Cádiz CF

Tres perfiles en el espejo de Monteagudo

  • El nuevo técnico se identifica con la competitividad de Caparrós, la estrategia de Floro y el estilo atrevido de Mel · El 4-1-4-1 es su sistema más utilizado con juego de toque y mucha movilidad

Alberto Jiménez Monteagudo ya se ha puesto manos a la obra como entrenador del Cádiz. Trabaja codo con codo en la confección de la plantilla y ya conoce las dos casas sobre las que se sostendrá su proyecto: el Ramón de Carranza y El Rosal. Monteagudo afronta su primer gran reto en un banquillo después de unas experiencias que le hacen llegar a la Tacita casi como un desconocido.

El aficionado cadista se va a encontrar a un preparador que ha estado ejerciendo esta función en tres equipos: Lucena, Cultural Leonesa y Badajoz. A su favor está el hecho de que todas estas experiencias hayan sido en la categoría de bronce y que fueran conjuntos con serios problemas económicos y de plantillas sin cobrar, lo que le convierte en un controlador nato de vestuarios difíciles en los que la psicología del entrenador juega un papel clave. Pero en su contra se encuentra la llegada a un proyecto de máxima exigencia que persigue el ascenso, así como un entorno que no dejará pasar nada por alto después de muchos años de decepciones. Será la primera vez que Monteagudo dirija a un equipo sabiendo que tras éste se encuentra el apoyo y la presión de miles de personas. Lucena, León y Badajoz no tenían ese plus de influencia.

La masa social del Cádiz debe saber que en su nuevo entrenador se va a encontrar a una persona comedida en sus manifestaciones, que huye del protagonismo y que cede toda la importancia a sus jugadores. Hay que hablar de un técnico joven (38 años) que se decanta por el juego de toque y que aboga por mucha movilidad, sobre todo por delante de los centrocampistas. Amigo de sacar el esférico desde atrás porque huye del balonazo en largo, ofrece una importante presión cuando el esférico está en poder de la escuadra contraria. Bajo su sistema más utilizado, el 4-1-4-1, es partidario de situar muchos elementos por delante de la medular que se muevan mucho por dentro. Todo ello bajo el sello de tres entrenadores que le han marcado en su carrera: Joaquín Caparrós, Benito Floro y Pepe Mel.

Del actual técnico del Mallorca, toma prestado la competitividad de los jugadores por encima del potencial individual de cada uno de ellos. Es lo que aprendió cuando le tuvo de técnico en el Recreativo de Huelva. De Benito Floro, toma prestado la estrategia, un aspecto que el nuevo técnico tendrá muy presente en su forma de entender el fútbol. Y de Pepe Mel, el estilo atrevido que sorprende a muchos rivales aunque a priori sean superiores.

Quizás Alberto Monteagudo sea una mezcla de tres técnicos que le dejaron huella, pero a partir de ahí nació un estilo propio que año tras año le han situado en la órbita de muchos equipos. En las últimas campañas ha sonado con fuerza para banquillos de Segunda A (Recreativo y Las Palmas) y antes de hacerse oficial su fichaje por el Cádiz, otro gran rival de los amarillos en el grupo IV, el Cartagena, le contemplaba como el preparador adecuado.

Este albaceteño llegó a los banquillos de rebote porque su primera experiencia fue en el Lucena la misma campaña en la que jugaba en el conjunto cordobés. Obtuvo la permanencia en la categoría de bronce tomando duras decisiones sobre compañeros de campo que le ganaban en edad. Entonces demostró adaptarse a las condiciones, pues el antiguo campo del Lucena era para todo menos para jugar al fútbol. Ahora, en el Cádiz, le llega su primer gran reto, el que lleva tiempo esperando para hacerse un nombre como entrenador.

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