I Premio Federico Joly | Anne Hidalgo

La primera foto del álbum

  • Antonio, de Antequera, y María, de La Isla, decidieron irse a Francia en 1960 cuando Ana tenía dos añosl La familia se asentó en Lyon, donde vivieron y donde se criaron y estudiaron sus dos hijasl La vida difícil en la España de la dictadura terminó de decidir a la familia a emigrar

La tarde en la que decidió marcharse con toda su familia a Francia, Antonio Hidalgo estaba mirando a sus dos hijas, María y Ana, jugar en la calle. Y de pronto, frente al histórico Zaporito y como una revelación, vio claro que tenía que irse. Era 1960, en un San Fernando en el que la vida era "durísima". Él llevaba dos años trabajando en Astilleros y el dinero, sumado con lo que sacaba su mujer, María Aleu, haciendo trabajos de costura y bordado para la calle, no les alcanzaba. "Este país no da para salir adelante, ni para vivir", concluyó mientras contemplaba a sus niñas y temblaba ante un futuro negro para ellas: tomó la resolución de dar el primer paso para evitarlo.

Así comenzó Antonio a poner el pegamento de la primera foto que abre el álbum oficial de la carrera de su hija Anne Hidalgo hasta la alcaldía de París. En esa imagen se ve a dos jóvenes padres, paseando con sus dos hijas, recién reunidos en Lyon, en el centro de Francia. La madre y la niña mayor sonríen abiertamente, la pequeña también parece hacerlo pero baja la vista para protegerla del intenso sol, el padre mira a cámara con rostro serio y convencido. Los cuatro avanzan cogidos de las manos por el centro de la Place de Bellecour. La propia alcaldesa parisina quiso que esta foto fuera la primera del libro gráfico que hoy sostienen orgullosos sus padres y que recorre momentos señalados de la dura campaña que desembocó en el despacho del Hotel de Ville, la sede del Ayuntamiento.

En aquel lejano momento isleño de 1960 comenzó todo. La propia regidora parisina afirma que su extraordinaria historia de zaporiteña que acaba gobernando la capital de Francia no tiene nada de admirable si la comparamos con la de sus padres, que tuvieron que abandonar su tierra para buscar una vida mejor para sus hijas.

Hoy, citados de nuevo en el Zaporito junto con su hija mayor, a la que llaman Mari como a Ana la llaman Ani, Antonio lleva a más lejos el punto de salida de este relato insólito, hasta los años de la Guerra Civil española en los que teniendo él solo siete años su familia había tenido que huir de su Antequera natal por la actividad republicana del padre. "Yo había estado en muchos colegios en España, el último en Sort, en el valle de Arán, y en todos me habían pegado y maltratrado, así era la educación. Y cuando llegamos a Francia y voy a un colegio francés, ahí fue como el que encuentra la paz. Todo muy bien, muy diferente. Y eso se me quedó en la mente. Y entonces se lo dije a ella, a mi mujer: nos vamos a ir. Este país no es para salir adelante, ni para vivir. Yo no quería que mis hijas estuvieran en colegios como los que yo recordaba. Yo había conocido una vida muy distinta. Una vida muy normal".

María Aleu se resistió un poco: "Yo decía que no, que no quería ir". Pero Antonio lo tenía claro: "Le dije 'aquí para criar a las niñas será mucho más difícil'. Y María transigió: "Sí, claro que era difícil la vida, yo cosía y bordaba, pero no alcanzaba". Así que primero el padre se fue solo a Lyon, donde ya vivía un hermano suyo, y al cabo de unos meses, vinieron las tres. "Yo quería que se hiciera todo regularmente, con papeles, no como cuando lo hicimos durante la guerra. Yo me acuerdo que esta vez antes de irme hablé con el de la tienda de abajo de casa, Antonio, para que se ocupara mientras tanto de ellas: 'Me marcho, y mi mujer y mis hijas se quedan aquí, y lo que haga falta cuento con ustedes...' le dije".

No le fue difícil encontrar trabajo en Lyon. Un electricista como él era un trabajador cotizado en una Francia metida de lleno en la guerra de descolonización con Argelia y necesitada de mano de obra cualificada. Enseguida, ya con un empleo, comenzó los trámites para traerse a su familia, mediante el sistema de reagrupación de familias. Así que antes de un año, tras un periodo que a él se le hizo "muy largo", los cuatro estaban reunidos y dispuestos a comenzar la nueva y mejor vida que Antonio había diseñado en su mente aquella tarde isleña.

