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"Todo el Ayuntamiento y yo nos habíamos metido en la bolera"

  • Se cumple un cuarto de siglo del desembarco municipal en el club, con Rafael Garófano de presidente

  • El ex concejal revive una etapa marcada por el desconocimiento

Foto: Joaquín Hernández Kiki

Foto: Joaquín Hernández Kiki

La antesala de la Navidad de 1992 dejó en el Ayuntamiento de Cádiz, entonces gobernado por el PSOE, con Carlos Díaz en la Alcaldía, un regalo de dimensiones incalculables que era para todos pero que correspondió abrirlo al entonces concejal socialista Rafael Garófano. Debajo del envoltorio se encontraba la presidencia del Cádiz Club de Fútbol. Así comenzó una historia que quedó salpicada por la enorme responsabilidad de enderezar una nave -amarilla y azul- torcida, por la dificultad de convivir con las leyes no escritas de las entrañas del fútbol y por la guasa gaditana de tener como máximo dirigente a un desconocedor del mundo del balompié.

Rafael Garófano, como historiador y como político, ha trabajado en muchos frentes y ha puesto la cara y su nombre a retos mayúsculos como la Gran Regata Colón, en 1992, y al propio Cádiz CF, que entonces se estrenaba como sociedad anónima deportiva. Desde la calma de haber transcurrido 25 años y con la pausa conveniente para no dejar nada perdido en una parte de su historia y que, a la vez, es la del club cadista, Garófano -ya sin mostacho y peinando muchas canas- relata para Diario de Cádiz lo que él vivió entre la satisfacción por el deber cumplido y la pesadilla por lo particular del mundo del fútbol.

Entramos sin saber absolutamente nada del mundo del fútbol y la idea era gestionar una empresa"Me enteré de lo que se llevaban los líderes de la información deportiva nacional por tener las exclusivas"Si el balón daba en el palo y salía, la gente miraba al palco y se montaba la coreografía: ¡Garófano cabrón!"Me temblaban las rodillas hasta el punto que cuando acababan los partidos no me podía poner de pie"Nadie puede imaginarse lo que es ver un partido como presidente; ese cargo ha sido mi mayor reto"

"En el verano de 1992 una ley obligaba a la constitución de los clubes en sociedad anónima deportiva. Se dio este paso porque la economía de los clubes era desastrosa, rayaba lo mafioso y lo delincuencial. Algo tremendo. Y por fin el Gobierno se atrevió a introducir esta ley". Garófano, que en transcurso de la entrevista estuvo acompañado por Paco Reina -un pilar junto al fallecido Ángel Luis Pérez en la gestión de la entidad amarilla-, recuerda que "la economía del Cádiz era incapaz de dar el salto a esa situación y el club estaba abocado a su desaparición. Entonces hubo gestiones de los directivos del Cádiz con la afición y con la ciudad en busca de una solución. Era un clamor que el Ayuntamiento salvara al Cádiz. Recuerdo que Diario de Cádiz publicaba: 'Faltan tres días, faltan dos días...' Una cuenta atrás hacia la fecha final de convertir el club en sociedad anónima deportiva. Entonces, por parte del Ayuntamiento se tomó la decisión de comprar las acciones y se compraron".

A partir de ese momento, el cadista de a pie, el seguidor enfervorizado y la ciudadanía más o menos alejada de la locura llamada fútbol le pusieron imagen a una figura que, como los duros antiguos, dio tanto que hablar: Rafael Garófano. "El alcalde (Carlos Díaz) mantuvo una reunión con los tenientes de alcalde a la que yo no pude ir porque estaba en otra reunión municipal. Y a la vuelta me fui encontrando con compañeros que me decían, entre risas, 'el alcalde quiere hablar contigo'. Todos los que habían estado en esa reunión se habían defendido. Entonces me llamó el alcalde y me dijo que yo podía ser la persona adecuada para dirigir el asunto del Cádiz. Yo, con bastante rapidez y frivolidad, dije que sí. Y esto no lo hice por casualidad porque venía muy crecido con el tema de la Regata Colón 92. Acepté y le dije al alcalde que debía escoger a dos funcionarios de alto nivel; uno a nivel jurídico (Ángel Luis Pérez) y otro a nivel económico (Paco Reina), y tiramos hacia delante".

