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Un día para recordar

  • Ortuño y Santamaría acapararon protagonismo en el partido de la primera vuelta en el Heliodoro Rodríguez López de Tenerife aunque por muy diferentes motivos

El Cádiz se medirá mañana a un adversario que a buen seguro no olvidan, aunque por muy diferentes motivos, dos de los integrantes de su plantilla, no en vano el partido de la primera vuelta que disputaron los amarillos en el Heliodoro Rodríguez López de Santa Cruz fue un día para recordar tanto en el caso de Alfredo Ortuño como en el de Gorka Santamaría.

El Cádiz llegaba al encuentro de aquella 10ª jornada en una situación bastante complicada, justo tras ceder un empate (0-0) en el Ramón de Carranza ante el Girona, acumulando sólo dos victorias en lo que iba de competición y después de tres semanas sin conocer el triunfo. Todo ello había propiciado que el equipo dirigido por Álvaro Cervera hubiera caído a la 19ª posición, en puesto de descenso por primera vez desde que diera comienzo la temporada.

En octubre habían aparecido las primeras críticas, que arreciaban a mitad de mes por la incapacidad del titular de la Tacita de Plata para revertir la situación. La cita de Tenerife se presentaba como un auténtico examen. El técnico, que en el anterior choque había optado por dar un golpe de timón con la sorprendente alineación de Carlos Calvo, repitió con el madrileño en el once. Era la apuesta más controvertida de un bloque obligado a sumar para no meterse en serios problemas a las primeras de cambio y empezar a complicar el objetivo de la permanencia. Por más que desde el propio club se trasladaran mensajes de tranquilidad, los nervios hacían mella tanto en el entorno como en el propio vestuario.

El Cádiz saltaba al césped del estadio tinerfeño en esta difícil tesitura y completaba una primera mitad que mantenía las espadas en alto, al enfilar los vestuarios con el 0-0 inicial, pero con el altísimo coste que suponía haber perdido a Ortuño por expulsión. El de Yecla vio la roja directa en el minuto 42 por una dura entrada a Iñaki que, no obstante, bien pudo saldarse con amarilla. El colegiado Pizarro Gómez interpretó la falta de la forma más rigurosa posible y dejó a la escuadra gaditana con uno menos para toda la segunda mitad.

El panorama no invitaba al optimismo. Para colmo, los locales dieron un paso al frente y, según avanzaba el duelo, las sensaciones empezaban a ser más que preocupantes. A la hora de partido Cervera sustituyó a Carlos Calvo para dar entrada a Nico Hidalgo en busca de más velocidad para tratar de sorprender en alguna contra. Y a falta de un cuarto de hora para la conclusión, Rubén Cruz dejó su lugar a Santamaría, una decisión a la postre providencial.

Sin embargo, el cambio del delantero procedente del Athletic B prácticamente coincidió con el tanto que adelantaba al Tenerife. Haythem Jouini, que había saltado al campo al comienzo de la reanudación, marcó el 1-0 en el minuto 79 y pareció dar con ello el golpe definitivo a un rival que tenía por delante el auténtico desafío de tratar de salvar un punto jugando en inferioridad numérica.

El reto, motivante sólo para un grupo con fe ciega en su trabajo diario, que cree sin fisuras en la propuesta del míster, permitió que los de Cervera no arrojaran la toalla en la recta final. El técnico ayudó con otra decisión que llevaba implícito un mensaje. Sacó del banquillo a Aitor García y quitó del campo a Carpio. El reloj marcaba el minuto 87 y no quedaba otra que quemar las naves.

Los seguidores cadistas desplazados hasta las Islas Canarias y los miles de aficionados que sufrían de lo lindo viendo las imágenes por televisión apenas confiaban en el milagro cuando Brian envió un balón al interior del área, el guardameta Dani Hernández no consiguió blocarlo y Santamaría aprovechó el rechace para mandar el cuero a placer al fondo de la red. Celebración por todo lo alto, jugadores abrazados en la banda con el cuerpo técnico. Éxtasis. Y, por encima de todos, la felicidad de un futbolista, Gorka, que hasta ese momento sólo había participado en tres encuentros con el infortunio, encima, que la única vez en la que actuó como titular fue víctima de una injustísima expulsión por doble amonestación en Anduva que favoreció la remontada del Mirandés (3-2).

A la cuarta fue la vencida y el ariete vasco marcó su primer gol del curso, una diana, además, de muchísimo valor porque evitó la derrota y en cierto modo dio continuidad al arranque de una racha positiva que se prolongó con otra igualada ante el UCAM Murcia (2-2) y, especialmente, con las victorias ante Lugo (0-1) y Huesca (1-0), el empate en campo del líder Levante (0-0) y la goleada al Alcorcón (4-1). De algún modo, el gol de Santamaría supuso un antes y un después. De sufrir por alejarse de la zona baja el Cádiz pasó a ocupar cinco jornadas después la octava posición, más real de hecho al nivel mostrado posteriormente y que le está permitiendo pelear por el ascenso. De algún modo, la reacción se gestó en aquel tiempo añadido del Heliodoro Rodríguez López, en el acierto de un joven jugador que vivió un momento de gloria que alargó hasta el siguiente fin de semana, cuando volvió a ver puerta ante el UCAM, pero que después, poco a poco, ha ido cayendo en el ostracismo, siempre a sombra alargada de Ortuño.

Para el murciano, en cambio, aquel día de Tenerife supuso una lección que no olvidaría. Su fea entrada pudo costarle muy cara al equipo y asumió su error con tanta responsabilidad como profesionalidad. Tras el descanso obligado ante el cuadro murciano, regresó al once ante el Lugo y desde ese día sólo ha visto dos tarjetas amarillas. Hasta aquel día llevaba cinco goles y 18 partidos después ha multiplicado por tres esa cifra. Santa Cruz se convirtió, también, en un antes y un después para él.

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