La llegada no fue fácil, pero según cuentan ellos mismos, tampoco dramática. "Hombre, yo echaba de menos la tierra y la familia, claro -cuenta María-, pero no fue difícil. Enseguida allí las niñas fueron a la escuela, tenían sus médicos, nos atendieron muy bien. La gente fue muy buena conmigo, me acogieron muy bien, me ayudaban con las monedas en las tiendas... y a mis niñas. Cuando ellas llegaban al médico les decían: ya están aquí las princesas. Porque yo les hacía la ropa. Cuando en la tienda se enteraron de que yo era costurera me dijeron 'ahora me explico, ya me extrañaba que unas hijas de inmigrantes fueran tan bien vestidas, ja, ja. Bueno yo les hacía la ropa hasta que con quince años ya empezaron a vestirse por su cuenta, ya no les gustaba la que les cosía, claro...".

Las cosas fueron bien por razones que Antonio resume: "La vivienda que tuvimos al principio no era muy buena, pero en seguida mejoramos porque en Francia si usted trabaja y es formal, es serio... ahí no hay problema. Usted sale adelante. Yo he estado en tres empresas francesas, en la última 24 o 25 años. He estado de encargado en un taller de una empresa bastante importante. Es un país para el que quiera trabajar. Mi mujer no trabajaba ("no trabajaba fuera", le reprende cariñosamente su hija María).

El antequerano que llegó a San Fernando para hacer la mili, que se quedó por amor a María en La Isla y que se llevó a su familia al país vecino por amor a sus hijas trasluce en sus palabras también un intenso amor a Francia: "Por regla general, es un país en el que puedes educar a tus hijas, trabajar y hacer que ellas lleven su vida. Las dos han hecho grandes escuelas. Mari, que está aquí, es ingeniero de marketing internacional, sabe inglés, español, francés, alemán, italiano... y mire, lo mejor, es que yo tengo ya nietos y biznietos, y todos llevan el mismo camino, y el español lo hablan correctamente. Estamos agradecidos a Francia, es más tenemos la nacionalidad francesa... y la española claro".

Hablan de Ana como estudiante: "En los estudios era estupenda también. A ella le han gustado siempre mucho los estudios, a las dos, que han sido muy buenos estudiantes, no les costó nada ni el bachillerato ni la Universidad ni nada". Ana se licenció entre las primeras de su promoción en la Escuela de Inspección de Trabajo, que tiene su sede precisamente en Lyon.

"La enviaron a París... y mire usted -dice Antonio para explicar la carrera de su hija-, en la vida hay muchas veces carambolas". Sí, la carambola fue que el gobierno ruso pidió en esa época ayuda a Francia para elaborar su legislación laboral, y para eso se creó una escuela de formación, y que a Anne Hidalgo la hicieron directora, y que a raíz de ahí conoció a la ministra de Trabajo, Martine Aubry, que la llama para su equipo y... "Anni hace su carrera a partir de ahí". Cuando Bertrand Delanoë gana la alcaldía de París llevaba en su equipo a Hidalgo, y la hace su primera teniente de alcalde. Incluso, durante unos meses, cuando Delanoë sufre un ataque con cuchillo en el propio Ayuntamiento, la isleña ejerce de alcaldesa accidental. "Eso lo hizo bien, de forma que cuando a los doce años, Delanoë decide no continuar en la alcaldía, le pide a ella que se presente para alcaldesa, y Anni dice que sí".

Antonio Hidalgo, que se confiesa un enamorado de la política, ha acompañado a su hija en todas las campañas. "Yo he estado en todas, ayudando, repartiendo folletos, en lo que hiciera falta. Ya en Astilleros de Cádiz, los dos años que estuve, hice alguna actividad, porque si hay algo que yo no soporto es la injusticia. Y cuando ella se presenta es... porque, mire, ella tiene una gran habilidad para atraer a la gente, porque a la vez es dura y sabe convencer". "Es, como dicen los franceses un gato con guantes de terciopelo", apostilla María, mientras Antonio cuenta un ejemplo de esas habilidades de su hija: "Estando en su trabajo, en el ministerio de Justicia, los abogados se le pusieron en huelga y combinando dureza y don de palabra, les convencía. La verdad es que ella se ha rodado muy bien en todas las cuestiones laborales".

La madre es menos analítica a la hora de analizar las virtudes de Anne Hidalgo como política: "En el primer mitin que vi a mi hija me quedé con la boca abierta, por lo bien que atraía a la gente, lo bien que habló; es que además habla con claridad, no te quedas sin comprenderlo. Tiene mucha cultura hablando, y además como, aunque habla muy bien francés tiene un poquito de acento andaluz, eso los conquista enseguida. Y hay que verla por la calle. ha pasado varias veces yendo con nosotros, se para con todo el mundo, en el metro, en el auto, por el centro. Recuerdo que muchas veces, cuando era sólo concejal, algunos, gente de la calle, le gritaban: "Ana, la próxima vez, alcaldesa".

Y desde luego se cumplió: "Ese día no nos lo creíamos -recuerda Antonio emocionado-, que nuestra hija fuera alcaldesa de una ciudad como París habiendo salido del Zaporito... uno de los momentos más grandes de mi vida". Y todo empezó con una foto...

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