Es el comienzo de Rafael Garófano como presidente del Cádiz, cargo que asumió de manera oficial el 16 de diciembre de 1992. Una persona muy preparada que había jugado al fútbol en edad formativa, pero completamente alejada del Cádiz, del cadismo y de los sentimientos hacia el amarillo y azul. Carlos Díaz le marcó con claridad la hoja de ruta. "El alcalde me dio como prioridades mantener la gestión y, sobre todo, recuperar el dinero público" empleado en la compra de las acciones, 2.377.002,87 euros (395,5 millones de las antiguas pesetas). "El alcalde no me podía hablar de éxitos deportivos porque la idea era que todo -como empresa- pasara al ámbito futbolero. Esas eran las consignas", relata antes de admitir que "entramos con un desconocimiento total del mundo futbolístico y la idea era gestionar una empresa". Y comenzó el día a día como máximo dirigente del club. "Entramos en el Cádiz y nos encontramos un administrador y una sede (calle Cánovas del Castillo) a la que el anterior presidente (Manuel Irigoyen) no iba; él hacía las gestiones fuera, viajando. En la sede no había una estructura de nada. El club existía como entidad, pero detrás no había una empresa que era el Cádiz CF. No había contratos laborales, gente a la que se le daban gratificaciones a mano, todo voluntarista...", añadiendo Paco Reina: "Nadie estaba dado de alta". Garófano prosigue: "Todo eso con unos números que eran los que a nosotros nos habían presentado. No hablo del dinero de las acciones -aclara-, sino de un Cádiz con una documentación de una auditoría. Empezamos a sacar papeles que no estaban consignados en la contabilidad. Empezó a llegar gente por el club a preguntar '¿qué hay de lo mío?' y nos mostraban papeles. Entonces, con muchísima ayuda de Ángel Luis (Pérez) y Paco (Reina), fuimos creando una empresa".

Un testigo directo de ese avance fue Antonio Muñoz Vera, que entonces era consejero en representación de los accionistas minoritarios. "Antonio Muñoz -continúa Garófano- sabe de lo que estoy hablando. Y me dijo tiempo después que había aprendido mucho de nosotros en el reparto de tareas". Sin duda, al político metido a presidente, futbolero y cadista por obligación le tocó construir un club que existía desde inicios de siglo XX. "Creamos la infraestructura del Cádiz y lo hicimos según las normativas municipales porque, aunque no tuviera que ser así, cuando Paco iba allí no dejaba de ser un economista municipal", al tiempo que aclara que "éramos tan delegación del Ayuntamiento en el Cádiz que yo no cobré ni un duro durante ese tiempo. ¿Por qué? Porque eran mis tareas de concejal por la tarde, y los funcionarios cobraban una gratificación al ir por la tarde. Pero, ¿de quién? Del Ayuntamiento, no del Cádiz. El Cádiz gastó en el equipo de gestión cero euros en todo el tiempo".

La composición del nuevo consejo de administración resultó más fácil de lo esperado. Clara mayoría de concejales al tratarse de dinero municipal, dinero público. "En el consejo hubo una representación de toda la corporación municipal; PSOE, PP e IU. Les dije a los representantes del PP e IU que no metieran en el club la dialéctica política del Ayuntamiento porque todo era dificilísimo. Yo me comprometí con ellos a que no haría nada que no fuera consultado y que ellos se enterarían de todo antes que nadie. Y lo cumplieron. Eso fue excepcional porque era difícil estar tirándonos los trastos en San Juan de Dios y pasar a este asunto con calma", indica un cuarto de siglo después en un tono de profundo agradecimiento a los compañeros de la corporación. "Aquello dio mucha tranquilidad, de lo contrario hubiera tenido al enemigo en casa".

