Cádiz-Écija

Grandiosa ineptitud (0-1)

  • El equipo de Agné roza el ridículo y se condena al sufrimiento tras caer ante un frágil rival que saca petróleo de su única ocasión Los amarillos tiran tres veces a los palos tras el descanso

Un explosivo cóctel de ineficacia y mala suerte condujo al Cádiz a una derrota que le condena a mantener altos niveles de sufrimiento en las próximas semanas en una batalla por la permanencia que se complica con el paso de las jornadas. Si grave es el tropiezo del equipo amarillo, peor es la sensación que dio de no poder ganarle ni al extinto batallón infantil. El Cádiz demostró ser un equipo sin alma, desangelado, incapaz de imprimir un ritmo estable, con  un bloqueo mental colectivo e individual más que preocupante, superado por la presión, la misma o más que tendrá en los compromisos venideros. Ni la esquiva fortuna de los tres palos en un intervalo de poco más de diez minutos en la segunda parte desvían la realidad de un equipo empeñado en certificar el fracaso del primer proyecto de Sinergy.

 

La derrota adquiere tintes sonrojantes porque el Cádiz perdió contra un Écija flojo, blandengue, que expuso muy poco y se llevó los tres puntos sin hacer nada del otro mundo, con un solo chispazo en ataque y una defensa ordenada.  Sólo tuvo una ocasión que aprovechó. Cien por cien de efectividad. Los inquilinos del Carranza tenían la oportunidad de empatar a puntos con el rival y rozar la permanencia, pero regalaron al conjunto astigitano el pasaporte de la salvación. 

 

La suplencia de Moke se convertía en la principal novedad del once inicial diseñado por Raúl Agné, que colocaba a Aitor Núñez en el lateral derecho y devolvía la titularidad a Tomás, ubicado en el costado izquierdo de la defensa. Juan Villar, en su regreso al equipo desde el primer minuto, arrancaba por la izquierda y Pablo Sánchez lo hacía por la derecha, flanqueados por el ya habitual trivote (Fall, Jorge Luque y Granell) y con Peragón como hombre más adelantado. El técnico mantenía su apuesta por Domingo en el eje de la zaga como acompañante de Josete.

 

La primera llegada peligrosa de los locales, a los 11 minutos, moría con un error de Pablo Sánchez en el control del balón en el punto de penalti cuando lo tenía todo a favor para rematar tras un preciso centro de Peragón.

 

Los amarillos parecían dominar el tempo del partido en los compases iniciales. Su condición de local y, sobre todo, su necesidad de sumar los tres puntos, le obligaban a poner toda la carne en el asador. De nuevo el capitán, diez minutos más tarde, fallaba en boca de gol un buen servicio de Tomás. No era capaz  de rematar ni de parar la pelota en un claro anuncio de una tarde aciaga.

 

Ese error era la carta de presentación de una profunda pájara. El balón quemaba en las botas de los jugadores, que además perdían la posición y cedían el mando a un Écija que salía victorioso de todas las acciones. Los visitantes agradecían la deferencia con un gol a la media hora fruto de un contragolpe perfecto combinado con la lentitud de la zaga y la pasividad de Aulestia. Ayina ganaba por velocidad a Domingo, se adentraba en el área y sorprendía a un estático cancerbero con un tiro raso cruzado. Josete había llegado a la ayuda, pero ponía su grano de arena entre tanta ineptitud y permitía el remate del atacante.

 

La apuesta más básica era suficiente para el cuadro sevillano. Un juego práctico, elemental, sencillo, sin estridencias, le bastaba al Écija para adelantarse en el marcador en su primer disparo a puerta frente a un Cádiz incapaz de dirigir la pelota entre los palos en una primera mitad que resultaba desastrosa.

 

El tanto desquiciaba a un equipo amarillo al que le hubiera venido de perlas una caja de Lexatin para calmar una ansiedad desbocada que se traducía en temblor de piernas, pases imprecisos y permanente nulidad en los últimos metros.

 

La tímida reacción cadista apenas daba para un centro de Álex Granell atrapado por Ramón y un lanzamiento desviado de Peragón poco antes de que el público despidiera a su equipo al descanso con una sonora pitada más que merecida. Mucho tenía que cambiar el Cádiz en la segunda parte para dar la vuelta a la tortilla y no verse abocado a un dramático final de Liga en la pelea por eludir el descenso.

 

Juan Villar pasaba a la banda derecha tras el intermedio y Pablo Sánchez se ubicaba en el centro del ataque por detrás de Peragón. Agné, consciente de que su equipo tenía que ir a por todas, sacrificaba el trivote y daba entrada a Carlos Álvarez por Granell en el minuto 50, poco antes de que el asturiano se atascara en boca de gol y un defensa se anticipara a lo justo.

 

El Cádiz iba a tumba abierta. No le quedaba otra. A punto estaba de poner las tablas a los diez minutos de la reanudación con una doble ocasión que no acababa en el fondo de la portería visitante de milagro. Domingo mandaba el balón al poste y el esférico caía en los pies de Juan Villar a un metro de la portería. Lo fácil era empujar la pelota dentro, pero de manera inexplicable el onubense hacía lo más difícil, que era enviarla por encima del larguero.

 

El empuje de los locales aumentaba frente a un Écija que se afanaba en defender el resultado a expensas de alguna contra. El tiempo volaba en contra de un Cádiz peleado a muerte con el gol. En el 62, los amarillos disfrutaban de otra ocasión clarísima que de nuevo moría en un palo. Un rechace llegaba a Fall, solo en el punto de penalti, y una vez más, cuando lo más sencillo era dirigir el balón a la portería, el africano lo colocaba junto a la cruceta. Tan increíble era que esa acción no terminara en gol como la siguiente cuatro minutos después. Carlos Álvarez superaba a Ramón con una vaselina y Pablo Sánchez cabeceaba el balón al larguero. Tres palos en poco más de diez minutos ejemplificaban el cruel destino de un equipo golpeado por su ineficacia y el aderezo de la mala fortuna.

 

Dieguito sustituía a Villar con casi veinte minutos por delante y un Écija cada vez más encerrado que dejaba de sufrir ante la inoperancia de un equipo amarillo sin recursos. Albentosa salía en la recta final para  colocarse como un delantero centro más. Pero la suerte estaba echada. El Cádiz no daba la talla en uno de los partidos más importantes del curso.

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