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Fuera de cobertura (1-0)

  • El cuadro gaditano no reacciona tras el madrugador gol de un rival superior y entra en crisis con un nuevo revés

Un lance del partido.

Un lance del partido. / LOF

Una nefasta primera parte y la nula capacidad de reacción en la segunda arrastró al Cádiz a una merecida derrota (1-0) en el campo del Huesca que extiende a siete las jornadas consecutivas sin ganar. Nada menos que siete partidos seguidos sin una victoria que llevarse a la boca. Tres puntos de los últimos 21 -un trío de empates y cuatro derrotas- es un balance lo suficientemente pésimo como para trasladar la pésima dinámica al estado de crisis. Crisis de resultado y de juego. El conjunto gaditano volvió a carecer, una semana más, de capacidad de reacción y no supo responder al tempranero gol de los aragoneses. Pagó cara la siesta en la sobremesa. La leve mejoría en la segunda mitad no fue suficiente y la consecuencia no fue otra que un varapalo que puede acercar a los amarillos a la zona de descenso. Ralentizar la producción a niveles tan bajos en una competición de máximo equilibrio supone un riesgo muy elevado de caer al infierno. Y lo peor es que el equipo no transmite señales que indiquen cómo escapar del camino equivocado. Se ha olvidado de ganar y no sabe cómo hacerlo. Un problemón.

Para no perder costumbre, el Cádiz no superó el peso de empezar por debajo en el marcador que le persigue esta temporada y se cayó con todo el equipo ante un rival que supo emplear sus armas con más eficiencia y fue mejor porque supo manejar cada situación.

Con Aitor como sustituto del lesionado Salvi, Rafidine Abdullah en la medular y Rubén Cruz en tres cuartos como novedades en la alineación, los de Álvaro Cervera se desplegaron con orden como método con el que tratar de anular las acometidas de un conjunto local de una acentuada vocación ofensiva que puso el listón alto, muy alto, tan alto que no tardó en colocarse con ventaja. Alberto Cifuentes empezó pronto a achicar agua con dos intervenciones -minutos 7 y 10- a disparos de Alexander González y Akapo, aunque nada pudo hacer en la tercera llegada, la que supuso el 1-0 en el 11, cuando Sastre, sin nadie que le estorbara en boca de gol, agradeció un excelente centro del puertorrealeño Vadillo con el exterior de su bota derecha para cabecear al fondo de la portería. Un golazo en el punto de partida que suponía un jarro de agua fría para los andaluces.

Casi sin darse cuenta, el equipo que ayer vistió de rosa se vio por debajo en el marcador arrollado por el frenético arranque de un Huesca superior desde el principio, con un fútbol generoso, eficaz en la circulación del esférico de lado a lado y pletórico de velocidad por las bandas y en punta. Nada que ver con un Cádiz adormecido.Los gaditanos afrontaban el reto de levantar un resultado desfavorable, pero se estrellaron con la dura realidad. No demostraron demasiados argumentos para dar respuesta con la única excepción de Álvaro García, con mayor presencia cuando pasó a la derecha y Aitor se ubicó en la izquierda. 

El utrerano protagonizó las escasas aproximaciones de los visitantes y suyo fue el único tiro entre los palos de los amarillos en la primera parte. En el 20 llegó hasta la portería pero tan escorado que su disparo, algo forzado, lo repelió Remiro, y a la media hora lanzó alto desde la frontal. Poco más hizo el Cádiz arriba en el primer acto.

Mientras el cancerbero local se convirtió casi en un espectador más, Cifuentes vio cómo una y otra vez el balón merodeaba sus dominios, como un grifo abierto. Los oscenses llegaban por todos lados. El peligro era constante y se mascaba un segundo que hubiese sido casi definitivo, pero el arquero acertó a despejar los intentos de Cucho Hernández y Vadillo. El Cádiz quería pero no podía frente a un rival robusto en defensa y con una verticalidad insaciable que no paró de atacar en busca del tanto de la sentencia. La mejor noticia el descanso con una desventaja mínima que todavía tenía arreglo pese a su manifiesta inferioridad. Eso sí. Debía cambiar de cara de manera radical.

Cervera, consciente de la necesaria reacción de los suyos, dejó en vestuarios a Abdullah y Rubén Cruz y apostó por la experiencia de José Mari y David Barral en la reanudación. Hacer dos cambios en el intermedio es el reconocimiento explícito del mal funcionamiento del equipos en los 45 minutos iniciales. Se jugó una carta más ofensiva con dos delanteros puros y el supuesto mayor olfato goleador del isleño. Trató de presionar más arriba y dio sensación de poder hacer más daño. Garrido tuvo el empate en el minuto 49 tras el error de Remiro en un córner, pero el testarazo del vasco, en posición forzada acosado por un contrario, se fue por encima del larguero.

Los tres saques de esquinas en apenas un cuarto de hora fueron la prueba palpable de que el Cádiz había dado un paso al frente. Se volcó en ataque ante un adversario replegado que se abonó al contragolpe, como el que culminó Cucho Hernández con un derechazo en el 61 que atajó  Cifuentes, una acción repetida 20 minutos después.

Le tocó llevar la iniciativa a un Cádiz que no se siente cómodo en esa situación, pero no le quedaba otra para tratar de arañar un punto. Por más que lo intentó, no llegó a generar ocasiones. Se topó con un rival ordenado al que no hizo sufrir. Cervera se inclinó por la explosividad en la recta final poco antes de que Carrillo desperdiciara una de las pocas oportunidades. Robó el balón pero no tuvo velocidad para entrar en el área y su latigazo se perdió junto a un poste.

El tiempo empezó a volar en contra de los intereses del Cádiz, que no encontraba la forma de marcar un gol. Los últimos minutos, los definitivos, fueron de completo asedio de los gaditanos, con Barral como principal estilete, pero no hubo manera de romper la telaraña tejida por los oscenses.

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