El partido de sobremesa en el Carranza se presenta como un auténtico choque entre dos modelos de juego que se parecen más bien poco. El orden metódico del Cádiz contra la ruleta rusa del Valladolid. Cada uno a su manera caminan empatados a puntos a las puertas de la sala noble de la clasificación. El conjunto pucelano sobresale por ser el equipo más goleador de la categoría de plata. Nada menos que 29 tantos en 15 jornadas, un promedio de casi dos por partido. Un ciclón ofensivo que sopla por todos lados sin respiro. Sólo se quedó sin ver puerta en dos compromisos, uno de ellos lejos de su feudo -en el campo del intratable Huesca-.

Es raro que el Valladolid se vaya de un encuentro sin perforar el arco contrario y por eso el Cádiz debe andarse con cuidado, siempre con los ojos bien abiertos. No puede permitirse el lujo de echarse la siesta después del almuerzo. Cualquier descuido le puede costar caro y como se vea por debajo en el marcador las puede pasar cantutas. El hombre más peligroso de los visitantes es Jaime Mata. Él solo lleva 12 dianas, casi los mismos que todo el conjunto amarillo (13).

Todo lo que gana en ataque lo pierde en defensa la escuadra de Pucela. Es el segundo equipo más goleado con 24 -1,6 por encuentro de media-, cuatro menos que el Córdoba -colista-, una cifra impropia de un candidato al ascenso. El Valladolid dejó su portería sin mácula sólo en dos citas, ambas en su estadio. Siempre recibe al menos un tanto fuera de casa y el Cádiz pretende que el partido de hoy no sea una excepción. Si los de Álvaro Cervera alteran el marcador en primer lugar, habrán avanzado mucho en su objetivo. Los comienzos de partido de los blanquivioletas suelen dubitativos.

¿Quién impondrá su estilo, el máximo anotador de LaLiga 1|2|3 o el segundo equipo menos goleado? Los gaditanos acumulan cuatro jornadas consecutivas con la portería cerrada a cal y canto en una palpable demostración de solidez. ¿Serán capaces de mantener a raya al mejor atacante del campeonato? Ese es el empeño. Desactivar al rival y aprovechar la ocasión que se presente para prolongar su estado victorioso.