El Cádiz ha cerrado el curso 2016/17 con una nota de sobresaliente a tenor de su rendimiento colectivo, de lo conseguido desde que allá por agosto del pasado año inició la temporada con una condición de recién ascendido que no se ha correspondido con lo que luego se ha visto sobre el rectángulo de juego.

La plantilla en su conjunto se ha quedado a sólo un paso de la máxima nota, la matrícula de honor, que habría merecido sin duda en caso de haber logrado el salto de categoría. Sin embargo, no sería justo poner peros a la brillantísima actuación de los de Álvaro Cervera, un entrenador que merece capítulo aparte.

Auténtico artífice del ascenso de la anterior campaña, aunque el héroe de Alicante fuera Dani Güiza por su gol, el técnico ha sabido exprimir las virtudes del bloque como pocos habrían podido, minimizando sus defectos hasta el punto de que el objetivo de la permanencia se alcanzó cuando quedaba un mundo por delante para la conclusión del campeonato. Por eso, sólo por eso, se pudo fijar el reto del segundo desafío, el play-off, también certificado en la penúltima jornada. Únicamente faltó el broche del ascenso. Cervera ha sabido sacar el máximo de casi todos sus hombres y ha ganado muchos encuentros en la pizarra o con decisiones tomadas sobre la marcha. Sin duda, los aciertos en este sentido superan en mucho a los errores, que también los hubo.

En el campo, la abrumadora capacidad realizadora de Ortuño ensombreció al resto de compañeros hasta el ecuador de la competición, aunque después otros, como el guardameta Alberto Cifuentes o el extremo utrerano Álvaro García, mantuvieron un altísimo nivel que contribuyó al éxito.

Más allá de la media que pueda arrojar la suma de las notas individuales, entre las que ningún jugador merece el suspenso por el buen hacer global, el Cádiz ha despedido el curso con la sensación del deber cumplido y el reconocimiento de su afición, que a buen seguro evalúa con generosidad lo que ha disfrutado.