El Cádiz tiene por costumbre reaccionar de manera positiva después de una derrota. Cuando pierde llega la respuesta en la siguiente cita, en la que para el golpe sufrido en el compromiso anterior. De los siete varapalos que acumula el conjunto amarillo en 25 jornadas del campeonato liguero, sólo dos se dieron de forma consecutiva. Sucedió cuando perdió en casa ante el Real Oviedo (0-2) y la semana siguiente fue vapuleado (3-0) en Vallecas frente al Rayo. Esos encuentros corresponden a las séptima y a la octava jornada, en la etapa inicial del torneo marcado por las dudas de un equipo en fase de adaptación a la categoría recuperada -después de seis temporadas de ostracismo en Segunda División B- y en pleno proceso de integración de buena parte de los jugadores contratados para la nueva campaña.

Antes de esos dos palos continuados, había vencido (3-0) al Getafe tras haber mordido el polvo (3-2) en Miranda de Ebro y se había impuesto (1-0) al Numancia después de no haber puntuado en Reus, donde cedió por 1-0.

Cuando la escuadra entrenada por Álvaro Cervera consiguió tomarle el pulso a la competición y puso la velocidad de crucero, las derrotas llegaron a cuentagotas: pasó de cuatro reveses en las ocho jornadas iniciales a sólo tres en los siguientes 17 capítulos, entre el noveno y el 25. Tras esos dos choques seguidos sin sumar un solo punto encadenó siete partidos sin perder en un claro síntoma de progresión.

Cuando cayó (1-0) en el campo del Nástic de Tarragona a finales de noviembre de 2016, en la 16ª jornada, se revitalizó sin miramientos con una contundente victoria (3-0) contra el Real Zaragoza que abrió la mejor racha de la campaña, establecida en cuatro victorias consecutivas (ante el cuadro aragonés, el Córdoba, el Sevilla Atlético y el Elche). Esa dinámica positiva se rompió en el último episodio de la primera vuelta con un tropezó en el estadio Ramón de Carranza ante el Real Valladolid (0-1) respondido con tres valiosos puntos contra el Almería (1-0) en la inauguración de la segunda.