Cádiz CF

Gana crédito

  • La buena trayectoria del conjunto amarillo en las últimas jornadas da estabilidad en el banquillo a Álvaro Cervera después del momento delicado que vivió hace un par de meses

Álvaro Cervera hace indicaciones desde la banda durante el partido contra el Real Zaragoza disputado el pasado sábado.

Álvaro Cervera hace indicaciones desde la banda durante el partido contra el Real Zaragoza disputado el pasado sábado. / fito carreto

La buena marcha de un equipo suele llevar aparejada la estabilidad en el banquillo, un hito inusual en la profesión de entrenador de fútbol, una de las más inestables del mercado laboral relacionado con el peculiar universo del balompié. Álvaro Cervera decía no hace mucho tiempo que, cuando un técnico rubrica un contrato con un club, a la vez está firmando su fecha de caducidad porque la inmensa mayoría de los entrenadores acaba despedido tarde o temprano. Sólo falta por concretar en qué momento finalizará su recorrido. No le falta razón. En los tres meses y medio transcurridos de competición ya han caído seis preparadores de los 22 clubes que militan en Segunda División A. Casi una tercera parte. Cosmin Contra en el Alcorcón, Juan Eduardo Esnáider en el Getafe, José Ramón Sandoval en el Rayo Vallecano, Luis Milla en el Real Zaragoza, Carlos Terrazas en el Mirandés, José Luis Oltra en el Córdoba y Fernando Vázquez en el Mallorca. Otros penden de un hilo, como José María Salmerón en el UCAM Murcia. Los hay que gozan de la paciencia del club, como el caso de Vicente Moreno, que permanece en el Nástic de Tarragona pese a su casi permanente condición de colista, o el de Fernando Soriano, responsable del vestuario del Almería aunque el cuadro mediterráneo habita en la penúltima posición.

Los entrenadores dependen única y exclusivamente de los resultados salvo casos excepcionales. Si la pelota entra no hay problema. No hay debate sobre el banquillo. Si sucede lo contrario, el puesto empieza a correr peligro porque la paciencia es enemiga habitual de los dirigentes y la presión mediática y la de la afición también pesan lo suyo. Ellos, los entrenadores, son los primeros en saber que son la parte más frágil de una cuerda que siempre se rompe por el mismo lado cuando un equipo no funciona. No les queda otra que asumir con naturalidad esa situación como una parte más de carrera profesional.

Cervera atravesó su momento delicado desde su aterrizaje en el conjunto amarillo cuando encadenó dos derrotas consecutivas (0-2 contra el Real Oviedo en el estadio Ramón de Carranza y 3-0 en Madrid frente al Rayo Vallecano) y tres empates concatenados justo después (ante Girona -en casa-, Tenerife -fuera- y UCAM Murcia -como local) que propiciaron una escuálida cuenta de tres puntos de 15 en esas cinco jornadas (entre la séptima y la undécima). Cuando peor parecía que lo tenía, cuando el agua comenzaba a llegarle al cuello, se produjo la resurrección en Lugo con aquella victoria que dejó para la eternidad la imagen imborrable del taconazo de Dani Güiza a Álvaro García en la acción del gol del triunfo. El duelo dirimido en el Ángel Carro pasó de ser el posible último del míster, en caso de derrota, a convertirse en la lanzadera de un Cádiz que se adentró en una dinámica positiva que mantiene a día de hoy, con el equipo ubicado en la sexta plaza y una consistencia que invita al optimismo con miras al cumplimiento del objetivo prioritario de la permanencia. Tras la victoria conseguida en territorio gallego, la buena racha se alargó hasta el extremo de que el conjunto amarillo pasó de la zona de descenso a posiciones de promoción de ascenso a Primera convertido en uno de los adversarios más difíciles de superar.

Los marcadores son fieles aliados en los últimos dos meses -salvo el lunar de Tarragona- y Cervera gana crédito en el banquillo. El equipo va a más una vez que los integrantes de la plantilla se han adaptado, han cogido el tono físico adecuado y aplican sobre el césped el rigor táctico que les inculca el profesor Cervera. El compromiso de los jugadores es indiscutible guiados por un técnico -y sus ayudantes- entregado en cuerpo y alma al reto de la salvación, aunque él mismo llegó a afirmar hace varias semanas que hay potencial suficiente para quedar entre los diez primeros si las cosas salen bien. De momento el tiempo le da la razón pero el camino en Segunda A es muy largo -42 jornadas- y lleno de curvas.

Del éxito al fracaso hay un pequeño trecho y la continuidad se gana partido a partido, aunque el míster dispone de un margen de error y se comerá el turrón salvo sorpresa. Cervera es consciente de la presión que conlleva el puesto de entrenador, de la exigencia semanal del resultado. Está acostumbrado a ello pero ahora dispone del aval necesario para disfrutar más que nunca de su trabajo y desempeñar su labor con la tranquilidad de ver que, después de 17 jornadas, a día de hoy se cumplen la expectativas. El resto es no desviarse de la línea recta y sumar todos los puntos posibles.

Una de las virtudes del actual inquilino del banquillo cadista es su capacidad para imprimir al equipo un sello inconfundible que parte de un sistema defensivo férreo y salidas con rapidez al ataque. Más allá de si el juego es bueno malo, lo que importan son los resultados.

Cervera destaca además por su buena vista para desmenuzar las características del rival de turno, como ya demostró la pasada campaña en la fase de ascenso. Encontró y atacó los punto débiles del Racing de Ferrol, Racing de Santander y Hércules. Y no faltó una pizca de suerte, que también hay que buscarla. Sacó al Cádiz de una categoría maldita que el club tardó seis años en abandonar lastrado por sucesivos fracasos hasta que Cervera llegó con la llave de la puerta de salida a un mundo mejor, el de la Liga de Fútbol Profesional. Siempre quedará en la historia de la entidad como el técnico del ascenso en la campaña 2015/16 y ahora anda enfrascado en la tarea de asentar al equipo en la división de plata.

Si la producción de puntos continúa al mismo ritmo, el Cádiz no tardará mucho en renovar su estancia en Segunda A.

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