El tiempo de Garófano como presidente transcurría sin freno y el político metido a mandamás del balompié siguió avanzando en su agenda, ya metido en el año 1993. "Como el mandato era recuperar el dinero público, poco después de tomar yo posesión empecé a reunirme con gente de Cádiz, de modo individual y colectivo, incluso propiciando que hubiera grupos que compraran las acciones. Eché horas, días, semanas y meses... y no hubo manera". Sin aparcar la venta del paquete mayoritario de acciones, empezó a recibir, a base de reuniones y encuentros, clases forzosas y hasta desagradables de lo que se cocinaba en los fogones escondidos del fútbol. "Me enteré de los porcentajes que se llevaban los líderes de la información deportiva nacional por tener las exclusivas, los porcentajes en los fichajes y los porcentajes de los jugadores para dejarles salir del club. Fue algo de lo que me fui enterando poco a poco. Como Irigoyen no aceptó tener un sueldo para estar con la parcela deportiva, nos apoyamos mucho en el entonces secretario técnico, Hugo Vaca. Él le debía mucho a Irigoyen y jugaba un poco con Irigoyen de puente, pero no puedo recriminarle nada. Le dimos su sitio y trabajó con el nuevo equipo".

Con el apartado deportivo en marcha, tocaba retomar la venta de las acciones mirando más allá de Cortadura y del puente Carranza. "Llegó un momento en el que dije 'si un comerciante viene a comprar algo no le pidas el cané de identidad; le dices si tiene dinero o no. Intenté vender el Cádiz pidiendo el carné de identidad, para que fueran gaditanos y se quedara aquí, pero vi que la ciudad no estaba preparada para tener el club. Entonces contacto con algunos presidentes de clubes porque empezaron a interesarse por Kiko y Quevedo. Y nos viene la oferta del Atlético de Madrid por estos dos jugadores, a los que la afición tiene que estar agradecida porque su valía personal hizo posible la operación de que el Cádiz saliera adelante", matiza. El carrusel de encuentros y citas comenzó con el club colchonero. "Yo trataba con Miguel Ángel Gil Marín, que en nada se parece al padre. Una persona ponderada, con tono de voz bajito, que le gusta el fútbol regular... Le gustaban los toros e irse los fines de semana al campo", recuerda Garófano, que añade sobre el hijo del fallecido Jesús Gil que "me di cuenta que él estaba en el fútbol por ser una empresa familiar; ni por ser futbolero ni por ver en este deporte un ideal. Le dije que no quería conocer a su padre, ni siquiera saludarle". Ahí empezó a darse cuenta de lo que se cuece en el balompié antes y después de los partidos. "En muchas ocasiones me dijo 'te vienes y comemos solos'. Y yo le decía que no, que siempre tenía que ir con alguien del Ayuntamiento. Tenía miedo a ese mundillo porque era un sumidero que me podía meter en grandes líos. Evité cualquier reunión personal con alguien del mundo del fútbol. Siempre iba acompañado y así no me podían plantear lo que no se podía hacer".

"Se puso en marcha la operación. Con la idea que tenía yo de Jesús Gil, a Ángel Luis y a Paco les dije que 'todo lo que nos digan es mentira y todos los papeles que nos presenten son falsos. Cada vez que presenten algo, hay que comprobar en los registros de los sitios'. Presentaron avales de notarías de fincas y de campos, y yo mandaba a Ángel Luis a Toledo a ver si existía la finca. Se comprobó todo hasta que acabó la operación". Un cuarto de siglo después, Garófano prefiere pensar que "imagino que se cumplió la legalidad por la creación de una empresa con Gil". Él no podía comprar, pero sí esa empresa, que es la que luego vino y repuso a Irigoyen, quien estaba muy interesado en que saliera esta operación. Por eso teníamos claro que debíamos salir pronto de ahí, porque el mundo del fútbol tiene una mecánica general en la que todo va encajando aunque sean irregularidades. Es una gran trama. Si llega alguien con una legalidad exterior a esa gran trama se convierte en un palo en la rueda y empieza a no funcionar lo que hay allí".

Ocupar la poltrona fue "un marrón y un elogio", reconoce 25 años después, aunque admite que los malos ratos quedan para siempre. "Nadie puede imaginarse lo que es ver un partido como aficionado y como presidente. A mí me temblaban las rodillas hasta tal punto que cuando terminaban los partidos no me podía poner de pie e irme. Tenía que estar un rato esperando a tranquilizarme para poder ponerme de pie. Si el balón daba en el palo y entraba, bien. Si daba en el palo y salía, la gente miraba al palco. Gran coreografía: 'Garófano cabrón...'. Y lo vives desde esa perspectiva. Si el balón no entraba: 'Garófano cabrón'. Y ves que toda esa energía se va a dirigir hacia ti en lo positivo y en lo negativo. Nunca nadie puede imaginar lo que es ver un partido como presidente. Ni yo lo sabía hasta que lo viví de forma tremenda", recuerda antes de añadir convencido que "ser presidente del Cádiz ha sido el mayor reto que he vivido".

