Yo maté a Martínez Ares

Adiós, niño coplero

  • Calle de la mar. La comparsa llegó al Falla de puro milagro, porque yo no estaba psicológicamente preparado para terminar el repertorio l Fany, mi actual mujer, me levantó del suelo y me ayudó

MUCHOS de los míos duermen el sueño eterno bajo las aguas de Cádiz y eso fue precisamente lo que hice con mi comparsa, llevarla hasta el mar para que allí se quedara por los siglos de los siglos. 'Calle de la mar' llegó al gran teatro Falla de puro milagro, porque yo no estaba psicológicamente preparado para terminarla en óptimas condiciones, aún así, para mí era la mejor de ese año, cariño de padre, supongo. Un famoso cómic de Hugo Pratt, Corto Maltés, sirvió de modelo para crear un marinero elegante pero desenfadado, distinguido pero chulesco, habitante de un barco incapaz de navegar y con el futuro incierto siempre mirando al mar. Se puede decir que los encargados de vestir a la agrupación se acercaron muchísimo al diseño del dibujante italiano, pero a mí me daba igual, yo en el fondo lo que quería era acabar cuanto antes y plantearme seriamente mi futuro, un futuro donde el carnaval no tenía lugar. Llegar al ensayo era para mí una prueba de fuego diaria porque en el ambiente olía a traición. Yo me hice una promesa: "Me queda poco para acabar la obra, así que a lo mío y punto".

Grabamos en el teatro de la ONCE, en Bahía Blanca, ante un público fiel y familiar un repertorio con letras cargadas de enjundia, un estribillo marinero cien por cien puro de oliva y un popurrí con unas alegrías que sólo podía cantar Javi Pájaro y un final apoteósico que tenía como gran protagonista la mar, sí, la mar, aquí el mar es femenino, eso es lo que hay. Algunos de los componentes hicieron cuplés para la comparsa y se cantaron en el Falla, entró ese año Lali como voz segunda supliéndome y la gran sorpresa, o tal vez una de los dos señales que me ratificaban que se acababa el show, Pepe Berenguer, el sastre que confeccionó el vestuario de mi primera comparsa, allá por 1984, volvía a encontrarse en mi camino para coser mi última viñeta gaditana. Dentro de poco se va a cumplir el primer aniversario de la boda de Pepe Berenguer con una pedazo de señora que se llama Manoli, que lo rescató de las cenizas, de lo que quedaba de Pepe en Vejer de la Frontera. Y fue en su boda donde le regalé el tipo de 'Requiebro', con sombrero calañé incluido, dentro de una enorme caja. Quién mejor que él, que lo parió, para cuidarlo.

Los disfraces que quedaban en mi casa, incluido el de 'Calle de la mar', también reposan en el mar, es una metáfora, lo que realmente quiero decir es que los tiré o los partí, pero creo que quedaba más romántico dicho de la otra manera ¿o no? Mi padre conserva unos cuantos porque sigue confiando que algún día tendremos un museo del Carnaval. Para qué le voy a quitar las ganas al pobre hombre si él es feliz así. Qué lástima de carnavales perdidos por falta de iniciativa política. De momento, sólo tenemos coplas para dejarles a nuestros hijos, ah, e internet, donde los grandes valientes se esconden para insultar a los demás.

Os acordáis de Jose Luis Perales cuando decía aquello de: "Una camisa, un pantalón vaquero y una canción, lalaláý", pues así empecé yo el mes de diciembre, con lo puesto, mis papeles y una guitarra, viviendo en un apartamento frontal al mar y terminando a duras penas un repertorio que se me atragantaba cada noche. Yo llegaba al local de ensayo y a veces me quedaba o me iba, eso no era normal en mí; yo que había vivido intensamente cada minuto de todos mis años de carnaval le daba la espalda y prefería quedarme en mi casa viendo la televisión o fumando sin parar contemplando puestas de sol y amaneceres. Igual que le ocurrió a Pepe Berenguer, en febrero conocí a mi actual mujer, a Fany, que me levantó del suelo y me ayudó a levantarme y a seguir luchando. En una ocasión me dijeron que uno se había enterado por un amigo que le había contado a través de un conocidoý lo normal que ocurre aquí siempre, vamos, "que sí, que una madrileña que está con él tiene la culpa de que no salga más en carnaval, que le ha comío el coco y ahora quiere ser cantante". Pues no, craso error compañeros del metal, ella es gaditana, me apoya en todo lo que hago, ya sea carnaval o macramé y no es la culpable de que yo haya dicho adiós al mundo del tres por cuatro; de no haber sido por ella, posiblemente yo ni siquiera hoy estaría aquí, así que aclarado este punto espero que nunca más tenga que escuchar un comentario semejante que ponga en entredicho su papel como mi esposa que lo es desde el trece de julio del pasado año.

Llegó el día de la final. Esa noche estaba cantando con Pasión Vega en el Teatro Lope de Vega de Sevilla y horas más tarde Fany y yo nos pasamos por el colegio Carlos III, lugar escogido para maquillar al personal. Cantamos, mejor dicho, cantaron, y cuando me quise dar cuenta reparé en que la segunda señal estaba delante de mis narices: mi comparsa cerraba la gran final, éramos los últimos, sólo quedaba yo y se cerraría la puerta del teatro. Era el final de todo. Con un tercer premio bajo el brazo dije adiós a los integrantes de la comparsa y me fui con mi mujer para soñar con tiempos mejores. Aprovecho la ocasión para agradecerle a Isa Gallardo, mi hermanita chica, y a Pedro, su pasión por mis coplas y su apoyo en unos momentos de grandes debilidades.

Y esto es todo amigos, hay muchas cosas, muchas más que se me quedan en el tintero pero que nunca verán la luz. He contado lo que viví y me he callado lo que no le interesa a nadie saber de mi vida. Hoy me toca pregonar el Carnaval de Cádiz y una vez que acabe este niño coplero desaparecerá para siempre. He amado, he sufrido, he ganado, he perdido, he aprendido, he llorado, he resucitado y todo gracias al Carnaval. Bendito sea.

Posdata. Fue un tal Antonio quien mató a Martínez Ares.

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