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Federico González, un constructor modélico

  • Fue vicepresidente del Cádiz en tiempos difíciles

Se le reconoce el mérito de hacerse a sí mismo, con una empresa familiar que siempre ha trabajado en Cádiz. En esta ciudad se puede invertir y él lo ha demostrado. Siempre con la rectitud por bandera, cumpliendo sus obligaciones y ayudando al Cádiz de sus amores, a riesgo de terminar malparado.

Federico González Díaz (Puerto Real, 1942) vive en Cádiz desde que tenía seis meses. Su padre era de Chiclana y su madre de Puerto Real. Pero él, por residencia y por costumbres, es beduino. Vivió en un chalé de La Laguna, situado en la esquina de las calles Murillo y Santa Teresa. Un barrio que era distinto del actual.

Su padre, Miguel González Ramírez, trabajaba por su cuenta. Hubo un tiempo en que iba a la playa a trabajar montado en un borrico. Fue empleado de la Constructora Industrial, al igual que su tío Manuel y otros familiares. Allí fue encargado de transporte y jefe de compras. Años en los que esta empresa construyó muchos edificios en Cádiz, como el de la Aduana y el Gobierno Civil.

Su madre, Ana María Díaz Candón, era ama de casa. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Federico, Juani, Miguel y Pepi. Reconoce Federico que era mal estudiante. Había empezado en Salesianos, pero su padre lo cambió a San Felipe Neri. Llegó hasta Bachiller. A los 16 años, su padre decidió emplearlo en una cantera de Fuente Amarga, en Chiclana. Federico piensa que fue una buena decisión, porque no servía para estudiar, pero sí para trabajar.

Así se demostró con el paso del tiempo. Estuvo varios años en la cantera. En ese periodo cumplió la mili como voluntario. Salía a mediodía del Cuartel de Ingenieros en Cádiz (en los antiguos cuarteles de Varela) para trabajar con su padre por las tardes. Guarda buenos recuerdos de los tres meses que pasó en el campamento de Alcalá de Guadaíra (Sevilla).

Su padre mantenía actividades de construcción por su cuenta. Su abuelo también había trabajado antes en el gremio. Los chalés de Martínez del Cerro en La Laguna fueron construidos por la familia de González. Su padre era albañil de vocación, pero Federico no. Aunque trabajó en el sector, prefirió encargarse de la gestión.

Federico González siguió colaborando con su padre. Tenían camiones y trabajaron para la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y el Ministerio de Obras Públicas. Se aficionó a conducir los camiones. Iba a La Barrosa y a Roche, cuando eran playas vírgenes, para llevar las cargas de arena. Así estuvo tres años.

La empresa familiar, cuando el padre se retiró, ya contaba con las gestiones de Federico y su hermano Miguel. En aquellos años se especializó como empresa de transportes, que se dedicaba sobre todo al traslado de camiones para las obras. Sin embargo, cuando empezaron a llegar a Cádiz las grandes empresas constructoras para nuevas obras, los dos hermanos se dijeron: "Esto también lo podemos hacer nosotros".

Así cambiaría el rumbo de sus negocios. La empresa Miguel González Ramírez SL se dedicó a las promociones inmobiliarias, al tiempo que crecía la constructora Goncava, que llegó a ser la empresa gaditana con más volumen de trabajo en el sector. Tenían una pequeña oficina en la calle Santa Teresa, que ampliaron con otra en la misma calle. Y casi todas sus obras se hicieron en la ciudad.

Entre ellas, cabe destacar la mayor promoción inmobiliaria privada realizada en Cádiz: la de la antigua Fábrica de Cervezas, donde construyeron 505 viviendas. Curiosamente, las obras del edificio donde se producían las cervezas de la Cruz Blanca y Skol habían sido realizadas por la Constructora Industrial. Tras cesar la actividad cervecera, la fábrica fue derribada. Quedó un enorme solar, que pasó a manos de la empresa Alcampo. Finalmente, fue adquirido por la promotora de la familia González, que gestionó allí una de las más importantes promociones inmobiliarias privadas de Cádiz.