De lo acontecido a finales de 1992 e inicios de 1993, Garófano saca una lectura muy clara: "Fue Carlos Díaz el que salvó al Cádiz. En la corporación había división de opiniones y también en el propio grupo del PSOE, porque eso podía terminar como el rosario de la aurora. Era un riesgo muy grande. Un gasto muy grande y había reparos. Pero Carlos Díaz fue decisivo". Y lamenta que "como al final el equipo terminó bajando -a Segunda A- nadie analizó la gestión, sino que era un ciclo en lo deportivo que se veía venir. Que salieran Kiko y Quevedo era descapitalizar deportivamente el equipo aunque fuera la salvación del club. Nosotros habíamos hecho la venta de un Cádiz al que pertenecían Kiko y Quevedo, y luego, ya hecha la compra, el Atlético se llevó a los dos porque nosotros nos quedamos en funciones hasta que existiera un nuevo consejo. No podíamos tomar ninguna decisión salvo los gastos corrientes, como el pago de la mensualidad. Por mucho que dijéramos que el Ayuntamiento recuperó todo el dinero público, eso no valía".

Desde el dolor a pesar de haber transcurrido tanto tiempo, el político metido a presidente reconoce que "mi mayor frustración fue que el club no se quedara en Cádiz; en aquel conocido como Grupo de Cádiz. Fueron horas de trabajo y gestiones para nada. Cuando tiempo después veo que Manolo García y Antonio Muñoz se hacen con el Cádiz y que termina en sus manos me dio coraje. No entendía las razones de que no hubieran cogido al Cádiz cuando yo se lo propuse".

La figura de Irigoyen está sobre la mesa en este encuentro con Garófano y Reina, que hablan del desaparecido ex presidente. "Irigoyen le daba al club y a la ciudad éxitos deportivos. Y estamos hablando que eso era el 90% que pide la afición. Eso lo dio Irigoyen. Lo que pasa es que era un elemento muy bien integrado en la gran trama del fútbol. Y esa integración le permitía favores para el club. Pero nuestra llegada fue para hacer una gestión que no tenía nada que ver con la gran trama del fútbol. Cuando le hicimos el ofrecimiento de que siguiera con nosotros, a cheque en blanco, él entendió que su papel se salía de esa dinámica y que era incompatible. Cuando nos fuimos y él regresó no se adaptó a la nueva situación. Se creía que había vuelto lo antiguo. Pero eso del club soy yo no iba a volver más. Los cambios en el fútbol le sobrepasaron". Para Paco Reina, Irigoyen fue "un gran hombre y conocedor del fútbol; un buen dirigente para aquellos tiempos. Mantuvo al Cádiz en Primera varios años y eso queda".

Y nos remontamos al Carnaval de 1993. El Concurso de Agrupaciones, en la modalidad de chirigotas, lo ganó el grupo de Selu García Cossío, bajo el nombre 'Con el sudor del de enfrente, pero decidnos los ricos'. Un cuplé del genial autor bromeaba con la primera llegada de Garófano al Carranza, que ante su desconocimiento, por error, se metió en la desaparecida bolera (recinto deportivo que existía junto al estadio). Garófano se lo toma con arte. "Iba en tono carnavalero y lo encajé bien", sonríe. "Siempre digo que todo el Ayuntamiento y yo nos habíamos metido en la bolera. Era verdad y no le faltaba razón. La gente decía, ¿qué hace esta gente aquí? La respuesta era clara: para que no desapareciera el Cádiz".

A pesar del mal trago, de los gritos en su contra cuando presidía desde el palco y de lo difícil que fue todo, Garófano asegura 25 años después que siempre se sintió entero. "Nunca pensé dejarlo. Estuve fuerte. Iba a cumplir mi cometido y con Paco y Ángel Luis iba muy seguro porque tenía dos puntales. En el estadio era el único momento en el que me veía fuera del Ayuntamiento". Y como no puede ser de otra manera, pregona a los cuatro vientos su cadismo. "Soy cadista, sigo al Cádiz porque para mí lo ha sido todo. Estoy dentro de la historia del Cádiz y eso es mucho para un historiador".

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