros helados que nos han hecho vivir grandes momentos. Quien no se ha comido alguna vez un frigodedo o un frigopié. Dime la verdad, antes de comerte un frigopie, tú lo olias, por si acaso…no fuera ser que aquello en vez de oler a fresa oliera a frigoroquefort. A mi siempre me había parecido incorrecto el envase de ese mantecao, porque los suyo es que vinieran metios en unos buenos calcetines de esos de rombitos.

De chico, como la cosa estaba chunga para los niños que vivíamos en el barrio de La Viña yo me hice fan de los flá, que eran unos plásticos que llevaban dentro como unos líquidos de colores. En el colmo del cutrerío aprendimos que se podía hacer una versión todavía más económica del helado de postre, metiendo en el congelador los envases de los yogures vacios rellenos con La Casera, preferentemente de naraja. Le ponían un palo dentro de un polo usao y bien chupao y te quedaba una cosa de lo más resultona. La cosa estaba en comértelos con unos sorbios cuanto más escandalosos mejor. Había que ser rápido, además, porque de lo contrario el caldillo te caía con gran rapidez y te dejaba el brazo pegajoso.

Posteriormente se ha inventado una versión industrializada de aquellos flá que es el Calipo, que la verdad es que tiene nombre de mote de octavilla, pero he de confesar que no me he comido ninguno.

De todos modos los niños chicos de mi época teníamos nuestro amor dividido en dos modalidades de helado, el cucurucho y el corte. Cada uno de ellos tenía sus ventajas y sus inconvenientes. Para los niños barquillistas, que le gustaban más la galleta que el mantecao, lo perfecto era el cucurucho. Pero para los infantes que manteníamos la filosofía del "burro grande ande o no ande" el corte tenía muchas más ventajas.

Me hice muy partidario del modelo Cubo de Rubick, que era un corte que era cuadrado, los laterales tenían el mismo diámetro que las galletas que llevaban para cogerlo. Los cortes permitían además lucirse a los grandes artistas del lengüetazo que eran capaces de terminar con el corte en menos de 10 ataques.

De todos modos uno cuando se hace adulto de verdad en materia de mantecaos es cuando conoce los de tres bolas con pegotón de nata servido en copa jonda. Personalmente me pone malo que le pongan encima un paraguas de esos, porque te quita tiempo y tú vas a lo que vas.

Existe aún un estado superior, que se manifiesta tanto en Los Italianos como en algunas de las grandes ventas de la provincia y es el Pijama, que nombre más bonito. Aquí a las tres bolas y sus buenos pegotones de nata se une el melocotón en almibar, que es una de las cosas más bonitas que ha creado Dios. ¿Para cuando un pasodoble a los melocotones en almibar?

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