Las primeras viviendas que construyeron estaban en la calle Madrazo. Después llegaron otras en Puntales, el Corralón de los Carros (tres bloques de pisos), el barrio del Balón, la calle Paraguay, la Avenida… Trabajaron en la Glorieta Ingeniero La Cierva. Allí construyeron el nuevo edificio de la esquina de la Avenida, donde había estado la cervecería El Barril. Ese fue su domicilio.

Afirma que Cádiz era "el mejor sitio para construir". Pues a finales del siglo XX todavía quedaban solares en la ciudad, y eran tiempos en los que se vendían bien todos los pisos. Por eso, optaron por construir en Cádiz, siempre con su empresa familiar, excepto alguna promoción conjunta que hicieron con Comunidades del Sur.

En 2002, después de 40 años de actividad, optó por retirarse de la construcción. Hasta entonces había trabajado con su hermano Miguel como socio. Empezó una nueva etapa, en la que creó una empresa para alquiler de viviendas, locales comerciales y garajes. Durante su etapa de promotor y constructor pudo conseguir un buen patrimonio inmobiliario, que mantiene arrendado.

Se casó en 1966 con Ana María Olivares Sánchez. La boda se celebró en la parroquia de Santa Cruz, oficiada por el padre Marcelino Martín, que 25 años después presidió la ceremonia de las bodas de plata, y también casó a dos de sus hijas. Tiene tres: Eva, Sandra y Ana María. Le han dado siete nietos, llamados Sandra, Eva, Federico, Miguel, Pablo, Mario y Ana. La mayor, Sandra, ha cumplido 28 años y se casará en septiembre.

Federico González es muy conocido por su vinculación como directivo del Cádiz CF. Fue vicepresidente segundo, en los tiempos duros de Segunda B, pero también en el último ascenso a Primera. Antonio Muñoz acudió un día a verlo a su oficina, le dijo que le habían hablado de él, y le pidió que fuera directivo. Federico González llegó a ser el máximo avalista. Prestó importantes cantidades, que le devolvieron. Aunque el Cádiz le debe alrededor de 1,8 millones de euros en el proceso de ley concursal. Más fastidioso fue el caso de las acciones del Grupo Bahía. Mantiene pleitos, con una querella contra Antonio Muñoz por apropiación indebida y estafa, pendiente de juicio. Destaca la amistad que mantuvo con el fallecido Paco Puig. Tanto a González, como a la familia de Puig, les debe Muñoz unas cantidades por sentencias judiciales.

Esta temporada ha ido al palco del Cádiz. Considera correctas sus relaciones con Manuel Vizcaíno y Quique Pina. Pero ya no es accionista. Poseía acciones por valor de 60 millones de pesetas, que vendió a Rafael Fernández, de la empresa Puerto y Bahía, por 120.000 euros, un tercio de su valor inicial.

Le interesan las tradiciones de Cádiz, y las vive. Sigue el Carnaval y la Semana Santa. También el Corpus, que le gustaba más cuando salía en jueves. Colabora con la Asociación de Reyes Magos. Sin embargo, increíblemente, no ha sido nombrado rey mago. No ha querido serlo, "por timidez".

En realidad, no es tímido, sino que nunca le ha gustado señalarse. En los últimos años, sufrió un ictus y un derrame cerebral, de los que se recupera bien. Acude a rehabilitación, y lo que más lamenta es no poder andar tanto como antes, en los paseos por la playa. Su ciudad y su familia siempre han sido su horizonte y su devoción. En una vida intensa de trabajo, con mucho esfuerzo e intuición, supo labrarse su futuro. Discreto y atento, no ha buscado la primera fila. A pesar de que se la merece por lo que hizo en Cádiz.

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